martes, 20 de marzo de 2018

Hombricidio: la masculinidad es letal

         Un soldado en cada hijo te dio
Himno Nacional Mexicano

A esta hora algún hombre muere sin que le toque morir. No muere de enfermedad, no muere de vejez. Es la sombra de una gran ala que alcanza a los hombres. Se les llama justicieros o sicarios o policías o miembros de bandas o integrantes de pandillas o  miembros del ejército o de la marina. No son hombres en campos de batalla, no son jóvenes buscando saltar las cataratas del Niágara. No son exploradores ni científicos sometidos a experimentos peligrosos. Son hombres cumpliendo su masculinidad.

Porque es la masculinidad la que es letal. En el mandato de la masculinidad, el uso de la violencia es inherente a la identidad de los hombres. Se trata de una violencia que se ejerce como espectáculo ante los propios hombres como signo de pertenencia al grupo y también como muestra de poderío ante otros hombres, mujeres y niños. Los que mueren hoy son los jóvenes expulsados de la política, sin reales oportunidades para plantearse un presente por eso son secuestrados por los imaginarios de ser alguien en el presente intenso (Valenzuela).

¿Qué provoca en ti y en mí, oír a la sirena de la ambulancia o de la patrulla a cualquier hora? La primera vez que la escuchamos guardamos silencio y la abuela se persignó por la persona sufriente. Después, el ulular se repite y ya nadie guarda silencio ni ninguna persona ora por alguien herido. Se ha construido un callo social por la mera repetición de los muertos, por la introducción en el tiempo cotidiano del tiempo de la muerte. Las noticias dejan de serlo para conformar una normalidad de hombres asesinados en las calles, en los quicios de las puertas, en la mesa del restaurant. No tienen nombre, no tienen rostro, no tienen historia, se les ha socavado en el exterminio.

El mandato de violencia de masculinidad les socaba su singularidad porque la muerte los reduce a cuerpos muertos. Dejan de ser ciudadanos, cristianos, mexicanos, padres, hijos, futbolistas, novios, vecinos, para pasar a la categoría de cuerpos. Porque quien muere deja de ser lo que era para convertirse en un cuerpo. Se le arrebata del contexto político, social, relacional en que se encontraba para ser aniquilada su presencia y volverlo residuo o desecho.

La era de hombricidios que vemos hoy, arrebata a los hombres su identidad para exterminarlos. Semejante a la política del Estado nazi para quien no había seres humanos, sino números, el poder se expone en los muertos que ahora se exhiben cuerpos en el escenario del poder.

El 98% del poder mundial está en manos de los hombres. El 68% de los puestos científicos en el mundo están ocupados por hombres. Los hombres disponen de ejércitos para matar a otros hombres. El 100% del poder religioso es ejercido por hombres. 8 hombres concentran la mitad de la riqueza mundial. En el panorama global del poder, de la desigualdad, de la injusticia, está la preeminencia de las masculinidades como un poder letal. No sólo se trata de masculinidades que provocan muertes de hombres, sino que se trata de la masculinidad que sólo puede operar concentrando poder, conocimiento, dioses, armas, subyugar a las mujeres, envenenar la naturaleza, destruir comunidades.

Es necesario, es urgente, es imperioso que haya otra forma de ser hombre que no sea ni Caín, ni Zeus, ni Hitler, ni Capitán América. Que ningún hijo tenga como destino ser soldado, ni matar ni morir.

Socióloga, investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit marzo 20 de 2018


lunes, 12 de marzo de 2018

Coco: el México de adentro

Nunca le pongas nombre a un perro callejero,
te seguirá por siempre

Coco

Escucho a mi nieta de siete años llegar a casa cantando Ayer lloraba por verte. Casi grita cuando dice: ¡Hoy lloro porque te vi! Empiezo a cantar otros versos, pero ella me corrige: así no es, abuelita.

Sí, ella se fascinó con Coco, película que logró la maravilla que niñas y niños canten esa canción antigua de La Llorona que cantaba mi abuela a principios del siglo XX. ¿Qué tiene Coco que logra articular generaciones más allá de fronteras, grupos y nacionalidades?

Coco vehiculiza sentimientos sobre lo mexicano para espejearnos en el éxito de Guillermo del Toro. Porque México está en la abuela del mandil, en la pedagogía de la chancla, en el altar oaxaqueño, en el estereotipo de los héroes populares muertos (Pedro Infante, Frida).  Mientras, la pobreza, el abandono del padre, el autoritarismo, se condensa en una fascinación de lo nuestro, se le apropia como lo exótico mexicano envuelto en colores brillantes que hipnotizan, en música directa al corazón.

¿Quién no siente orgullo al ver reflejado el esfuerzo de las mujeres mexicanas abandonadas por el marido? En lugar de llorar y convertirse en población vulnerable para los programas estatales, instauran negocios familiares de los que son exitosas.

Coco exhorta al público a identificarse con distintos personajes de la película. En primer lugar, está Miguel, el niño héroe a quien la familia quiere imponer un oficio, pero se erige como paladín de la libertad, de la voluntad. En segundo lugar, está Héctor, convertido en villano por abandonar la familia, pero que esconde el secreto de la inocencia al ser asesinado por el verdadero villano. Experimentamos una piadosa indignación ante la trama de la película que transcurre en un contexto donde lo mexicano es un pueblo provinciano con la familia como ancla de la vida social envuelta en eso exótico que significa el México de adentro: tamales, papeles de colores, mariachi, niños que lustran los zapatos, la fiesta, las costumbres.

El sentimentalismo nacional que provoca la película nos devuelve la promesa de que el país se puede recomponer más allá de la diferencia social, el antagonismo intercultural, la brecha económica. Los canales de identificación de lo mexicano son la afectividad y la empatía. Sabemos que triunfarán los débiles, tanto Miguel como Héctor porque el cine rehace esa poderosa creencia popular de que al final, triunfará el bien. Imelda perdonará a Héctor porque las mujeres son amorosas aún cuando quieran parecer duras. También sabemos que se descubrirá la verdad porque la mentira es la farsa de los poderosos.

Las emociones son así instrumentalizadas alrededor de una patria, una bandera, a partir de concepciones antagónicas de quien tiene éxito y de quien fracasa. Exitosos fraudulentos, fanfarrones y poderosos frente a fracasados auténticos, sentimentales y honrados.

El temor al olvido opera como el motivo principal de la película. Si la última persona que te recuerda, perece, mueres totalmente, mueres de a de veras. Existes en tanto recuerdo de alguien, ya que la verdadera muerte es el olvido total, por eso Héctor debe encontrar aliados para ser devuelto a los recuerdos de alguien. Esos aliados son otros que han sido olvidados por la historia o por las memorias colectivas. Es la alianza necesaria de los débiles. Ni Frida ni Pedro tienen necesidad de comprar recuerdos, ni hacer trampas para que los recuerden. Su obra está suficientemente remasteurizada en la memoria colectiva para garantizar su permanencia. La propia policía de los recuerdos los rehace como estereotipos.

Son los débiles los que deben luchar por estar en el recuerdo de alguien. Los débiles, inscritos en las frágiles memorias familiares. Por eso, los débiles se alían ante al Estado que vigila los recuerdos.

El sentimentalismo mexicano fortalece las matrices tradicionales de la jerarquía cultural. La corrupción se convierte en una anécdota porque al final es vencida. La labor histórica del sentimentalismo patrio es proporcionar a los débiles una identidad supuestamente igualitaria para que no perciban su especificidad de debilidad como una vulnerabilidad política y económica. El poder cultural del sentimentalismo mexicano confirma la empatía y la identificación interpersonal como el lugar central de la vida colectiva. Los conductores de televisión que transmitían la ceremonia de los Óscares, llamaban a celebrar la victoria de Coco en el Monumento a la Independencia. ¿Era un éxito de la nación? Claro, desde luego, es el cumplimiento del sueño mexicano, atisbar al México de Adentro y habitarlo.

Mi nieta canta la Llorona y con ello trae los versos de la abuela, pero no su tono. Sin que ella sepa todavía, su grito Hoy, lloro porque te vi, son de una mujer del siglo XXI, aunque sea la misma letra que entonaron las mujeres en el siglo XIX. Es Imelda indignada, defendiendo lo que decidió defender, como las mujeres de hoy que defendemos lo propio. Y desde luego, disfruté la película.

Socióloga, investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Enviado a Nayarit Opina, Tepic, Nayarit marzo 12 de 2018


jueves, 8 de marzo de 2018

8 de marzo, la huelga de las mujeres

No solo te albergará la cueva, sino toda la montaña.
No sólo te borrarán de la historia, te quitarán el nombre.
No sólo no te darán derechos, desaparecerán tus huellas.
No ascenderás a la cumbre
 ni llegarás a ninguna meta
tuya.
Serás sombra, vaguedad, espectro
sepultada en palabras de vacío.

Y todo por la magia del anillo
de boda.

LP.

Es cierto que la palabra huelga remite a trabajo. Sólo pueden hacer huelga quienes trabajan, entonces ¿de qué harán huelga las mujeres? ¿por qué el paro del 8 de marzo resulta ser tan desproporcionado al propio llamado?

Tendríamos que preguntarnos si las mujeres pueden dejar de hacer todo lo que hacen: despertar a los niños y niñas, vestirlos, peinarlos, hacer el desayuno, buscar las llaves del marido, llevar a las criatura a la escuela, dejar al marido en el trabajo y luego ellas, ir a trabajar. Todo ello, mediado por las palabras suavecitas o duras como hablan las mamás. ¿Dejarán las abuelas de hacer el caldo de pollo, la capirotada? ¿las tías dejarán de ir por la sobrina a la guardería? Puede ser que no dejen de hacerlo porque, efectivamente, el mundo sin lo que hacen las mujeres, se pararía. Sin embargo, el llamado a la huelga de las mujeres es la provocación más importante del movimiento feminista contemporáneo.

Las Naciones Unidas dicen que 250 millones menos de mujeres utilizan el mundo digital. La brecha se amplía cada vez más y con ello, las desigualdades del acceso a las plataformas digitales las ubica en un lugar de desventaja.

En todos los lugares, en todos los ámbitos de trabajo las mujeres estamos en inferioridad. En Nayarit, en materia de ciencias, ninguna mujer ha ganado el Premio de Ciencias Básicas, por ejemplo.  

Tan sólo pensar en que las mujeres se detengan, hace detener el mundo. Ellas plantan la vida con sus pisadas, con sus haceres. Cuando las ideas se fracturan, ellas están ahí con su cuerpo, con su piel para recuperarnos. Su estar en la tierra es la presencia misma de la vida. Pero también nos obligan a pensar de otra manera las teorías que han sido fraguadas para calmar la angustia. Las teorías se hicieron bajo la premisa de que ahí estaban las mujeres con sus haceres. Por eso es un reto teorético, epistémico porque aún no sabemos todas las consecuencias de pensar a las mujeres en un plano diferente al papel de subsidiarias.

El 8 de marzo las mujeres apoyaremos la huelga de las mujeres. Es necesario que nacer mujer no sea motivo para lamentarse, ni se tema por la integridad de las niñas cuando van a la escuela. Es preciso que nacer mujer no te mande a la carencia de poder ni te orille a maquilar todos los días una vida en la sombra; que nacer mujer no te expropie los deseos de tener un destino fuera del mandatado por el mundo sexista. Que nacer mujer no te vacíe la existencia.

Por eso las mujeres apoyaremos la huelga de las mujeres. Porque queremos estar en el mundo de otra manera que no sea la vida a medias, carcomida, carentes de derechos, disminuidas, violentadas.

Socióloga, investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com


Publicado en Nayarit Opina, el 8 de marzo de 2018