lunes, 26 de febrero de 2018

Un millón de pesos por hermosear el mundo


Vences la terquedad del polvo
 en súbita victoria
 pero el polvo no pasa.
Como el sueño,
se instala en la quietud,
ingresa en la sombra.
Cuando descansas
prolonga su vigilia.

Somos polvo con vocación de sueño.

LP. Sacudidor


Hemos dicho adiós a una provincia en calma, a un mundo que se fue y no será jamás. En el tiempo nuestro no sólo los balazos pueden atravesar las ventanas de los automóviles, los interiores de las casas, las banquetas, sino que también se posesionan de los días que vivimos.

Más lejos de nosotros, los sismos arrasan países, pueblos. Otros desastres empobrecen a la mayoría de personas, desolan el mundo. Puede ser que todo esto haya estado presente en todos los tiempos, sin embargo, la cercanía en tiempo real nos hace partícipes de los sucesos.

La raíz de la poesía es la vida. La vida difuminada en múltiples vidas individuales, vividas de nuevo cada vez que un ser humano asoma al mundo y conservada en el recuerdo, en el pensamiento. Esta vida concretizada en el recuerdo tiene posibilidad de convertirse en experiencia vital cuando se reflexiona sobre la vida. Si la vida humana es igual para todos, ¿por qué quien escribe la saca de lo común para convertirla en lo extraordinario? ¿de qué manera la poesía se convierte en la armadura con la que superamos la caducidad de lo meramente empírico?, la convertimos en el ansia de algo verdaderamente perdurable de un mundo invisible.

¿Por qué escribir poesía? Porque el texto poético nos acerca a un mundo interior desde otro lugar, porque nos hace ver diversas aristas del mismo mundo en que vivimos. Porque la poesía acerca el mundo al mundo, abre la posibilidad de otras dimensiones dentro de la cotidianidad de la vida.

En el  corazón de la noche he visto lo viviente
afianzado sin llamas.

Amantes sin más resplandor que sus propios latidos
navegan en ondas de neón

Hemos sentido las alas oscuras del tiempo que pasa,
el aullido de lobos ansiosos.

Y los amantes perduran en su pasar.

en ese texto la noche es más noche porque la poesía devela un mundo que ya estaba ahí pero es el poeta el que tiene el don de hacerlo aparecer. Nosotros, los habitantes de la vida pasamos por la noche sin advertir “el lenguaje de neón” de la geografía nocturna. Las calles son calles, las cantinas arrojan borrachos en un ciclo ininterrumpido.

La noche deja de ser una división del tiempo para convertirse en el ámbito de personajes espirituales. Deja de ser el momento del sueño biológico para encarnar los sueños de la vigilia de los hombres y mujeres.

¿Dónde están los poemas antes de nacer? ¿Flotan sobre nosotros hasta encontrar una mano que las escriba o es el autor/a quien las hace renacer de su propia vida? Puede pensarse que la poesía se encuentra en todas partes si se tiene capacidad de verla, de sentirla, de tocarla, pero ¿quién tiene acceso a ella? Quien poetiza sintoniza la poesía del mundo y por eso produce poesía. Desde este punto de vista, hacer poesía es la actitud de vida de poetas.

¿Usted trabaja de poeta? Se le podría preguntar a quien fuera. Nos dirá que no, que tiene un trabajo común y corriente como usted o como yo. Tal vez tenga esposo, amante, amigos, va al mercado, maneja un coche, etc., sin embargo, en esa cotidianidad, un día extiende la antena de poeta y he aquí que atrapa uno o dos que andan flotando por encima de las tejas de su casa. Por la noche, mira y ve caminante bajo la luna escondiéndose de las balas de ciudades sitiadas.

Quien escribe poesía recupera las historias del tiempo, de la soledad y de los cuerpos. A su modo, también retrata el tiempo que le toca vivir aunque pareciera alejarse de los sucesos cotidianos. Sólo una vida libre de ancladura temporal pasaría por encima de los acontecimientos diarios, pero esa vida sería imposible, nos enmudecería.

Actualmente se ofrece dinero por maleantes porque el Estado es incapaz de asegurar una vida segura. Un millón de pesos se ofrece por la denuncia de delincuentes. Un millón de pesos debería de ofrecerse por cada poeta, por cada persona capaz de hermosear al mundo. Yo lo ofrezco aquí por la poesía, por hermosear y decirnos el mundo desde otro lugar.

Socióloga, investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina, el 26 de febrero de 2018


miércoles, 14 de febrero de 2018

Nos enseñan a amar. Entonces, desaprendamos


El día en que sea posible para la mujer
amar no por debilidad sino por fortaleza,
no por escapar de sí misma
sino para encontrarse a sí misma,
no para humillarse sino para reafirmarse;
ese día el amor será para ella,
como es para el hombre,
una fuente de vida.

Simone de Beauvoir

No existe una sola manera de amar sino que las formas de amor tuyas y mías son aprendidas de acuerdo la sociedad en que nacemos. Seguramente mi madre aprendió a amar con las canciones de Agustín Lara y las escenas del cine mexicano de la época de oro, pero para mis hijas las canciones de amor pasan por otros registros.
Somos herederas de las concepciones de amor de occidente, mezcla de los mitos griegos y romanos e influidos por el judeo cristianismo. En los mitos griegos existe una idealización del amor antes de que el cristianismo condujera el amor a la expresión actual con su imbricación de pasión-reproducción-sexualidad-matrimonio-monogamia-institucionalización del amor, como si todo fuese lo mismo. Antes de que el cristianismo vinculara la sexualidad a la reproducción, el placer tenía un estatus específico en las sociedades greco-romanas.
Los griegos tenían dos dioses para el amor: Eros (o Cupido) y Afrodita (o Venus). Eros es el cuarto dios que aparece en el relato mítico. Primero nace Caos, de ahí Gea (la tierra), posteriormente Urano (el cielo) y el cuarto dios es Eros. De acuerdo a Hesíodo, este dios simbolizado como un infante con arco y fecha, surge para que Urano y Gea se enamoren y empiecen a hacer el amor como necesidad ontológica que tiene el universo para empezar a poblar el mundo de elementos: montañas, ríos, aves, etc. Gracias al enamoramiento surge el mundo en que vivimos. De acuerdo al mito, el amor es una fuerza del principio ya que no basta la capacidad de crear, sino que es necesario que esa creación se realice por medio del enamoramiento.
Sin embargo, Gea se cansó de procrear las cosas de este mundo y le pidió a su hijo Cronos que la ayudara. Por ello, Cronos castró a su padre y arrojó los genitales al Océano. De la espuma del mar, surge Afrodita, la diosa del amor-pasión, capaz de volver loco a quien la viera a los ojos.
El segundo mito que nos toca muy de cerca es el que se conoce como la “media naranja”. Esta tiene su origen en Platón, quien hace decir a Aristófanes que en un principio los seres humanos eran dobles, por lo tanto, parecían una esfera: dobles hombres, dobles mujeres, dobles hermafroditas (mujer y hembra), pero los dioses tuvieron celos de su felicidad y los partieron a la mitad. De ahí, de la angustia que genera no tener la completud, surge el amor como una manera de encontrar la otra mitad.
El judeo cristianismo ignora la dimensión de placer de la sexualidad y la conmina solamente a la procreación. Para las mujeres, el mandato del amor es convertirse en seres de amor, subordinadas a la reproducción.
No hay amor sin cuerpo. Es el cuerpo donde habita el amor, se siente en determinadas regiones, se eriza la piel, el corazón palpita con otro ritmo. Ningún amor es solo idealización, sino que el sentido del amor pasa por el cuerpo: olemos al hombre salvaje en el otro, probamos los sabores y quedan en un memorial amoroso como reservorio para la vejez.  Aunque el cuerpo ya no acuda o no acuda pronto, está el recuerdo de cuando el cuerpo estuvo ahí.
A lo largo del tiempo, la pareja se convierte en el espacio simbólico del amor, pero no se trata de relaciones solo unidas por el amor, sino que intervienen relaciones de dominio y opresión. Las mujeres están obligadas a priorizar al otro, disminuyéndose a sí mismas.
El amor es una experiencia humana de relación, no solamente con la pareja sino que tenemos amor a una idea, a un libro, a un país. Aunque se nombre con el mismo término, no es lo mismo. Sin embargo, el amor es una experiencia vital que permite trascender. Quizá es un autoengaño humano, como Urano y Gea que necesitaron enamorarse para hacer surgir el mundo, también nosotros necesitamos sabernos enamorados para darle a nuestra vida esa apertura a la trascendencia.
Eros, el amor, es un dios intermedio. Anuncia una parte humana y una parte que está en otro lado. Propiamente dicho, el amor es la búsqueda del amor y no su realización. El amor implica una relación abierta para encontrar en el otro lo nuevo o como dice Lacan, morder la manzana es más que abrirse a lo prohibido, es encontrar lo que me permite otra manera de estar en el mundo.  Por eso, revisa qué te enseñaron del amor, cómo te enseñaron a amar para que puedas desaprender e inventar tu propia forma de amar.

Socióloga, investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina, 14 de febrero de 2018