lunes, 26 de abril de 2021

Como si las mujeres importaran

La razón no tiene capacidad 

de convencernos 

de que seamos decentes. 

Victoria Camps. El gobierno de las emociones. 

Al depositar la basura en el frente de la casa, antes de que pasara el camión recolector, a una de mis hijas, un hombre que pasaba en bicicleta, le levantó la falda. En la campaña electoral vimos a un candidato a gobernador, tocar las nalgas de una candidata. 

 

¡Qué delgadas son las paredes entre una emoción y otra! Nos indignamos con el candidato que toquetea a una candidata en plena acción electoral; nos llenamos de ira-dolor-asombro ante la maestra golpeada por su esposo en plena clase virtual; nos preocupamos por algo más que le pudiera haber pasado a la hija. Somos desdichadamente sabedoras de lo poco que pueden hacer las palabras para plasmar las emociones que nos recorren, como Cordelia en el Rey Lear mis labios no pueden expresar lo que siente mi corazón.

 

En la república laica, todos los seres humanos deberían tener el mismo valor, las mismas posibilidades, pero en la sociedad realmente existente, las mujeres son consideradas inferiores, apropiables, disponibles, denigrables. Por eso, acudimos a exigirle al Estado su deber de garantizar la integridad de las mujeres; sin embargo, el Estado está organizado a partir de la asimetría de mujeres y hombres. 

 

¿Por qué los hombres tienen el derecho de ultrajar a las mujeres? ya sea un bicicletero desconocido, un maestro de universidad o un político; no importan las jerarquías, la escolaridad ni la procedencia social: en todos los casos, los hombres se asumen con el privilegio de mancillar a las mujeres. 

 

El dominio del colectivo hombres al colectivo mujeres se puede considerar como la primera dominación dentro de la especie humana, incluso antes de la dominación de raza o de clase. El aprendizaje del sometimiento del otro se realizó de hombres hacia mujeres: la subyugación y abyección. De ahí derivan todas las esclavitudes, explotaciones, sometimientos, ultrajes que ha experimentado la humanidad en pueblos colonizados, en cuerpos racializados, en grupos tribalizados, en identidades negadas, etc. 

 

La posición dominante de los hombres sobre las mujeres provoca el desprecio por lo femenino al mismo tiempo que un afán de posesión y control absoluto. Lo inferior me pertenece porque soy superior. La masculinidad dominante egocentrada no controla emociones, impulsos propios ni reconoce sentimientos de las y los demás. No se trata de conductas atípicas o anormales de hombres furiosos o que pierden el control, se trata de relaciones de poder entre mujeres y hombres.

 

Como toda relación de poder, inflige sufrimiento, aunque ellas, aparentemente, consientan ese sufrimiento. ¡Oh, el largo aprendizaje de aceptar la sumisión en nombre de las buenas maneras, la costumbre, los hijos, la sociedad, los dioses, la tranquilidad! 

 

Los varones, como el esposo-maestro que atacó a la profesora en plena clase, esperan que las conductas de los demás se realicen de acuerdo a su voluntad, a su ley, a su autoritarismo. Cuando no sucede así, hacen uso de la violencia-rabia, de la violencia-agresión, de la violencia-denigrante. La violencia siempre tiene que ser frente a otros: sean los hijos, el público o quienes presenciarán el acto de campaña. Esa conducta tiene un efecto disciplinar en quienes ven y después, en quienes lo sepan; nunca en solitario ni en la clandestinidad. 

 

El hecho, aunque haya sido efectuado en la intimidad de una casa o en el anonimato de una banqueta, podrá ser contado dentro de las hazañas masculinas ante otros públicos que lo alaben y reconozcan “la hombría”. Será el reconocimiento del líder capaz de someter a las mujeres y con ello, establecerse por encima del común de los hombres. Para él será un trofeo de la supremacía masculina, pero esa injuria quedará para siempre como marca del hombre violento, surcará su cuerpo, anidará en su mirada, lacerará su sueño. ¡Lo reconoceremos!

 

Las mujeres somos importantes en la democracia, en la vida social, en el acontecer humano. El Estado debería hacer que las mujeres importen y no solo parecerlo. 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 26 de abril de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

martes, 20 de abril de 2021

En las noches de abril

En las noches de abril mansas y bellas, 

en tanto que recuerdas o meditas, 

ascienden al azul las margaritas 

y se truecan en pálidas estrellas.

 Amado Nervo

 En el libro de Lengua Nacional de segundo año, leímos la poesía ¡Ya llegó abril! 

El ave canta en el boscaje,

la flor revienta en el pensil,

el campo estrena nuevo traje,

¡ya llegó abril, ya llegó abril!

 

Más que marzo, abril es el mes de la primavera. Quizá porque en marzo, todavía los vientos fríos nos recuerdan el invierno que no acaba de irse. Muchos años después encontré otro poema de Nervo (Tepic, 1870-1919), donde también recuerda el mes de abril: “En las noches de abril”, el cual abre el poemario Perlas Negras. En el poema, las noches de abril revelan, al poeta, margaritas en los campos, las que se convierten en estrellas en el firmamento. Las estrellas presienten el futuro porque han sido astros y, al mismo tiempo, comprenden el amor, porque han sido flores.

 

Abril se instala como un mes travieso, juguetón, sonriente donde el aire amarillo inunda el paisaje exterior e interior. Antonio Machado (Sevilla, 1875-1939), evoca abril:

 

Era una mañana y abril sonreía

frente al horizonte dorado moría,

la luna muy blanca y opaca.

 

Abril ha sido un mes muy celebrado dentro de la poesía como época de florecimiento, de juventud. Es tan fuerte su energía que Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916), se quiere apartar de él, como del dolor (El verso sutil que pasa o se posa)

 

Líbranos, Señor, de Abril y la flor

y del cielo azul, y del ruiseñor,

de dolor y amor, líbranos, señor.

 

Porque abril es ese mes risueño donde la naturaleza se muestra esplendorosa, al menos para quienes habitamos el hemisferio norte. Sin embargo, quien lo ve, desde el dolor, se apropia de otro enfoque. Este es el caso de Dolores Veintimilla (Ecuador, 1829-1857), para quien la ausencia del amado se asemeja a la falta de rayos del mes de abril (Quejas):

 

Sin él, para mí el campo placentero

en vez de flores me obsequiaba abrojos:

sin él eran sombríos a mis ojos

del sol los rayos en el mes de abril.

 

Para Rosalía de Castro (España 1837-1885), los hijos que mueren son rosas tempranas de abril. El pulso del poema es desde el interior: (¡Ay! Cuando los hijos mueren)

 

¡Ay!, cuando los hijos mueren,

rosas tempranas de abril,

de la madre el tierno llanto

vela su eterno dormir.

 

Carolina Coronado (España 1820-1911), equipara el rostro del hijo dormido, con las auras del aromado abril (A Emilio dormido)

 

Exhalan el aliento

sus labios bulliciosos

más dulce que las auras

del aromado abril.

 

Abril se retoma de acuerdo a lo que cada poeta pretende revelar, porque la poesía, es eso: palabra que muestra, que ilumina, que devela. Neruda (Chile 1904-1973), se nos antoja epistemológico porque se pregunta si el abril es el mismo para todos, con ello nos introduce en otro ámbito de la subjetividad: puede ocurrir lo que sea en lo que llamamos exterior, pero el significado lo otorga cada quien (El 4 es cuatro para todos):

 

El cuatro, ¿es cuatro para todos?

¿son todos los sietes iguales?

cuando el preso piensa en la luz

¿es la misma que te ilumina?

¿has pensado de qué color

es el abril de los enfermos?

 

Veamos, ahora, este verso juguetón de José Martí (Cuba, 1853-1895), titulado, precisamente, Abril, el cual no podemos leer sin cantarlo en la interpretación de Pablo Milanés:

 

Juega el viento de abril gracioso y leve

con la cortina azul de mi ventana:

da todo el sol de abril sobre la ufana

niña que pide al sol que se la lleve.

 

Otros poetas también han celebrado abril: Rubén Bonifaz Nuño, Meira Delmar, Ernesto Cardenal, Federico García Lorca, Blanca Andreu, Lope de Vega, Nicolás Guillén. Para poetas, mujeres y hombres, abril es una metáfora a través de la cual expresan diversos significados; es sentir el mundo tal como lo han sentido, lo que nos permite atisbar a esos momentos de intimidad capaz de configurar otro sentido a las palabras, a los meses, a la luz, a la tibieza de las noches del mes de abril. 

 

Abril puede ser un sustantivo, un adjetivo; un aroma, un color, un juego. Para ti, ¿qué es?

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 20 de abril de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

miércoles, 14 de abril de 2021

Promoción política de las mujeres

El poder es el arquitecto de todos los discursos…

También fabrica a quien se le opone.

