lunes, 29 de marzo de 2021

La Semana Santa o la Pasión en la montaña

Es una característica muy importante de nuestra historia 

que esta leyenda de un dios muerto y resucitado 

surgió en partes muy diferentes del mundo civilizado antiguo.

 

Joseph MacCabe. El mito de la resurrección y otros ensayos.

 

Para Gabriela Gutiérrez y Socorro Varela 

con quienes recorrimos las montañas místicas.

 En una ocasión, un director de teatro dijo que en Nayarit no había teatro. Desde luego que discutimos, porque a mi modo de ver, tendríamos que definir qué se entiende por teatro. Pensé, desde luego, en las representaciones de la Pasión de Cristo, las “Judeas” que recorren los diversos pueblos de la Sierra del Álica y una buena parte de las localidades mestizas de Nayarit como Puga, San Pedro Lagunillas y Jala. Estuvimos de acuerdo en que esas representaciones tienen los mismos elementos que lo que se llama teatro, como: escenografía, actores, guion, público, vestuario, maquillaje, iluminación, sonido y director. Además de “apuntador”, alguien que está al tanto de que las líneas se digan como están escritas. 

El teatro popular tiene los mismos elementos, solo que quienes intervienen (actores, directores, maquillistas) no son profesionales, además de que una gran parte de las actividades, se realiza de manera colectivizada.

 

A la llegada de los españoles, a los indígenas les fue prohibido realizar celebraciones a sus diosas y dioses, pero encontraron, en la representación de la Semana Santa, la manera de seguir el culto a sus ancestros. En el hemisferio norte del planeta, la preparación de la tierra para la siembra inicia con el primer plenilunio después de la primavera, por lo que los pueblos agrícolas, celebraban, con diversas festividades, este acontecimiento: pidiendo permiso a la tierra, implorando lluvias abundantes, invocando nubes negras y truenos radiantes.

 

Las Judeas indígenas son representaciones de la Pasión de Cristo, según los pueblos Nayeri o Wixaritari; son las formas permitidas que encontraron para seguir realizando las invocaciones agrícolas para la siembra. Entre los Nayeri (o coras), la fiesta se centra en perseguir a Jesucristo-semilla, quien deberá ser sacrificado para volver a resucitar. En esta alegoría se encierra el misterio de que la semilla para poder germinar, debe morir. La semilla tiene que ser enterrada, cubierta por la tierra, para resurgir como una nueva planta. También los hombres deben enterrar su órgano sexual en las mujeres para fecundarlas. La semilla, el semen, el cristo, entran en un mismo plano que alude a morir para resurgir. Por eso, en las judeas nayeri se da un paralelismo entre los juegos sexuales y la pasión religiosa.

 

En todas ellas, desde la Judea de Santa Teresa, Mesa del Nayar, Jesús María, San Juan Corapan, Dolores, Presidio de los Reyes y otros pueblos, el guion es el mismo. Cambia la escenografía, los actores, el vestuario, etc. En todos, sin embargo, se trata de representaciones masivas donde los jóvenes indígenas se convierten en los actores principales de una representación que los saca de ser jornaleros migrantes o peones de albañilería para convertirlos por tres días y tres noches, en judíos gloriosos. Los cuerpos semi desnudos lucen en blanco y negro el jueves, para estallar de colores el viernes santo. Surgen del río por las madrugadas para correr vertiginosamente alrededor del lugar donde será crucificada la semilla-cristo.  Entejuinados o empeyotados, bailan a la luz de la luna y del sol; persiguen al Barrabás cubierto de barro; tocan minuetos, cantan en latín dentro del templo católico y prenden velas sobre el piso; queman chile para corretear a los turistas y muelen maíz para la comida ceremonial. Sus cabezas portan máscaras de amarillo delirante y cuernos morados, adornadas con pelo de jabalí y dientes de cerdo. Bailan, giran, corren, fornican. Enloquecen.

 

Las mujeres están en las orillas mientras los hombres indios-judíos-bestias simulan preñar, por igual, la tierra que las hojas de los árboles. Un rito de la masculinidad intergeneracional. 

