Suplicante, juntaba sus manos,
suplicante, juntaba sus manos.
Y eran mexicano, y eran mexicanos
y eran mexicanos, su porte y su faz.
La Guadalupana
La música que se oye fuera de mi casa rompe la tranquilidad del otoño. En estas tardes de domingos de diciembre es posible gozar del silencio de la calle, lo cual no ocurre otros días de la semana cuando pasan estudiantes a las escuelas y las personas mayores se apresuran a llegar al trabajo o a algún lugar de sus vidas.
La música poco a poco se hace reconocible en la tonada “Desde el cielo una hermosa mañana/desde el cielo una hermosa mañana/La Guadalupana, la Guadalupana/la Guadalupana bajó al Tepeyac”
Pasa la peregrinación a la Virgen de Guadalupe organizada por los vecinos de la colonia donde vivo. Los teléfonos celulares hacen las veces de veladoras para quienes no alcanzaron a comprar veladoras de pilas. Este fervor a la Madre Guadalupe nos recuerda la desventura en que nos encontramos, el desaliento, lo fortuito de vivir, pero también, la esperanza.
La religión monoteísta católica, en cuya cúspide se encuentra un Dios todopoderoso, fue impuesta a un pueblo vencido. Ese principio masculino de la deidad había destruido a diosas y dioses de los pueblos mesoamericanos. La población, derrotada y humillada, veía destruidos los fundamentos donde había florecido su mundo: negado el lenguaje; derrotada la cosmogonía; derribadas las pirámides, los templos del culto, la base material de la vida. Todo caía.
Un pueblo se acerca al precipicio. Al borde del colapso, surge el mito de la Madre Guadalupe como un caso de sincretismo religioso entre las cosmovisiones europeas e indígenas: una analogía entre las advocaciones de la Virgen María y de las Diosas/Madres de la cultura náhuatl.
Expulsados del orden mesoamericano, los pobladores fueron arrojados al orden de los conquistadores: solo si hablaban en el idioma español, la lengua de los dominadores, renegando de las lenguas originarias, podían ser aceptados. Solo si nombraban a los dioses de los conquistadores podían ser reconocidos como bautizados, como súbditos de la corona española. Entonces surge la Madre Guadalupe como vínculo con el orden simbólico perdido.
Porque Guadalupe es donde nos podemos reconocer plenamente, confiar en nosotras. Ella nos salva del infortunio porque también habla la lengua de los vencidos, de las expulsadas, de quienes han sido humilladas. Tonatzin era tanto madre de los dioses como madre de los hombres, en una cosmovisión profunda narrada por Fray Bernardino de Sahagún.
La Madre Tonatzin-Guadalupe representa la protección frente al dolor y la miseria; la fortaleza ante la desventura de la vida anterior destruida; el resguardo ante la tristeza en que sucumbía el mundo indio. Por ello, la Madre Guadalupe porta ese orden perdido frente al dominio español ya inamovible para 1531.
No me refiero aquí a la verdad o falsedad de las apariciones, sino solo al simbolismo que ha tenido en la reestructuración del alma indígena y en la conformación del México mestizo al convertirse en el símbolo de lo mexicano. La pintura, está elaborada a modo de códice indígena donde la imagen era fundamental para la comunicación. De ahí que el conjunto del Huipil de San Diego puede ser leído como un códice con símbolos de la cultura y religión náhuatl, de acuerdo a José Luis Guerrero (Flor y canto del nacimiento de México).
La representación de la guadalupana recupera el alma de lo indígena que sucumbe, de la cosmovisión indígena negada y al mismo tiempo, anuncia una nueva visión fusionada con la religión impuesta. Se puede decir que actúa como un “portal” entre el mundo indígena en su angustia de la pérdida y el mundo hispano que inicia.
Por ello, porque salvó al pueblo indígena de la derrota de los dioses; porque surgió en ese momento de la destrucción y la pérdida, el mito se encuentra en las profundidades del alma. Es la Madre Guadalupe quien devuelve al pueblo mexicano de la muerte simbólica, al ser ella misma el símbolo del orden perdido.
Los vecinos siguen pasando con sus ramos de flores y su música de viento. Los cuetes se oyen a la distancia en tanto que las luces artificiales anuncian a un pueblo en su devoción.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 12 de diciembre de 2023.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx