miércoles, 25 de noviembre de 2020

Ni trenzas ni piernas. La mirada lasciva hacia las estudiantes universitarias

 Teníamos dos opciones: 

estar calladas y morir

 o hablar y morir. 

Decidimos hablar. 

 

Malala Yousafzai 

 

Después de una conferencia que impartí sobre violencia en la educación superior, un profesor señaló que la violencia contra las estudiantes dependía de la sensibilidad de las jóvenes, “si la estudiante es de un ámbito rural y le digo `qué bonitas trenzas´, la muchacha va a ir con su papá, el cual va a regresar ofendido y voy a tener problemas. En cambio, si llega una estudiante de la Colonia Del Valle y le digo `qué bonitas piernas´, me va a contestar `gracias´; así que todo es cuestión de la `cultura´de la estudiante.

 

¿Por qué ese profesor y, seguramente otros, se sitúan en la posición de valorar a las estudiantes por las trenzas o por las piernas? Porque se trata de maestros depredadores para quienes las estudiantes son cuerpos y no personas que ejercen su derecho a la educación. Las mujeres somos valoradas por el cuerpo y no por el talento, de ahí que el profesor en cuestión lo que enfatiza de cada una es una porción del cuerpo que, al mencionarlo, al traerla al primer plano, le recuerda a la estudiante que es eso: un trozo de cuerpo a partir del cual desea apropiarse del todo.

 

El profesor expresa su deseo erótico porque vive en una sociedad que define al hombre como el deseante permanente y el deseo como configurador de la identidad masculina, continuo y permanente. El profesor lo manifiesta en la universidad porque ha convertido a la institución en un lugar de caza, donde las alumnas no son vistas como tales sino como mujeres: cuerpos apropiables.

 

Las instituciones de educación superior son lugares de visibilización del deseo sexual masculino traducido en violencia sexual contra las alumnas, aún cuando su misión y visión se elabore alrededor de la cultura y pretenda crear seres humanos integrales. Sus propósitos educativos no la eximen de que a su interior se desarrollen prácticas misóginas y machistas. La mirada lasciva que integrantes del profesorado pueden ejercer sobre las estudiantes es un ejemplo de considerarlas `presas´ utilizando la metáfora de la cacería.

 

Desde luego, no solamente el profesorado expresa violencia sexual contra las estudiantes, también lo hacen contra las propias colegas profesoras puesto que el lugar de supremacía masculina desde donde se ubican los hombres se extiende como conducta generizada sobre las mujeres. Estas son consideradas hembras de la especie y no colegas de trabajo. Las maestras han relatado situaciones donde los maestros se intercambian material pornográfico en las computadoras, que por “accidente” llega a los escritorios virtuales de ellas; utilizar doble sentido sexista cuando ellas están presentes; referirse a las profesoras en términos sexual-peyorativos; excluirlas de beneficios por no ceder a presiones sexuales; incorporar imágenes de mujeres desnudas en presentaciones académicas; entre otras. 

 

Los profesores que depredan en las aulas se interesan por las estudiantes únicamente por el deseo, por su propio deseo. Lejos están de tener intereses educativos, transmitir los saberes de una generación a otra y todos aquellos principios en que se asienta el propósito educativo. 

 

Las estudiantes, en los tendederos del acoso realizados alrededor del 8 de marzo de 2020 en universidades públicas, privadas, institutos tecnológicos y centros de investigación en todo el país, señalaron diversas situaciones de la mirada lasciva: “Asqueroso”, es uno de los calificativos que se repite de universidad en universidad: “El maestro N reprueba a sus alumnas y te invita a salir y así puedes pasar su materia”; El maestro N en clases nos dijo cómo drogar a una chava, porque si no es por las buenas, que sea por las malas”; El profe N nos dijo en clase que si una mujer la violan es porque quiso, que todas se pueden defender”; ‘’Si tienes sexo conmigo, te estarías ganando el trofeo de derecho, así me dijo el profesor N que se cree muy guapo. Da asco”; El profesor N me dijo que me aprobaría en una materia si le hacía un masaje en un lugar privado” y otras.