 

La Semana Santa Wikaritari (huichol) es más espiritual. En San Andrés Cohamiata o en Huaynamota, la celebración es de una colectividad íntima, donde los que vamos de fuera, tenemos que quedar en los márgenes para no romper el misticismo de las celebraciones. Un Cristo revelado nos recibe desde lo alto de la cumbre en Cohamiata, donde la planicie nos acerca al cielo. Los wixarita, hirsutos, ignoran la presencia de quienes vamos atraídas por el misterio de la montaña. En Huaynamota, un Cristo muerto nos recibe al final del río, desde donde volvemos a ser las hijas del mundo elevando plegarias. En la noche, iluminada por cientos de velas prendidas en el piso, velamos al Cristo-Venado una noche, para que cuide por nosotras el resto del año. 

 

En Puga, el escenario es el Molino; en San Pedro Lagunillas, la laguna; mientras que en Jala, el omnipresente Ceboruco es el telón de fondo. En todas las judeas mestizas son los pobladores quienes se posesionan de las celebraciones: sin iglesia ni estado. La chirimía, ese instrumento musical prehispánico, nos traslada a un tiempo sin temporalidad, en el ritual. 

 

En las judeas indígenas y mestizas el protagonista es el pueblo. La iglesia y sus funcionarios curas y frailes, dejan de dirigir el culto. Es el pueblo el que se apodera del territorio, lo sacraliza con nuevos rituales e inserta a todas, locales y fuereñas en un tiempo abierto a lo sagrado a través del teatro: el único arte que nos enfrenta como seres humanos.

 

Por eso subimos a la montaña, para participar de un culto muy antiguo donde diosas y dioses son invocados. Las viejas madres de la tierra escuchan las plegarias; la lluvia anuncia su presencia; los Cristos prometen acompañarnos en la travesía. Después, vuelven los lucientes judíos a ser muchachos migrantes, jóvenes jugándose la vida pasando la frontera, muchachas trabajando en casas de Tepic, académicas con notas, turistas con fotografías. Sentir la fiesta de la montaña nos prepara, anualmente, para el honor de vivir. 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 29 de marzo de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

martes, 23 de marzo de 2021

Violencia urbana: la estatuaria masculina en Nayarit

Por un mundo donde seamos socialmente iguales,

 humanamente diferentes y totalmente libres

 

Rosa Luxemburgo

 ¿Sabe usted cuántas estatuas y bustos a hombres existen en Nayarit? Alrededor de 82. ¿Sabe cuántas estatuas a mujeres? Una, a Lola Beltrán en Santiago Ixcuintla. 

Además de las 76 estatuas dedicadas a hombres concretos, existen monumentos a actividades de los hombres como la del Buzo Ostionero en el Paseo de Aticama; el monumento a los Hijos Ausentes en Ahuacatlán; el Buzo en Bucerías; los Indios, en la glorieta de San José del Valle; el Bombero en la Estación de Bomberos de Tepic; el “Maestro forjador de la Patria” en la Plaza del Maestro en Tepic; el Huichol en la colonia Zitakua; el Soldado en la zona militar, los Héroes de la Revolución en Ixtlán del Río y el monumento en Honor a las Fuerzas Armadas en ¡la Ciudad de las Artes! de Tepic. Tan solo en la capital del Estado, registramos 36 estatuas o bustos a hombres con todo y la de Benito Juárez ya sea que la dejen en la glorieta Juárez o en el Jardín de los Constituyentes.

 

Existen estatuas con figura femenina, genéricas, no se refieren a mujeres específicas: La Hermana Agua en Tepic que es una estatua de una hermana sexuada y desnuda; la Loca de San Blas, producto turístico y mediático. Desde luego, se tienen cinco estatuas a la madre, en Ahuacatlán, Huajicori, Ruiz, Tuxpan y Tepic. También se tiene la Ángela de la Independencia, semidesnuda en la Avenida Insurgentes de Tepic. 

 

Se repiten las estatuas y bustos de Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Morelos y Emiliano Zapata, entre los más repetidos. También se tienen estatuas a Prisciliano Sánchez (Ahucatlán), a Lázaro Cárdenas (Estancia de Los López), a Eulogio Parra (Ixlán del Río), al Rey Nayar (en Tepic y en El Nayar), a José María Mercado (San Blas), Bibiano Dávalos López, Mateo Castellón Pérez y Adolfo Ruiz Cortínez (San Pedro Lagunillas), Esteban Baca Calderón (Santa María del Oro y Tepic); Antonio Rivas Mercado (Tepic) José Alfredo Jiménez y Germán Jiménez (Santiago, Ixcuintla) y otros. 

 

En Tepic, los Amados Nervos, son dignos de un estudio específico porque lo encontramos en busto en la Universidad Autónoma de Nayarit; de cuerpo completo a la entrada de Tepic; sentado en la Plaza principal y desde luego, un busto en el Museo que lleva su nombre. Además de un busto en el Ejido El Conde. También, en Tepic, se tienen estatuas y bustos a diversos hombres, desde un gobernador (Emilio González), el Papa Juan Pablo II, Francisco Villa, Agustín Lara, hasta el periodista Bernardo Macías Mora, etc. 

 

¿Por qué no existen estatuas a mujeres concretas? Porque los monumentos legitiman el orden del presente a través de la estatuaria que invoca el pasado y en ese pasado no están las mujeres, de acuerdo a la versión de los vencedores. Sí, es una verdad muy conocida la de que la historia la escriben los vencedores por lo que, en este caso, para los hombres vencedores de la visión histórica, las mujeres no han estado en la historia. Las estatuas convierten a las personas en héroes de acuerdo a la visión de quien escribe los hechos y en este caso, la historia de Nayarit ha sido filtrada desde la mirada masculina donde ellos son los protagonistas de la historia y, por lo tanto, los héroes que merecen homenajes y estatuas. Por eso se levantan estatuas entre ellos. 

 

Se llama violencia urbana el déficit de estatuaria femenina porque se hace pensar que las mujeres no tuvieron nada que ver con la construcción del presente. Su único lugar ha sido el de la maternidad. Como se ve, las ciudades no son neutras al género puesto que expresan las relaciones de poder entre mujeres y hombres. Veamos como ejemplo el del magisterio: tradicionalmente, las mujeres forman la mayoría de la planta docente de la educación básica; para el ciclo escolar 2019-2020, de acuerdo a cifras oficiales (estadistica.sepen.gob.mx), un poco más del 70 por ciento de quienes laboran como docentes en la Educación Básica en Nayarit son mujeres; en preescolar el porcentaje de mujeres es del 96 por ciento. Sin embargo, las estatuas del magisterio ¡son para hombres! Existen siete estatuas a maestros tanto en lo que se denomina “Plaza del Maestro” como dentro de la SEP. Ni aún en esa profesión mayoritariamente feminizada ninguna maestra ha merecido una estatua. Ahí están, claramente, las relaciones de poder.

 

Seguramente dirán: “no hay mujeres importantes”, porque la historia pasada por el filtro de la mirada masculina no ve a las mujeres, además de que lo que ellas hacen, no tiene interés. No obstante la ceguera, ellas estuvieron en la base de lo que hoy es Nayarit. 

 

El año pasado, en el 2020, a través del Colectivo Mujeres en Voz Alta hicimos la propuesta, al Gobierno del Estado, de que se levantaran, al menos, los siguientes monumentos a mujeres, como una mínima justicia restaurativa: 1. Señora Popualtzin, Gobernante de Xalisco a la llegada de los españoles; 2. María Paula de los Santos, en su casa de Tepic se preparó la insurrección indígena que sería encabezada por el Indio Mariano conocido como “Máscara de Oro, en 1800; 3. La Condesa de Miravalle dueña de minas y hacienda en Compostela que dio origen a la colonia Condesa en la Ciudad de México; 4. Las Hermanas QuinteroFrancisca y Maclovia Quintero, Victoriana Arroyo y Adelaida y Mariana Castañeda, que encabezaron un movimiento en la fábrica textil de Bellavista, el cual se considera uno de los movimientos más importantes de fines del siglo XIX; 5. Las Cristeras, quienes en la zona del sur, fueron clave para la resistencia cristera; 6. Maestra Rosa Navarroescribió 67 obras pedagógicas. Su nombre está incluido en el libro Mujeres notables mexicanas; 7Pintora Emilia Ortiz, única artista nayarita que ha sido integrante del Sistema Nacional de Creadores; 8. Estatua a las enfermeras, como un mínimo reconocimiento a su labor; 9: Estatua a las mujeres Wixaritari; 10. Estatua las mujeres Coras en el Nayar, porque ellas son las que sostienen la tradición cultural desde los márgenes. 

 

También proponemos dos estatuas como memoriales: el primero, levantar una estatua a Ana Cecilia Luisa Dailliez Larguiller, pareja de Amado Nervo, como memorial dedicado a todas las mujeres que han sido negadas y encerradas en su casa hasta la muerte. El segundo memorial estará dedicado a las niñas que han sufrido violencia física y sexual.

 

Como sociedad organizada no deberíamos permitir una estatua más a las heroicidades masculinas, sino antes bien, realizar una justicia elemental hacia las mujeres ya que las formas estéticas nos permiten recordar y conformar la memoria histórica del pasado y el sentido de vida del presente. Las mujeres hemos estado en los procesos históricos y estamos en el presente, la sociedad no se entendería sin los trabajos de las mujeres.  

 

(Además, se deben abrir averiguaciones para saber el destino de estatuas que desaparecieron de la ciudad de la noche a la mañana: La Estatua de Fray Junípero Serra, elaborada por Emilia Ortiz; la estatua de la Hermana Agua original, que se encontraba al final del parque Juan Escutia, la estatua de la Sirena que se encontraba en el Parque Mololoa, las Estaciones del año de la Alameda Central y la Estatua a la Madre que desapareció en una remodelación del Jardín Azcona. ¿Quién se apropió de estos bienes públicos?)

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 23 de marzo de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

martes, 16 de marzo de 2021

Del muro mental a la valla de acero

Ivonne, Joselyn, Fátima, Victoria, Brenda, Wendy, Paola, 

Berenice, Selene, Esmeralda, Claudia, Evelin, 

Eloísa, Gloria, Cristina, María Elena  

Nombres de mujeres en la valla de acero de Palacio Nacional 8M2021 

La valla de acero muestra el muro mental de un gobierno. Esa voluntad de no entender a las mujeres de otra manera que no sea llamándolas “corazoncitos”. En esa expresión se encierra el único significado que se da a las mujeres: seres domésticos, llenos de amor, encargadas de los niños, dispuestas a sacrificarse por los otros, cuidadoras del sueño de los hombres, admiradoras de sus logros.  

No, el gobierno de la 4T no ha entendido, ni seguramente entenderá, lo que significa el derecho a la igualdad de las mujeres. Su trato hacia las mujeres y sus movimientos son sexistas. Se trata de un sexismo de dos caras: por una parte, el sexismo de los patriarcas donde las mujeres están encerradas en el círculo en que se les ha asignado donde pueden ser lindas, tiernas y dóciles; inteligentes, desde luego. Y, por la otra, el sexismo violento donde los patriarcas deciden la vida y la muerte de las que transgreden el círculo. Al final de cuentas, cuando el primero muestra su inoperancia, se revela la cara real y descarnada de los patriarcas, sus pactos, alianzas y complicidades.

 

Los patriarcas se reconocen entre ellos, aunque sean intelectuales como Andrés Roemer o quienes se equiparan a una de las fuerzas salvajes más emblemáticas, el “Toro” de Félix Salgado. Laicos, o religiosos como Jassón Joaquín García de la Luz del Mundo, o el Padre Maciel de los Legendarios de Cristo; con o sin partido como Cuautémoc Gutiérrez de la Torrre, del PRI, acusado de trata de personas. En todos los lugares, arriba, abajo, en los centros educativos, en los barrios más pobres, en los hoteles de lujo, en el drenaje de la ciudad, en los ríos de los pueblos, en los barrancos de la sierra, en los cañaverales, son tiradas las mujeres asesinadas. 

 

El presidente anda ciego en Palacio. Se golpea contra las paredes del movimiento feminista al cual acusa de estar infiltrado de conservadores; Tropieza cada 8 de marzo con la misma piedra del feminismo que clama: nos queremos vivas ¡justicia! Ve conservadores en la mínima paja de la crítica.

 

El presidente vive sordo en Palacio. Tal vez nadie le ha dicho que, de acuerdo a las cifras oficiales, en México se registran más de 3 000 feminicidios cada año; que 1 de cada 10 feminicidio en México son contra niñas y que el 99% queda impune. No escucha, por tanto, las voces de las madres de las hijas desaparecidas, de las hermanas que claman por justicia, de las amigas que pintan las murallas con los nombres. No escucha los gritos de justicia de las mujeres, porque de las mujeres solo espera que le aplaudan, que le pidan plegarias.

 

En tanto, se solaza en los hombres que poseen a las mujeres, por las buenas o por las malas, porque ese símbolo de virilidad es parte del orden al que pertenece. El muro mental no es gratuito, sino que obedece a esa necesidad masculina de controlar, de disponer. Desde el vértice del poder, solo puede imaginar a otros hombres en sus cúspides desde las cuales se alaban mutuamente o disputan las arenas del poder. Las mujeres no tienen cabida en ello porque deben seguir en casa para enseñar a niñas y niños, ese orden. 

 

El presidente ciego y sordo, va perdiendo cada día la capacidad de empatizar con los movimientos que hoy cimbran la sociedad: empecinado en su propio discurso, deslumbrado por los reflectores de sí mismo, solo puede seguir el camino del solitario de Palacio, mientras fuera, una revolución bulle. 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 16 de marzo de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

miércoles, 10 de marzo de 2021

¡Para las feministas las guirnaldas de oliva!

No habrá nunca murallas tan altas 

que mujeres organizadas no puedan derrumbar 

Consigna del 8M2021

Ellas han abierto un boquete en el viejo gobierno de viejos. Sus palabras traen otras libertades porque se imaginan sin miedo. Me llenan de ilusión sus versiones de otra justicia que no tiene que ver con los sistemas de justicia hechos por hombres para tenerlas prisioneras, exhaustas y victimizadas. Me regocija su entusiasmo, su energía para llenar las redes de pinturas, de obras de arte, de cantos, de consignas sobre el mundo en el que quieren habitar.

 

Por todo el mundo corren las voces de las mujeres feministas, jóvenes y adultas que realizan conferencias, conversatorios, intervenciones en las ciudades donde ríos de palabras inundan las redes sociales, pintan paredes, danzan, nos otorgan nuevas ideas para pensarnos y, sobre todo, para sabernos unidas. Porque esa es una diferencia con las feministas de otras generaciones: hoy las redes sociales han permitido crear lazos entre las feministas de Chile, Paraguay, México; en lugares remotos y en los próximos.

 

Algunas personas se escandalizan por las pintas a monumentos, por las ventanas rotas, por los canceles abiertos. Yo les digo: las mujeres de mi generación hicimos estudios, realizamos diagnósticos, propusimos leyes, organizamos foros, hablamos con diputados, con gobernadores, con senadores, con rectores; elaboramos programas de equidad, de igualdad; inventamos categorías para nombrar los problemas, visibilizamos brechas de género; dimos cursos de sensibilización, de capacitación, de profesionalización de género; propusimos medidas urgentes, urdimos alertas de género; inventamos botones de emergencia; fuimos a las convenciones internacionales, integramos comisiones;  tomamos e impartimos talleres.  ¿Con quién no hemos hablado? ¿a dónde no hemos ido exigiendo reconocimiento?

 

Avanzamos, es cierto, lentamente. Acá una reforma legislativa, allá un remedo de protocolo. Vimos transformarse la postura sobre las mujeres: desde la negación de la problemática en la academia y en el poder, al reconocimiento, tardío de que los asuntos de las mujeres son otros asuntos que no se engloban en la palabra progreso ni caben en la academia tradicional. ¿Qué hemos obtenido? Leyes es cierto, cuotas de poder, es cierto; pero es insuficiente porque la violencia sigue siendo la pauta para tratar a las mujeres. Y, todos los días hemos obtenido la palabrería de los benevolentes.

 

Las feministas jóvenes no tienen esa calma ¡y qué bueno! Ellas llegan al 2021 con una realidad que las confronta: la violencia como forma de sometimiento del colectivo mujeres al colectivo hombres; los feminicidios, ese desechar a las mujeres por serlo; la violación como estrategia de dominio individual y ejemplo para todas. El acecho permanente en escuelas, iglesias, galerías, canchas deportivas; el matrimonio como forma de negación de derechos a cambio de amor; el acoso de la primacía masculina en cualquier lugar y a cualquier hora.

 

Ellas aprendieron de las feministas argentinas, de las chilenas que saltan barreras y torniquetes; de las árabes que se quitan el burka ante la sociedad tradicional. Ellas aprendieron del dolor de las que han desaparecido, de las amigas violadas; de las madres sometidas, de las golpeadas, de las indefensas; de las que han muerto de abortos clandestinos; de las que han sido tiradas en carreteras, en cañaverales, en basureros; de las que pidieron justicia y no la tienen. 

 

En este largo tiempo hemos aprendido que no importa qué partido político esté en el gobierno porque en todos campea la visión patriarcal sobre las mujeres. Los de izquierda, los de derecha, los del centro, los de los márgenes, están de acuerdo en el trato que se da a las mujeres: sus problemas siempre son para después, siempre son minimizados. Para los dueños del poder, las mujeres son cuerpos apropiables en sistemas de género adultocéntricos, patriarcales y misóginos.

 

Por eso, para ellas ¡las guirnaldas de oliva! ¡un laurel de victoria! Porque, sin duda, el hartazgo de la misma situación, les da el aliento para romper las murallas de piedra: ellas portan murallas de ideas. 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 10 de marzo de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

lunes, 1 de marzo de 2021

Micropolítica sexual en los partidos políticos

Las mujeres siempre han sido la columna vertebral 

del movimiento de justicia social

 

Ángela Davis

 “Hay violencia contra las mujeres al interior del partido por el trato que nos dan. La violencia que más siento es que trabajas, trabajas y te dan la palmadita de que vas bien y al rato, pues, resulta que no estás en las mesas de negociaciones. No estás ahí ni para defenderte, ni decir nada a tu favor, si no que son tres o cuatro personas las que deciden si puedes ir o no puedes ir en las candidaturas. Aunque ya tenemos la igualdad supuestamente, de que ahora vamos por igual hombres que mujeres, casi siempre las mujeres que militamos hemos sido relegadas, y el pretexto ha sido ninguno. Porque te dicen que no tienes licenciatura, y a las que tienen; que no están capacitadas y a las que lo están, que les falta liderazgo. Eso es lo que te dicen y te sacan de las listas o no te anotan” (Testimonio de una militante).

 

La micropolítica sexual al interior de los partidos políticos es el conjunto de prácticas que desvaloriza a las mujeres en la política, su impacto directo consiste en disminuir la participación de las mujeres en los cargos al interior de los partidos políticos y en las candidaturas partidarias. La micropolítica sexual partidaria se caracteriza por la discriminación sexista, la exclusión y la negación de las capacidades de las mujeres, lo que da por resultado el establecimiento de un clima adverso a la participación de las mujeres, el aumento de obstáculos a su militancia y activismo, el establecimiento de parámetros más altos para la denominación de mujeres para cargos de elección popular y la disminución de la participación política en los cargos internos, entre otros.  

 

La micropolítica sexual de los partidos políticos subordina el colectivo de mujeres al colectivo de hombres. 

 

Los partidos políticos eran organizaciones masculinas y, de alguna manera, de la masculinidad, puesto que el ejercicio del poder ha sido uno de los rasgos definitorios de lo masculino. Los partidos no consideraban la incorporación de mujeres hasta que fueron obligados a ello derivado de las reformas legales durante el último tercio del siglo XX. Cuando llegan las mujeres a la militancia y posteriormente, a las candidaturas, se convierten en incómodas para el reparto de poder entre varones; se las convierte en expectadoras del intercambio del poder entre ellos. Para lograrlo, se establece sobre ellas, diversas formas de discriminación derivadas de la inferioridad tradicional asignada a las mujeres que dan por resultado la micropolítica sexual.

 

En ejercicios realizados con militantes mujeres de diversos partidos políticos, señalaron aspectos de la micropolítica sexual de los partidos políticos: a) los hombres manejan los partidos y por lo tanto, nos asignan los lugares que quieren; b) los hombres eligen a otros hombres porque les conviene mutuamente; c) se rotan los cargos entre ellos, son valores entendidos; d) los hombres nos imponen cargos a las mujeres, independientemente de si nos gusta el cargo o no; e) existe exclusión de mujeres que tienen derechos para imponer a otras que están más de acuerdo en quedar bien con los hombres; f) a las mujeres nos usan “de relleno” para las candidaturas;  g) se favorece a hombres para las candidaturas, aún cuando no tengan capacidad, por sobre la experiencia de las mujeres; h) nos hacen pensar que estar en política significa perder. Además de expresiones como: si estás joven y guapa puedes tener más oportunidades que las que tenemos más experiencia; a las mujeres indígena sólo nos usan cuando necesitan estar en la foto. 

 

Las mujeres llegan a los espacios partidistas a partir de su derecho de ciudadanía, pero los dueños de los partidos políticos, las convierten en mujeres que pueden ser apropiables tanto para fines personales como para fines del colectivo de varones. Por eso, se instalan sobre ellas prácticas discriminatorias basadas en el sexo. Casi siempre atravesadas por el posicionamiento sexual que otorga un lugar de subordinación a las mujeres.

 

A su vez, las opiniones de militantes hombres sobre las mujeres que participan en los partidos son del tenor de lo siguiente: a) las mujeres no tienen estructura organizacional para el trabajo; b) las mujeres no tienen dinero para invertir en la política; c) a las mujeres no les interesa tener cargos, lo que quieren es estar en las actividades; d) Las mujeres son buenas para la promoción del voto, no para tener puestos de dirección; e) las mujeres prefieren callar injusticias que andar peleando; f)  con las mujeres es fácil conciliar porque no defienden sus derechos; g) las mujeres se conforman con cualquier cosa que se les de, con tal de seguir en el partido; h) las mujeres aceptan porque se lo dicen los hombres, hay que tratarlas por las buenas, pero ser enérgicos; i) las mujeres se difaman unas a otras; j) las mujeres no pueden estar siempre en las actividades de los partidos políticos por sus hijos; k) aunque tengan tareas del partido si se les enferman los hijos o la mamá, no vienen, así que no se puede confiar en que van a cumplir. Estas opiniones se agregan a otras relacionadas con que las mujeres no están preparadas para la política, no tienen habilidad para manejarse en el poder, se quedan calladas, aunque se violen sus derechos, no saben distinguir cuándo actuar en política y cuándo es mejor actuar de manera prudente.

 

Los dueños de los partidos políticos, sean presidentes, coordinadores, dirigentes, líderes, también se consideran dueños de las mujeres. Ya sea porque dominan sobre ellas o porque, en la práctica, establecen un orden de subordinación, exclusión y selección que, a su vez, refuerza la dominación sexual. 

 

Las caras de la micropolítica sexual de los partidos políticos abarcan sesgos de género, estereotipos, discriminaciones, abusos de poder y como se ha documentado en diversos casos, abusos sexuales. Se convierte en exclusiones, discriminaciones, violencia a derechos. Es cierto, los partidos son las organizaciones que construyen la democracia, pero se trata de una democracia fabricada sobre un fondo de desigualdad y discriminaciones entre mujeres y hombres al interior de los partidos políticos. 

 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 1 de marzo de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx