Nos llevaban a la doctrina para que nos enseñaran que Dios hizo el cielo azul, los ángeles con sus rizos, los diablos colorados. Yo me entretenía pensando en lo que se había tardado en pintar cada hormiga, las hojas de los árboles de una en una, los picos de los pájaros. La monja que nos enseñaba me dijo que no los hacía de uno en uno. Entonces, pensé que los haría de a montones, pero no, no salía porque si miras a tu alrededor nada tiene el mismo color, aún las cucarachas tienen café casi negro cerca de la cabeza y más ralito, en las alas. Pero mejor, no preguntaba.
Publicado en El Vigía del Pacífico, 6 de julio de 2020.
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