Mi madre no tenía un yo,
tenía un hijo
Albert Cohen. El libro de mi madre
En mi generación leímos La Madre de Máximo Gorki, la historia de una campesina que no tiene historia en la Rusia zarista, hasta que su hijo es apresado. Eso la vuelve revolucionaria para convertirse en el ejemplo para todas las madres que salen del lugar presocial que significa el amamantamiento para convertirse en una luchadora de la revolución bolchevique. Desde luego, es una narración donde se exalta la función heroica de ser madre en el sentido de que lucha por los ideales del hijo.
Notemos que ser madre no es heroico en sí mismo, solo lo es si a partir de la maternidad, se alienta al hijo que lucha por la patria.
Se han escrito diversos libros donde los hijos escriben sobre sus madres. Ese es el caso de Consolación a Helvia, un libro clásico escrito por Séneca en el año 65 de nuestra era, donde habla de su madre como una mujer fuerte y él, es el hijo donde ella encuentra consuelo “Muchas veces, oh madre excelente, he sentido impulsos para consolarte…Nunca te avergonzó tu fecundidad; nunca ocultaste tus embarazos como una carga indecorosa”.
Más cerca de nuestra época, en 1954 el escritor suizo Albert Cohen escribe El libro de mi madre, memoria donde presenta a una madre que asume las opiniones de su hijo. La madre muere bajo la ocupación nazi. El autor escribe la famosa frase Mi madre no tenía un yo, tenía un hijo, donde se aprecia ese ideal de la maternidad donde la identidad de la mujer se anula para centrarse en el hijo.
En México, Sealtiel Alatriste escribe Los desiertos del alma. Relato de la muerte de mi madre en 1997, donde habla de la pérdida de su madre a causa del cáncer. En este texto el autor va destacando la presencia de la madre en las distintas etapas de su vida para, finalmente, rebelarse contra el cuerpo enfermo que muere.
¿Cómo relatan las hijas a sus madres en la literatura? Tuvieron que incursionar las mujeres en la literatura para que poco a poco aparezca la presencia literaria de la madre en relatos escritos por hijas. Empecemos por Simone de Beauvoir donde en el libro Una muerte muy dulce (1964) narra la enfermedad y muerte de su madre de cáncer. Relata la forma como ella y su hermana asumen ese tránsito de la madre; es consiente de la diferencia que su madre hacía entre ambas; a la hija intelectual no le pide cuidados personales, pero sí a su hermana; Simone fue la hija intelectual; la hermana, Hèlena (conocida como Poupette), la cuidadora; a pesar de que esta última, era pintora.
En España, circuló el libro Madres e hijas (1996), coordinado por Laura Freixas, que reúne escritos de las relaciones de madres a hijas de diversas escritoras, entre ellas, Rosa Chatel, Almudenas Grande, Ana María Matute y otras. Generalmente se habla de la madre muerta.
La mala hija de la italiana Carla Cerati (1997), rompe con el romanticismo del amor de la hija a la madre puesto narra las relaciones tensas y complejas entre hija y madre cuando la primera cuida a la madre anciana y se pregunta cuál es el sentido de pasar el tiempo cuidándola si al final de cuentas, se espera que muera. Es un relato que transgrede las concepciones normalizadas del amor que debe una hija a la madre.
También se tienen narraciones desde la madre, como el libro Paula (1994) de la chilena Isabel Allende escrito en el formato de cartas a su hija que se encuentra en coma. A través de este estilo, la autora cuenta el duelo de la pérdida.
Las madres terribles son un recurrente en la literatura. Desde el mito griego de Medea, donde ésta ayuda a Jasón en la búsqueda del vellocino de oro, pero cuando Jasón planea casarse con la princesa Creúsa, hija del rey Creonte, Medea asesina a sus hijos en venganza contra Jasón para dejarlo sin descendencia. Esta historia presenta la maldad de las madres que persiguen sus intereses antes que los de sus hijos. Aquí se fragua la idea de la madre desnaturalizada que es capaz de matarlos, como si hubiera una ley universal que obligue a las madres a querer a sus hijos.
Las madres terribles de la literatura son autoritarias, guardianas férreas del patriarcado, reniegan de la maternidad, buscan su propia belleza y juventud a toda costa. Estas madres quieren el poder, la juventud; adquieren el poder por medios ilícitos; no se conforman con el destino marcado por la biología, ejercen autonomía sobre sí mismas, provocan el caos; por ello, deben ser eliminadas para recuperar el orden. A este género pertenecen las madrastas y las brujas de los cuentos infantiles ya que son el prototipo de las antimadres.
A fines del siglo XX aparecieron novelas donde las hijas luchan por un lugar a pesar de la madre. Ejemplo de ello es la novela de la estadounidense Vivian Gornick Apegos feroces (1987).
Se tienen también letras del embarazo y de la maternidad, las cuales empezaron alojándose en la literatura de autoayuda Ha nacido una madre (2024) de Paula Camarós Ruiz y un largo etcétera. Emma Ruiz, de Guadalajara, Jalisco publicó en (2011) Mi diario de la maternidad, donde nos advierte que quien no siente un profundo deseo de ser madre, es mejor que no lo haga, porque la maternidad no es nada fácil.
También existe literatura sobre maternidades cuestionadas, como el libro Silvia Nanclares (2017) Quién quiere ser madre, donde refiere la reproducción asistida como manera de acceder a la maternidad. El libro Madres arrepentidas de Oma Donath (2015) refiere a madres desesperadas, defraudadas, irrealizadas, deshechas. Guadalupe Nettel (2020) en La hija única, cuenta tres historias que se entrecruzan en tres maneras de asumir la maternidad. Una de las protagonistas está embarazada de una hija que no podrá sobrevivir. En el libro No madre (2017) María Fernández Miranda advierte que todavía en el siglo XXI se tienen que dar explicaciones cuando una mujer decide no ser madre, en un ensayo lúcido en defensa de la libertad de no ser madre.
Tendríamos que hablar también de la literatura de la maternidad obligada, casi el tema del costumbrismo mexicano. En los últimos años sobresale El cuento de la criada de Margaret Atwood donde las mujeres fértiles son obligadas a concebir para otras.
Otras temáticas corresponden a maternidades que no fueron como el libro de Paula Bonet Cuerpo de embarazada sin embrión, que desgarradoramente narra el duelo por los hijos perdidos y no nacidos.
En el siglo XXI se tiene literatura sobre el aborto como Aborto en la escuela de Kathy Acker, en el cual, sin eufemismos se narra la experiencia del aborto o el de Annie Ernaux (2000) El acontecimiento en el que narra el intento de un aborto solitario.
Existe una literatura extensa en las letras mexicanas sobre la maternidad a la cual no me voy a referir en el presente texto. También una literatura de adopción o de personas de la diversidad sexual que bien vale la pena estar al tanto de estas letras.
Quisiera referirme a una literatura de no ficción relacionada con hijos desaparecidos; a esta literatura pertenece el libro de Cecilia Flores, madre buscadora de Sonora que escribió Crónica de la desesperación (2023, editorial Fondo Blanco), donde relata su historia; la de una madre que, pese a las adversidades, remueve tierras para buscar a sus dos hijos desaparecidos.
La maternidad ha sido considerada un tema menor en la literatura comparado con la guerra, los descubrimientos, la ciencia, el heroísmo. En gran parte porque es algo que les acontece a las mujeres y ha sido considerado un acontecimiento natural. Las mujeres escritoras están aquí con sus letras, para resignificarlo. Desde la literatura del amor filial hasta la del desconcierto de enfrentarse a la decisión de ser madres.
Para terminar, relataré un cuento de mi autoría en el libro Las curaciones de la Negra y otras historias.
¿Usa bikini?
-Sí, dije débilmente por la anestesia que cerraba mis ojos y mi cuerpo.
Cuando desperté, tenía un pequeño bulto junto a mí. Dijeron que era mi hijo. Sentía la piel caliente a punto de explotar. Un intermitente cólico atravesaba mi vientre; me escurrían líquidos de mi vagina, de mis pechos. Me dolía la piel.
- Es lindo, ¿verdad?
Veía el bulto y me preguntaba ¿dónde está el amor de madre? Pensé que al tenerlo en brazos sentiría cariño o algo así. Nada. Supuse que tal vez, tengo atrofiado ese sentimiento. Mi madre y hermanas se desvivían por contar las linduras del niño. Yo sentía que me costaba trabajo respirar cuando me lo acercaban. Tal vez así sea el amor de madre, empieza de la nada, con el cuerpo magullado; las entrañas, lastimadas.
—¿Por qué preguntó si usaba bikini? —interrogué al médico, tiempo después.
—La operación debe ser horizontal para que la cicatriz no se vea.
Poco a poco me acostumbré a mi hijo; desde luego que no quise tener más. Por cierto, dejé de usar traje de baño de dos piezas.
Publicado en Meridiano de Nayarit, Tepic, Nayarit, 10 de mayo de 2025.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx
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