 

Los principios educativos pierden vigencia cuando dejamos de considerar que quienes participan en la educación son personas que trasladan a las universidades las relaciones de violencia asimétrica entre mujeres y hombres. Se supone que la educación permitirá a las mujeres lograr mejores lugares sociales, capacitarlas para el trabajo y proveerles herramientas para la vida. Todo ello se convierte en nugatorio cuando las instituciones educativas son permisivas de estas conductas de algunos profesores. Es cierto, no se puede generalizar, pero tampoco es la excepción. No es un problema del presente, sino que se trata de prácticas reiteradas que integrantes de diversas generaciones han testimoniado. Lo que sí sabemos es que el hostigamiento sexual del profesorado hacia estudiantes ha sido una de las conductas que ha quedado impune, en general, en las universidades.

 

Se debe desestructurar la violencia sexual en la educación superior y ello pasa por no permitir la impunidad de los depredadores, no ser cómplices de las agresiones desde la jerarquía, pero en ocasiones no se les puede tocar a los honorables maestros ni con el pétalo de un tendedero. Los reglamentos, los contratos de trabajo, los sindicatos se convierten en fortalezas para la impunidad masculina. 

 

Las jóvenes llegan a la universidad en el ejercicio del derecho a la educación, pero en la mirada lasciva del profesorado son transformadas en cuerpos deseados: en trenzas, en piernas. Sin embargo, ingresar a las universidades debiera significar entrar a un espacio de igualdad. 

 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, noviembre 24 de 2020.

 

Nos metimos a la revolución. Mujeres nayaritas y la revolución mexicana


Nacha Ceniceros domaba potros 

y montaba a caballo mejor que muchos hombres…

Se fue a la revolución porque los esbirros 

de don Porfirio le habían asesinado a su padre... 

Ahora digo, y lo digo con la voz 

del que ha podido destejer una mentira:

 “Viva Nacha Ceniceros, coronela de la revolución

 

Nellie Campobello. Cartucho

 

“Yo ayudaba a tu abuelo a cargar los rifles cuando se le acababan los cartuchos. Una vez él tuvo que escapar por la azotea, pero yo seguí disparando para que creyeran que era él”. Nos contaba mi abuela cuando alguna tarde se acordaba. 

 

En Nayarit se libraron diversas batallas, revoluciones locales con causas propias derivadas de la revuelta general, sin que formen parte de las narraciones de la historia nacional porque como sabemos, aquí no libró ninguna batalla heroica Pancho Villa, ni llegaron los ejércitos de Emiliano Zapata. Sin embargo, la revolución provocó diversas revueltas en las haciendas, en el cambio del poder que introdujo un tiempo nuevo para las mujeres y los hombres.

 

¿Participaron las mujeres nayaritas en la revolución mexicana? Desde luego, las revoluciones nunca se hacen sin las mujeres. Las mujeres participan porque son parte de la sociedad, participan desde su misma condición de mujeres sólo que en este caso, las actividades que se realizaban al interior del hogar, se tuvieron que realizar fuera del hogar. Lo privado se trasladó a lo público. 

 

A ellas les tocaba preparar la comida para los soldados de cualquier bando de la revolución porque todas las facciones: zapatistas, villistas, carrancistas necesitaban mujeres que los mantuviera listos para la contienda. Por eso, llegaban a los pueblos a robarlas, a forzarlas a irse con ellos.  Las querían para que echaran tortillas y les sirvieran de mujeres. Pero los contextos donde se realizaban los roles tradicionales se modificaron y con ello, los propios roles. 

 

La revolución, para las mujeres, significó el fin del enclaustramiento del hogar para ser lanzadas en tropel, en masa, a lo público, ya sea que se hubieran incorporado dentro de la soldadesca o no, porque aún permanecer en la casa, buscando la forma de esconderse de los revolucionarios, significó una nueva visibilización femenina. 

 

Las mujeres significaban cuerpos disponibles y comida para los bandos contendientes; por todos podían ser violentadas y llevadas a la fuerza. En medio de esa violencia, tenían que inventar estrategias para asegurar la comida para la familia. En entrevistas realizadas a mujeres que habían vivido la época de la revolución mexicana, nos dejaron sus testimonios. Florentina Lomelí nos dijo: “Torteábamos la masa entre las rodillas para evitar que palmearlas nos delatara o en las piedras del arroyo molíamos los elotes para hacer unas gordas todas pallanadas”. María Montes explicó: “…torteábamos despacito, despachurrando la harina podridita, ya con gusanos, y dizque torteábamos apachurradito para no hacer ruido”[1].

 

Los grupos armados robaban el fuego de las mujeres como una estrategia para desbaratar las posibilidades de resistencia de los grupos contendientes. En realidad, se trataba de la destrucción de una de las herramientas de trabajo de las mujeres, a través de la cual se organizaba la sobrevivencia familiar. Por ello, las mujeres recuerdan la destrucción de las propias condiciones para sobrevivir Braulia Cortéz recuerda: “…se fueron en la noche, se llevaron el tizón de mi lumbre porque si se me apagaba tenía que sacar lumbre tallando de un ilabón en una piedra que tenía que estar soplando hasta que hiciera ruido”. El fuego significaba la posibilidad de cocinar, de ahí que las mujeres del campo nunca apagaban el fuego ya que significaba la pérdida de un capital familiar.

 

El sobresalto que significaba un bando o el otro, era vivido por las mujeres de manera igual. Guadalupe Ramírez dijo:

 

“Cuando la revolución, yo tenía seis años. Me acuerdo que me metían debajo de la cama porque caían las balas encima de las tejas que por poquito y me caía un pedazo en la cabeza. Me tenían arriba primero y ya vio mi mamá eso y me metió debajo de la cama, ahí dice; si no lo mata una bala la va ha matar una teja. Me metió debajo de la cama, duró 24 horas el tiroteo, ahí en lo que es La Loma, lo que es la arboleda esa que ahí está. Entonces era puro llano, llanos con zacatito bajito y a la pura mitad había un kiosco, alrededor del kiosco hicieron un cotín y luego arriba en el piso pusieron costales llenos de arena que cupiera un hombre para checar y por allí metían los cañones para estar contestando al fuego. Duró mucho ese tiroteo, pues empezó a las cuatro de la mañana, duro todo el día y toda la nochi hasta como a la misma hora que empezó ya fue calmando”. 

 

Si los hombres significaron tropa de a pie, carne de cañón, para los distintos bandos, las mujeres se convirtieron en botín, en víctimas del desabasto. 

 

Las mujeres hicieron posible la revolución porque sin ellas no hubiera sido posible el mantenimiento de los combatientes ni la conservación de las mínimas posibilidades para continuar la vida, pero, al terminar la revolución, las devolvieron al hogar sin derechos. Tuvieron que librar otras batallas para conseguirlos. 

 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, noviembre 17 de 2020.

 



[1] Algunas de las entrevistas fueron tomadas del libro Cien Revoluciones (Lourdes Pacheco y Enedina Heredia, coordinadoras), editado por la Universidad Autónoma de Nayarit, 2005

martes, 10 de noviembre de 2020

¿Administración masculina de la paridad?

Cuando las mujeres ocupan puestos de liderazgo,

 crean sociedades más igualitarias, 

más representativas, más justas, 

más diversas y más transformadoras.

 

ONU-Mujeres

 

La aprobación del Instituto Nacional Electoral (INE) de los lineamientos de paridad en las elecciones de las gubernaturas que estarán en contienda en 2021 ha ocasionado malestares al interior de los partidos políticos, por decir lo menos. El INE resolvió que, atendiendo al principio de gradualidad, los partidos políticos deberán postular a siete mujeres de las 15 gubernaturas que estarán en juego.