 

Amelia Valcárcel. Sobre Mujeres y Poder 

Por primera vez, la mitad de quienes compiten en las elecciones 2021 son mujeres. Ello significa la presencia de mujeres como grupo competitivo en las elecciones y, por lo tanto, la posibilidad de que puedan conformar la mitad de quienes ocupen cargos elegibles.  

La presencia masiva de las mujeres da lugar a las siguientes preguntas ¿desde qué lugares participan las mujeres en política? ¿cuáles son los imaginarios que se mueven respecto de las mujeres en la arena electoral? ¿cómo actúa el sistema político a partir de la organización de la vida humana en pública/privada en la actuación de las mujeres en la política?

 

Si bien estamos de acuerdo en que el sistema político produjo al varón como el sujeto de la política, también lo es que el poder construye a los otros sujetos sobre los que se ejerce el poder; es el caso de las mujeres, constituidas como seres sin poder. Por ello, la primera crítica a las democracias fue la negación de las mujeres como ciudadanas, por lo tanto, se considera una democracia incompleta al no incluir a la mitad de la población. Las mujeres fueron un grupo construido sin participación en las decisiones públicas.

 

En la actualidad, las mujeres incursionan en el poder, pero no lo hacen como colectivo de mujeres, sino que las mujeres participan a partir de sus propias condiciones personales, de procedencia geográfica, de vinculación familiar, de edad, etc. Sin embargo, una vez que las mujeres acceden a puestos de poder, inicia un proceso de reconocimiento entre ellas, capaz de conformar colectivos generacionales en aras de metas comunes. Las mujeres en la política se diferencian de la élite masculina, pero también de la masa de mujeres porque se trata de mujeres que generalmente tuvieron acceso a mayor educación, y, en una cierta cantidad de casos, fueron socializadas al interior de familias vinculadas a la política. 

 

El escenario político electoral está signado por la lógica del poder definido desde los varones. Las mujeres deben actuar en él a partir de reglas, guiones, luces y tramoyas, establecidas previamente. De ese entramado será difícil escapar, por lo que más bien, a la puesta en escena se agregan las mujeres, en una lógica de que éstas entran a la política, cuando la política ya tiene sus reglas establecidas desde los sujetos masculinos; sus modos de generar acuerdos y alianzas, formas de cabildear, de recompensarse, etc.

 

Durante las campañas, las mujeres candidatas acentúan las características que las hacen idóneas para gobernar, porque tienen que estar demostrando capacidad para ello. Los hombres no tienen que demostrar que pueden gobernar, puesto que se da por hecho que lo pueden hacer. En cambio, las mujeres son vigiladas permanente por diversos actores: políticos, periodistas, académicos, grupos de análisis, etc. En la contienda, acentúan aspectos de su propia condición de mujeres; así vemos campañas a partir de imaginarios desatados por ser mujeres. Por ejemplo, el eslogan de la candidata del PAN a diputada local de Jalisco, cuyo lema dice: Hazlo conmigo (el cambio) no con la MORENA, claramente tiene una connotación sexual. 

 

Las mujeres compiten electoralmente contra contendientes mujeres y hombres. En esa competencia se puede observar el subtexto de género con contenidos propios de los estereotipos asignados a las mujeres que responden a su labor en la familia. De esa manera encontramos candidatas que resaltan su capacidad: Lupita Jones “Me siento una mujer muy capaz” que contiende por la gubernatura de Baja California; “Nos crecieron alas”, de Gloria Núñez por Nayarit; Clara Luz Flores, que propone construir centros geriátricos en Nuevo León; Indira Vizcaíno, candidata de Colima cuya campaña se basa en recuperar valores de la familia. 

 

En el momento actual, se espera que las mujeres lleven lo mejor de la vida privada al escenario público: la supuesta honradez, cumplimiento, responsabilidad, ética de cuidado del dinero público; cualidades desarrolladas en el ámbito doméstico y consideradas virtudes femeninas. Se sigue esperando de ellas que se comporten en base a una “esencia” femenina (que no existe). Aún las mujeres que participan en los primeros niveles de la política son valoradas desde la mirada sexista de que ellas pertenecen al ámbito doméstico y desde ahí se valoran sus acciones. 

 

Si la promoción de las mujeres en la política deriva de cualidades desarrolladas en el ámbito privado ¿ello las hará competitivas electoralmente? ¿son esas cualidades las necesarias para llegar al poder y ejercerlo? 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 13 de abril de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

martes, 6 de abril de 2021

¿Pueden los partidos políticos ser feministas?

