Me avisaron que mi padre estaba enfermo y pues, tuve que olvidarme de todo lo pasado para ir por él. Mi madre me contaba que mi padre se fue con todas las moneditas de oro que su madre y ella habían guardado, pero le llegó la calentura con una muchacha muy jovencita y se fue tras ella. A veces nos daban alguna noticia, que se fue a Caborca, que ahora está en Río Colorado.
Fui por él a Los Mochis, ya estaba infectado y me lo traje porque yo lo podía internar en el Seguro. Apenas lo di de alta cuando ya no me dejaron verlo. En cuanto salieron los resultados, a mí también me hicieron la prueba y a mis hijos. Por lo bueno, nomás uno salió infectado, pero la más chica no; digo por lo bueno porque no nos alcanzó a dar a todos.
La tercera noche me dijeron que lo podía ver en el celular. Sí, lo ví aunque casi no lo pude reconocer. Se siente extraño que ahí esté, tan lejos como estuvo siempre y dentro de mí, el pecho vendado, queriendo salir un grito ante el cuadrito. Adiós, papá, le dije en el celular. Dicen que me darán las cenizas.
Publicado en El Vigía del Pacífico, 10 de junio de 2020.
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