 

La paridad en todo se estableció en junio de 2019 en la Constitución General de la República para reconocer el derecho de las mujeres de participar en todos los ámbitos del poder. En los casos de nombramientos unipersonales como son las gubernaturas de los Estados, el INE tomó el criterio de paridad respecto de los partidos políticos a nivel federal; por ello, al ser partidos nacionales, los obliga a postular siete candidaturas de mujeres, la fracción más cercana a la mitad de 15, número impar. 

 

Desde que se establecieron las cuotas de género en la legislación electoral, la clase dirigente al interior de los partidos políticos ha utilizado diversas estrategias para convertirse en los administradores de las cuotas. Desde la designación de mujeres cercanas a los dirigentes políticos; el nombramiento de mujeres en distritos perdedores; la preferencia por mujeres “dóciles”; el nombramiento de mujeres “ad hoc”, para que una vez obtenida la elección, dejaran el lugar a hombres; hasta el surrealismo de declararse “mujeres” para entrar en la cuota perteneciente al género femenino. Ante estas, y otras argucias, las mujeres organizadas han actuado de tal manera de evitar la simulación en las candidaturas de mujeres. Ello se ha obtenido a través de judicializar los lineamientos de cuotas y ahora, de paridad, así como hacer avanzar la legislación y crear una cultura política de igualdad sustantiva.

 

¿Por qué los hombres de los partidos políticos se incomodan ante los lineamientos del INE? Porque la designación de las candidaturas al interior de los partidos políticos se realiza dentro de las negociaciones que los varones realizan para sí mismos. La larga historia de compartir el poder entre ellos, como su monopolio, les ha dado la expertir para negociar como cómplices a partir de reglas no escritas en base a pactos donde ganan como colectivo de varones. Más de uno ha “preparado” los territorios para que las encuestas les favorezcan: han repartido despensas, gestionado obras públicas desde su cargo de diputados o senadores, etc. Entonces, el hecho de que se postule a mujeres, se interpreta como un desplazamiento, tirar a la basura lo realizado ya que se alteran las reglas del juego. 

La paridad los agrede porque señala la impostura de usar el poder para su beneficio como colectivo de varones. El poder significa reconocimiento, disponer de recursos y personas, acumular prestigio, participar en la designación de proyectos, obras, etc. Eso es parte de lo que no están dispuestos a compartir. 

 

El modelo de decisiones al interior de los partidos asume las características de la toma de decisiones varoniles: 1) las decisiones las toman sólo los hombres; 2) las relaciones que privan entre ellos son de negociación que les permite obtener beneficios individuales tipo “amarre de compromisos”; y 3) el triunfo será para el colectivo de varones ante las mujeres, quienes son excluidas. Al interior de los partidos, legitiman la toma de decisiones entre ellos como la forma en que se deben tomar las decisiones en los diversos ámbitos.

 

Por ello, la inevitable presencia de las mujeres en la democracia y al interior de los partidos, irrumpe las formas de toma de acuerdos por parte de los hombres, ya que plantea nuevas articulaciones entre mujeres y hombres fuera de los pactos masculinos basados en los varones como los dueños de la política. Es más, rompen las decisiones tomadas desde la dominación y supremacía de los varones.

 

Los hombres no saben tomar decisiones políticas con las mujeres, puesto que la larga historia de la dominación impide considerarlas sujetos de igualdad. De ahí que las dirigencias de los partidos políticos pretendan administrar la paridad desde la dominación masculina. Es cierto que las disposiciones constitucionales, la legislación de igualdad y los lineamientos del INE están ahí como marcos de actuación, pero todo ello toma sentido, se acuerpa, en las tomas de decisiones que mujeres y hombres concretos deben tomar. 

 

Las mujeres hemos avanzado paso a paso para estar en el poder: defendemos lo que logramos y continuamos; con ello, abrimos la democracia a las mujeres en tanto sujetos excluidos y reconocemos la exclusión de otros sujetos. 

 

La paridad política rompe el monopolio de las decisiones de poder de los hombres sobre la política y sobre las mujeres. Tenemos que argumentar jurídica y socialmente la legitimidad de la paridad en las gubernaturas ante las resistencias de la clase política masculina que, atrincherada en la misoginia, intenta hacer nugatorios nuestros derechos.

 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, noviembre 10 de 2020.

 

martes, 3 de noviembre de 2020

Día de (90 mil) muertos


Todo es mío, nada en propiedad, 

nada en propiedad para la memoria, 

y mío solo mientras miro. 

                                                                                                                                        Wislawa Szymborska

No fuimos al panteón a visitar las tumbas de nuestros muertos ni asistimos a la fiesta de los altares que año con año se lleva a cabo en universidades, oficinas, plazas públicas, auditorios. La conmemoración de los muertos la llevamos en silencio quizá porque los más de noventa mil muertos de este año están muy recientes para pensar en el jolgorio. O tal vez, porque las muchedumbres.

 

No puedo contar día a día quienes murieron este año, ni siquiera puedo retener el número de quienes están muriendo en este momento. En un instante, la vida vivida y al siguiente, la muerte acechando. Toda la muerte convertida en números. No es que no lo supiéramos antes, sino que el coronavirus se ha convertido en el abismo que bordeamos cada día.

 

Hemos visto crecer la cifra cada mañana como si la muerte fuese un precipicio que nos rodea: más ancianos que mujeres, más hombres que niños. Desde cualquier lugar, se puede dar el paso hacia ese lugar del no retorno, de la desesperanza. Saludas a alguien hoy, sin saber si mañana entrará, o entraremos, a las cifras.

 

¿Cómo nos hemos desacostumbrado a nosotras mismas, al orden que trae el día, al orden de la noche? No nos despedimos, no nos abrazamos. Los rituales de antes los hemos sustituido por gestos de lejos, sonreir con los ojos, llamadas por teléfono. Apenas adivinamos el guiño bajo la mascarilla y la careta. Vivimos en una realidad alterada donde la bienvenida y la despedida se convierten en miradas. Las niñas que nacen las conocemos en las pantallas y a quienes mueren les decimos adiós en el dispositivo electrónico.

 

No hay tranquilizantes para las noches de insomnio. Enciendes la luz, abres el libro, lees unas líneas, lo cierras; enciendes la televisión, buscas la serie, la apagas. Intentas de nuevo dormir. Evita hablar contigo misma, evítate lo más que puedas. Los sueños vagan de aquí para allá, los pensamientos se desvanecen uno tras otro cuando empiezas a meditar para recuperar ese pedazo de vuelo del sueño. Alguien pasa por la noche, un gato se pierde entre las azoteas.

 

Compramos pan de muerto, hicimos chocolate. El pequeño altar casero contiene fotos de muertos recientes y los muertos viejos. El papel picado lo hicieron las niñas y niños como rito de la tribu a la que pertenecen. Ofrecimos sal y agua. Aquí está el anillo, allá el alfiletero. La madre nombra a familiares que solo ella recuerda; nosotras, evocamos a las muertes cercanas. El cirio prendido, las flores de cempasúchitl.  La nieta sigue la ceremonia porque es parte de un ritual que la incorpora y que ella, a su vez, revive con su presencia. Ahí estamos las que fuimos convocadas y las que llegamos para recordar a quienes, desde las fotografías, esperan ser nombradas. 

 

Volvimos a recordar a la que sembró hierbabuena para hacer un jardín; al que viajó a la montaña para encontrar el mar; la que enseñó el alfabeto para escribir bibliotecas; la que dio cuerda al reloj para salir del pueblo; al que regresó de su propio despeñadero; a la que tejió el tapiz de hojas secas. Los vimos volver en cada palabra de quien recuerda.

 

A los muertos los trajimos a casa para exhorcisar el olvido, el lugar de la verdadera muerte. Trajimos a quienes aún brillan en la memoria para seguir trayendo flores a casa, alegrarnos con las estrellas que titilan, para aligerar las palabras patéticas, cantar hasta las cinco de la mañana, embriagarnos en la sal del mar sin remodimientos, para comer pipián; para vivir.

 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, noviembre 3 de 2020.