El movimiento feminista

 no pretende cambiar a las mujeres, 

sino cambiar al  mundo.


Argos Panoptes, en la mitología griega era un gigante con cien ojos. Los ojos dormían alternadamente, por lo que, al tener siempre ojos abiertos, se le consideraba un guardián perfecto. Hesíodo lo considera monstruo en la Teogonía.

 

De la misma manera podemos considerar a los partidos políticos respecto de las mujeres: cuando se logran avances para la libertad e igualdad de las mujeres, ahí están los partidos políticos con sus múltiples prácticas para buscar la forma de hacer retroceder esos avances. Los partidos políticos fueron clasificados como de derecha e izquierda respecto al mantenimiento del status quo. En cuanto más se alejaran del centro para hacer una revolución, se consideraban de izquierda; en tanto que su alejamiento del centro para ahondar en el conservadurismo, hizo que se les considerara de derecha.

 

Para los partidos políticos del Estado moderno, la contradicción principal era la referida al capital-trabajo. De ahí que el sujeto de las transformaciones hayan sido los trabajadores. Esa visión obnubiló otro tipo de tensiones y conflictos en las sociedades latinoamericanas: las de los pueblos indígenas, los pueblos campesinos, las juveniles y desde luego, las correspondientes a las mujeres y sus derechos.

 

Recuerdo las discusiones en la década de los ochenta, cuando se dio la conformación de la izquierda mexicana en el PSUM (Partido Socialista Unificado de México), donde las demandas de las mujeres eran consideradas como “demandas burguesas”, “contradicciones secundarias” o “traición ideológica”. En ese análisis, lo principal era luchar por el triunfo de los trabajadores, lo que traería aparejada la solución de otros conflictos. Por cierto, en esa época se nos decía que las demandas feministas correspondían a los países desarrollados, pero “mira, compañera, nuestra realidad es otra; aquí tenemos necesidades básicas. No somos Inglaterra ni Alemania”. Las demandas de las mujeres, sistemáticamente, fueron arrojadas al basurero, en los partidos políticos. 

 

Tuvo que consolidarse un movimiento feminista fuerte tanto en la academia como en la acción, para permear la democracia y el sentido común. Los avances desde el ámbito internacional, a partir de los Convenios y Tratados firmados por México han sido clave para hacer avanzar la normatividad de igualdad de representación de las mujeres. El movimiento feminista se piensa como un movimiento de izquierda, no porque pertenezca a un partido político de tal tendencia, sino porque sus postulados tienden a conformar otro orden social a partir de relaciones igualitarias del colectivo mujeres respecto del colectivo hombres. Relaciones igualitarias tanto en el imaginario colectivo, en el ámbito del conocimiento, en la economía, en el simbolismo, en la política, en la práctica; en todo.

 

Actualmente, el feminismo protagonizado por las juventudes articuladas alrededor del ocho de marzo, se articula sin partido. Los partidos políticos no saben qué hacer con ello, como tampoco lo sabe el gobierno. Aunque los Estatutos de los partidos hablan de igualdad entre mujeres y hombres, en la práctica, se muestran ciegos y sordos ante un nuevo actor social y político que desborda las definiciones de la igualdad domada que quieren ejercer los gerentes de los partidos políticos. El feminismo contemporáneo está dispuesto a romper todas las ventanas, a tirar todas las estatuas para lograr un cambio. 

 

Quizá los hombres de los partidos políticos ya no tengan conciencia de clase, pero sí tienen consciencia como colectivo de hombres.

 

Por eso, los partidos políticos no pueden ser feministas. Ni los de izquierda ni los de derecha; ni los de arriba o los de abajo: son complicidades entre hombres para pasarse, entre ellos, el poder, dejando intactas las relaciones asimétricas de género. En eso, están de acuerdo. Los partidos políticos están ahí, como Argos Panopte, con sus cien ojos viendo por dónde avanzan las mujeres para encontrar vías de obstaculización. Si logran cuotas electorales, consiguen candados para impedirlas; si conseguimos la paridad, buscan artimañas para retrasarla; si obtuvimos normatividad contra la violencia política, ensalzan a candidatos misóginos. 

 

Los partidos políticos son el monstruo de los cien ojos, cien brazos, cien artimañas para retrasar el avance político de las mujeres y no, no pueden ser feministas.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 7 de abril de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx