Yo, pa´ comer frijoles tengo que cantar.
Si suben los frijoles, suben las canciones
Película Los olvidados. 1950
La construcción de ciudadanía implica ser titular de derechos y obligaciones frente al Estado. Por ello podemos discutir que la pobreza patrimonial empobrece también a las personas para la vida social y para la participación ciudadana. O más bien dicho, a partir de esa pobreza se relacionan con el Estado.
Se supone que el ciudadano es una persona capaz de exigir sus derechos frente al Estado, de hacerlos valer. Ese ciudadano atiende las leyes establecidas y es capaz de interponer recursos legales con la finalidad de que le sea otorgada justicia. Bien, en el caso de la población empobrecida ninguna de esas características les atañe.
La pobreza, por el contrario, establece un estado de indefensión que se prolonga hacia la esfera de los derechos individuales, sociales y colectivos. Parte de la carencia de los derechos individuales porque los individuos no tienen poder real para demandar el cumplimiento de las mínimas garantías que les permita sobrevivir. Carecen de derechos sociales porque al estar fuera de los circuitos económicos a través de un empleo remunerado y contractual, es ignorado por el derecho social.
Quienes viven en la pobreza no construyen un horizonte político donde la democracia sea una meta.
¿Qué significa la pobreza para la democracia? El sistema político en México tiene como trasfondo la pobreza de cerca de la mitad de la población. El Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2024 del CONEVAL, establece que más de 46 millones de mexicanos viven en situación de pobreza. Aproximadamente el 29.3% (37.7 millones) están en pobreza moderada y el 7.1% (9.1 millones) en pobreza extrema
La ciudadanía política es un principio universal, pero en la práctica, se le exprime hasta dar por resultado votantes. Emitir el voto es la única acción que importa de quienes viven en pobreza o tienen algún estado de indefensión o de dependencia del gobierno. Por lo que, así como en las licuadoras, en las procesadoras, en los exprimidores se extrae el jugo de los alimentos; se les tritura hasta obtener la esencia, así también las democracias de pobres, vulnerables y dependientes, obtienen de ellos la esencia: el voto.
Los 46 millones de mexicanos tenían un ingreso mensual máximo de $1,652 pesos, monto menor al necesario para cubrir las necesidades básicas de alimentación, vestido, calzado, vivienda, salud, transporte público y educación. Aún más, del total de habitantes del país en pobreza patrimonial, 21.7 millones se situaban en el de pobreza de capacidades, ya que carecían de ingresos mínimos necesarios para cubrir el patrón de consumo básico de alimentación, salud y educación. Estos últimos son los pobres pobres, los que se encuentran en pobreza extrema, los excluidos de la revolución, los olvidados de Dios, los que sobran, la población excedente o como quiera que se les llame.
Es claro que quien no resuelve sus problemas elementales de sobrevivencia, tendrá como meta principal en su vida diaria, conseguir la forma de comer, al menos y de tener un lugar donde vivir; aunque ese lugar sea una casa de cartón y de plástico en un cerro a punto de derribarse. De ahí que las preocupaciones de la democracia pasan a una segunda prioridad o de plano no será planteada en su vida.
El primer objetivo de las personas sea buscar satisfacer las necesidades básicas (comida y techo) sin que tengan posibilidad de crear un ámbito de autonomía desde el cual plantearse la vida y plantarse en la vida. Los economistas dicen que la pobreza es un freno al desarrollo porque no es posible establecer capacidades competitivas en la población. Como consecuencia de este razonamiento la política económica se debe proponer eliminar la pobreza, la vulnerabilidad, la dependencia, de ahí que se haya apostado al crecimiento económico como una forma de hacer frente a estas carencias.
La política económica seguida por los gobiernos mexicanos ha planteado que el crecimiento económico traerá bonanza para todos. Sin embargo, crece la riqueza, pero también crece la desigualdad y crece la pobreza. Es cierto, en México se crea riqueza, pero esta es concentrada en pocas personas: hay un puñado de ricos y una masa empobrecida. Según el estudio de Oxfam México, el 1% más rico concentra alrededor del 43% de la riqueza nacional (oxfammexico.org).
Primero los pobres ¿es una política económica? Es un eslogan de política y puede ser el eje de la política de asistencia social.
Por ello, las tesis del crecimiento económico deben ser revisadas porque México ha tenido crecimiento económico y al mismo tiempo, ha tenido crecimiento de la pobreza. Paradoja que aún los economistas son incapaces de valorar: siguen pensando que la apuesta por el crecimiento económico les permitirá resolver todo lo demás.
Se parte del principio de que, si les va bien a los ricos, les va bien a todos; en los hechos, no es así. Se deberían establecer límites a la riqueza para evitar la concentración y aumentar la distribución.
Como ya sabemos, la democracia representativa en México permitió hacer negocios a los miembros de la clase política, a empresarios diversos, a empresas trasnacionales y otros actores, quienes se beneficiaban de esa democracia. De lo que se trata, es de construir otra democracia capaz de redistribuir la riqueza que se genera en el país y levantar un movimiento masivo de reivindicación de derechos. No de crear otra clase política que, de nuevo, haga negocios a costa de la mayoría.
La pobreza como freno a la democracia
La pobreza, la vulnerabilidad y la dependencia es un freno a la democracia porque se relaciona con la capacidad que tienen las personas para actuar en provecho de sí mismos y de la comunidad en aras de un proyecto común. La pobreza dispersa los esfuerzos al establecer condiciones de vida salvaje donde cada quien tiene que salvarse a sí mismo. En estas condiciones no es posible que la pobreza sustente democracias de calidad.
La nula capacidad de los pobres de construir ámbitos de autonomía se relaciona con las oportunidades escolares, dentro de la educación formal, ya que el acceso a ésta les permitiría construir narrativas individuales y de grupo en las cuales se establecieran metas de acuerdo con su forma de vida. Crearían confianza en sí mismos, lo que les permitiría buscar espacios en la vida social con la finalidad de participar en metas colectivas y también, les permitiría establecer horizontes a mediano plazo.
La autonomía también les permitiría adquirir confianza en sí mismos, empoderarse de sus capacidades y, por lo tanto, ser responsables de las decisiones que toman y de sus consecuencias.
Por el contrario, la pobreza crea votantes, masas clientelares que otorgan el voto hacia aquellas instituciones que les proporcionen una salida inmediata a problemas básicos. De ahí, entonces, que el clientelismo en México tenga su raíz en las necesidades básicas de la población, por lo que es consustancial al sistema político en que vivimos.
Democracia de pobres, pobre democracia
Los movimientos populistas son exitosos si tienen capacidad de integrar a sectores amplios de la población en los beneficios de la economía y en hacer efectivos los derechos individuales y sociales, como ocurrió con el cardenismo en México. Actualmente, la construcción de la democracia en nuestro país está más cerca de la ficción que de datos reales. La esperanza es un ingrediente que ayuda a pensar que poco a poco se va a lograr; que necesitamos votar otra vez para que ahora sí, se afiance una nueva clase política que haga realidad la obtención de beneficios.
En este proceso no se consolida la ciudadanía política de los pobres, por el contrario, se exprime esa ciudadanía hasta quedar convertidos en votantes, como se dijo anteriormente
La democracia fundada en los pobres no tiene más remedio que ser una pobre democracia. Se tendría que hacer una reflexión crítica a fin de cambiar la base social de la pobreza para aspirar a construir una democracia a partir de ciudadanías políticas, seres humanos capaces de plantear las posibilidades de su propia marcha por la vida. Estos ciudadanos plantearían sus propuestas no sólo ante el Estado, sino ante los dueños de la riqueza, ante los medios de comunicación: los nuevos leviatanes contemporáneos. Mientras tanto, asistimos a un ritual más de nuestra democracia donde se vota como único momento que tenemos para participar en la vida pública.
Tendremos que pasar a una democracia participativa que no se agote en emitir un voto.
Publicado en Meridiano de Nayarit, Tepic, Nayarit, 31 de mayo de 2025.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx