martes, 27 de junio de 2023

Tejuino

 La palabra tejuino tiene mucho de espíritu, además, cuando la pronunciamos acude el tropel de sabores con que lo conocimos en la infancia. Muy pocos recordaremos cuándo fue la primera vez que saboreamos este jugo amargo y dulce y agrio y seco del maíz.

Si subimos las montañas, donde vive el pueblo wikarika, tal vez encontremos a las mujeres en la ceremonia de hacer germinar el maíz, ponerlo a serenar sus tres noches para, después, hacer el cocimiento del cual surgirá esta bebida fermentada con que se comunica el pueblo wixarika con los dioses. Si tienes suerte, pasarán las tejuineras por donde estás para darte un jarro de tejuino caliente con que tu cuerpo sentirá el estremecimiento de estar vivo, de apegarte a los sabores de la tierra. Si tienes esta suerte, no olvides ofrecer las primeras gotas a los padres y madres de los diferentes rumbos cardinales del mundo.

 

El nombre original era tesgüino, un nombre náhuatl procedente de tecuin que significa “latir el corazón”. Cuando tomas el tejuino amargo de la montaña se te emponzoña el cuerpo como si las semillas sembradas lado a lado florecen al borde de tu piel.  Sientes la tierra germinando, el azar del vuelo de los insectos que sortean las milpas. El tejuino te posesiona hasta que no puedes prescindir del verano que te regala, del leve dios que te adormece.

 

En la ciudad tomamos tejuino dulce. Lo sirven con helado de limón o mucho hielo y un poco de bicarbonato. Una vez, cuando había escasez de limones me dieron un tejuino con naranja agria. Nadie lo patentó como tejuino gourmet ya que era sólo por la carencia de limones.

 

Cada quien sabe cuál es el tejuino que le gusta: el de la calle León, el de Jala, el de la esquina de la escuela o el que pasa todos los días por la calle anunciando El tejuino no cura nada, pero es muy refrescante, lo cual es muy cierto, pero viéndolo bien, puede ser que el tejuino sí cure algo: la sed, el desamparo, el calor, la falta de dioses. Si tomas este tejuino no te olvides de dejar el vaso en un depósito de basura.

 

El tejuino es una bebida fermentada de maíz elaborada por los wixarikas aunque ahora todas las personas de cualquier religión la toman. Incluso, personas que niegan a los dioses wixarikas y luchan contra ellos, consumen el tejuino. Tal vez no se dan cuenta que, al hacer negocio con esta bebida de los dioses antiguos, los vuelven a traer entre nosotros. Porque puede ser que no ofrezcamos las primeras gotas a los dioses que habitan los puntos cardinales, pero puede ser que esos dioses, las madres y los padres del universo, tomen con nosotras la bebida ceremonial con que se refresca el alma.

 

Podemos hablar de bebedores de tejuino entre quienes habitan Nayarit, Jalisco, Colima, Zacatecas, Sinalos, Chihuahua. Todos aquellos lugares donde los pueblos rarámuris (tarahumaras) y wixaritari (huicholes) habitan. Ahí, el gusto, se moldea con este sabor dulce amargo que nos ayuda a fugarnos del calor de junio.

 

Por eso, cuando una toma un tejuino llama de alguna manera al espíritu del maíz y al del tiempo, ingredientes necesarios para beber tejuino.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 29 de junio de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

martes, 20 de junio de 2023

¿Existe el instinto paternal?

No es la carne y la sangre 

sino el corazón

 lo que nos hace padres e hijos.

 

Friedrich Schiller

 

El día que su padre cerró la puerta tras de sí, las horas se fueron desvaneciendo; el día se fue junto con el olor a lavanda: ningún lunes volvió a parecerse al martes ni al viernes. Las horas pasaban sin el orden que debían; a veces daban las doce de la noche tres veces seguidas; otras, las horas llegaban hasta el mediodía y volvían a empezar. A su padre solo lo miraba colgado en la pared con el mismo pantalón negro con que había asistido a su boda; los pantalones se volvieron columnas de humo y poco a poco quedaron manchas donde antes estaban los ojos y las manos.

 

Un padre, como tantos, que sale de la casa para no regresar. Desconcierta saber de hombres que tienen descendencia y que no se ocupan de ella. Las historias familiares se vuelven repetitivas al contar las anécdotas de hijos e hijas que crecieron sin padres. A mí lo que más me desconcierta es la selección que los padres realizan sobre unos hijos, en tanto que desconocen a otros. Por eso se puede afirmar que no existe el instinto paternal…ni el instinto maternal, sino que se trata de construcciones sociales, culturales y epocales.

 

Las relaciones sociales de la paternidad se encuentran vinculadas a las creencias de cada cultura de cómo deben ser los padres; a las relaciones establecidas por la pareja; a la familia de la cual procede; a la experiencia de hijo/padre y a las expectativas en torno a hijos e hijas. Por ello, más allá del vínculo biológico, la paternidad es una cuestión relacional-social-cultural. La paternidad forma parte del mundo intencional de los varones que se lleva a cabo junto con el mundo del trabajo, los amigos y camaradas políticos. La experiencia de la paternidad se vive en familia, pero también es parte de las cartas de presentación que los hombres adultos realizan en sociedad. Llegar a la mayoría de edad, convertirse en padre y ejercer como tal, es una de las credenciales con que se admite a los hombres en la adultez.

 

No existe un sentimiento exclusivo de la paternidad, más bien, podríamos pensar que se trata de un cúmulo de sentimientos que van apareciendo en los varones o que va reconociendo cada uno, dependiendo de la edad de hijos e hijas. Así, se tienen conflictos, temores, alegrías o impedimentos de su vivencia como padres. Sentimientos como la empatía con sus propios hijos o conflictos permanentes es parte de las posibilidades y consecuencias derivadas de la reproducción biológica y el compromiso social. Algunos padres desarrollan el sentimiento de protección permanente, el cual, fácilmente se puede transformar en control.

 

Cada generación estrena nuevos padres. Con ello quiero referirme a que la paternidad es una institución social que se transforma continuamente. ¿Quién no recuerda la paternidad de los abuelos? ¿Y ahora, la paternidad de nuestros hijos? Si las comparamos, veremos que, permanentemente, estamos ante nuevos padres porque tomar conciencia de los cambios nos ayuda a introducir transformaciones y, por lo tanto, disminuir los sufrimientos. Venimos de abuelos que casi nunca abrazaron a sus hijos, mucho menos, decirles lo importante que eran para ellos o, simplemente, hacerles saber que los querían.

Sin embargo, el domingo pasado vi al carnicero del mercado al que acudo, abrazar a su padre. El señor, un tanto desconcertado, se ruborizó e intentó rechazarlo porque el abrazo ocurrió delante de quienes estábamos en la compra de la semana.

 

Ser padre es una relación ante los hijos-hijas y esposa, pero, sobre todo, es una relación que se vive ante otros hombres adultos que también están en relación de paternidad: hay una manera de ser padre generacionalmente hablando a partir de la cual se comparten formas de crianza, de entretenimiento y ocio. Si antes, los padres llevaban a los hijos varones a las peleas de box o a las corridas de toros, en la actualidad es más probable que pasen tiempo jugando videojuegos.

 

De alguna manera, las relaciones que se desarrollan por los padres e hijos tienden a crear camaraderías masculinas que después se van a convertir en complicidades ante las mujeres de la familia. “Noche de chicos” es una frase que refleja esos momentos en que los hombres se reconocen entre ellos, ya sea que la dediquen a ver una película de superhéroes, lavar el coche o bañar al perro. Es el reconocimiento de un espacio de varones, donde los niños reconocen al padre y también, se ensayan en el padre que podrán llega a ser.

 

La fotografía de la pared se desvaneció. En su lugar, permaneció el hueco del cuadro donde nadie volvió a colgar otra fotografía. Poco a poco, las horas volvieron a ser las mismas.

 

Publicado en Meridiano de Nayarit, Tepic, Nayarit, 20 de junio de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

lunes, 12 de junio de 2023

La poesía del Orgullo

Cuando tú vuelvas, si es que vuelves, 

no te vayas enseguida.

Yo quiero acabarme contigo,

 quiero morirme en tus brazos.

 

Gabriela Mistral. Carta a Doris Dana (fragmento).

 

En el mes de junio se celebra el Día Internacional del Orgullo LGBT+, por lo que recordé la visita que realicé al Museo de San Francisco en Santiago de Chile donde se exhibe la Medalla del Premio Nobel y el pergamino original que le fue otorgado en 1945 a Gabriela Mistral. Ello significó el primer Premio Nobel para un autor latinoamericano y para la primera escritora de habla hispana. Después ese premio se lo darían a Miguel Ángel Asturias (1967), Pablo Neruda (1971), Octavio Paz (1990) y Mario Vargas Llosa (2010). La medalla y el pergamino se encuentran bajo custodia de los franciscanos.

 

Los objetos que forman la colección fueron donados por Doris Dana con quien Gabriela Mistral vivió en relación amorosa durante los últimos diez años de vida. Para esa época, el amor entre mujeres era oculto como se menciona en el siguiente fragmento del poema “El amor que calla”:

 

Estoy lo mismo que estanque colmado

y te parezco un surtidor inerte.

¡Todo por mi callar atribulado

que es más atroz que el entrar en la muerte!

 

La poesía del amor no heterosexual empezó de manera velada. Se trataba de amores callados signados por el pecado y la culpa. Ello se puede apreciar en el poema Andrógino de Amado Nervo (1870-1919), escrito en 1896, un fragmento dice:

 

Por ti, por ti, clamaba cuando surgiste,

infernal arquetipo, del hondo Erebo,

con tus neutros encantos, tu faz de efebo,

tus senos pectorales, y a mí viniste.

 

Sombra y luz, yema y polen a un tiempo fuiste,

despertando en las almas el crimen nuevo,

ya con virilidades de dios mancebo,

 ya con mustios halagos de mujer triste.

 

Yo te amé porque, a trueque de ingenuas gracias,

 tenías las supremas aristocracias:

 sangre azul, alma huraña, vientre infecundo…

 

El homoerotismo es un crimen pecaminoso que debe mantenerse en secreto. AN habla de él en pasado y en tono reprobatorio “Y eras síntesis rara de un siglo loco/ y floración malsana de un viejo mundo”. AN también escribió sobre el amor lésbico en el poema Las sirenas:

 

 

En las ondas del verde caimanero,

estiradas de luz en áureas venas,

un grupo bullicioso de sirenas

juega y canta su canto lisonjero.

 

Es la luna de nácar un venero,

 y al bañar ese nácar las serenas

extensiones del golfo, de iris plena,

 finge hervores de perlas cada estero.

 

Dos sirenas del coro se retiran:

 se quieren y se atraen; tornan, giran,

se besan en los labios escarlata,

 

sumérgense abrazadas en las olas,

y resurgen unidas sus dos colas

como una lira trémula de plata”.

 

El siglo XIX todavía ve los amores no heterosexuales como denigrantes, culposos. Para el siglo XX, la poesía  expresa los amores homoeróticos de manera metafórica como en Nocturno amor de Xavier Villaurrutia para quien es un secreto:

 

Las luces no son tan vivas que logren desvelar el secreto,

el secreto que los hombres que van y vienen conocen,

porque todos están en el secreto

y nada se ganaría con partirlo en mil pedazos

si, por el contrario, es tan dulce guardarlo

y compartirlo solo con la persona elegida.

 

Tiene que transcurrir el siglo XX para que el lenguaje poético se convierta en un lenguaje corporal en todos los sentidos. Tienen que llegar los y las poetas para poetizar las partes ocultadas del cuerpo por los velos en que se encontraba en la poesía normalizada. Para el siglo XXI se encuentran poesías dichas de pie y de frente ante la sociedad que trata de ocultar los placeres del cuerpo. Artemisa Téllez (CDMX 1979) dice en el poema Caperucita:

 

Niña que hacia mí vienes

en busca de consejos

 -viejos-

no vengas a mi casa sola

que por las noches aún las abuelas

podemos enlobecernos…

 

(Paulina Rojas y Odette Alonso, coordinadoras, Versas y diversas. Muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2021).

 

En el poema Eternidad carnal (1983) Elías Nandino dice:

 

Vámonos quedando así

como los perros, pegados,

hasta que venga la muerte a separarnos.

O que nos sepulten juntos

ensartados como estamos.

¡Qué más da que difuntos

 sigamos cohabitando bajo tierra

mortalmente enamorados.

 

La poesía tiene, entonces, la función de denunciar la falsa moralidad que finge no disfrutar con el cuerpo, con el sexo. Por ello, las poesías homoeróticas, lésbicas y feministas nombran lo que no era nombrado. Dice César Cañedo (El Fuerte, Sinaloa 1981),

 

Cuando me gusta un hombre a primera vista

Es porque se parece a alguien de mi familia…

Me les quedo viendo

como si con eso desatara la fantasía.

Y cuando me miran con su desprecio

me gustan más

porque así me miraba mi padre.

 

(César Cañedo. Sigo escondiéndome detrás de mis ojos, Conaculta, Premio de Poesía Aguascalientes 2019)

 

Lo que atraviesa a la poesía del orgullo, en la actualidad, es nombrar el deseo sin culpa; nombrar el deseo homoerótico, lésbico y de cualquier manifestación sexual; asumir la corporalidad de manera distinta, más allá de la simbolización de la poesía “permitida” para instalarse en un nuevo espacio poético de enunciación.

 

Por cierto, en el convento de San Francisco, se exhibían manuscritos de Gabriela Mistral, la “correcta”, la que se enseña en los libros de texto, pero ningún poema de amor lésbico, como si esa parte de ella tuviera, todavía, que ser ocultada.

 

Publicado en Meridiano de Nayarit, Tepic, Nayarit, 13 de junio de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

Elecciones: adiós a los partidos que conocimos

Los funcionarios no funcionan.

Los políticos hablan, pero no dicen.

Los votantes votan, pero no eligen.

 

Eduardo Galeano

 

En 1989, la gubernatura de Baja California fue la primera que obtuvo un partido de oposición al PRI, en la figura de Ernesto Ruffo Appel. El PRI reconoció su derrota después de 60 años ininterrumpidos de dominio general y a nivel local. Antes de ello, se había tenido la experiencia del fraude que impidió la llegada a la gubernatura de Alejandro Gascón Mercado en Nayarit en 1975, a través del Partido Popular Socialista. Posteriormente, el PRI no reconoció el triunfo de Salvador Nava como gobernador de San Luis Potosí, en 1991.

 

Treinta años después, la geografía electoral es diametralmente opuesta. Las elecciones del 4 de junio de 2023 le dicen adiós al paraíso del PRI en el Estado de México. Efectivamente, después del largo predominio de ese partido en el EDOMEX, por primera vez ocurrirá una alternancia en el Estado con mayor número de votantes de México, pero ahora el PRI es un partido de oposición ante la nueva hegemonía partidista que significa MORENA.

 

En esta elección es la Ciudad de México la que se extiende hasta asfixiar el grupo Atlacomulco, del cual fueron electos siete gobernadores y un presidente de la república. Un grupo que mostraba su dominio dentro y fuera del EDOMEX.

 

Dos son las gubernaturas que conserva el PRI: Coahuila y Durango. No parece que a partir de esos Estados pueda rehacerse el priísmo en el país, porque a diferencia de 2000, cuando se dio la alternancia de la Presidencia de la República, ahora el territorio dominado por el PRI, es mínimo. En 2000, el PRI perdió la Presidencia de la República, pero conservó el poder territorial. Hoy no ocurre eso. Tampoco pudo aprovechar el regreso a la Presidencia de la República en la figura de Enrique Peña Nieto, para recomponerse; al contrario, se profundizó su crisis ante la banalidad de la forma de gobernar y el dispendio.

 

Lo más probable es que lo que queda de PRI inicie la desbandada final. Ha dejado de ser el partido del futuro. Ahora, cada vez más, se convierte en un partido del pasado, al que deberemos estudiar con las técnicas históricas del extrañamiento.

 

Asistimos a la desaparición de un sistema de partidos que permitió la estabilidad política en el país, durante casi cien años. Es cierto que el sustento de ese dominio fue el corporativismo. Hoy, ambos han desaparecido y están en vías de convertirse en arqueología. Recuerdo que, en la década de los noventa, en las escuelas de ciencia política abundaban los estudios sobre la CNC, la CTM, los líderes fuertes, el sindicalismo, etc. Hoy los tesistas abordan la ciudadanía digital, la creación de cultura política en las redes, el poder de los influencer, etc.

 

Lo peor que nos pudiera ocurrir es reinventar la cultura del carro completo, de la hegemonía total… en otro partido. Porque de lo que se trata no es de rehacer una hegemonía a través de otro partido, sino de transitar a un sistema real de alternancias, de gobiernos de alianzas, de democracias participativas. No solo de cambiar de color. Por eso, es preocupante crear nuevas hegemonías ya que un país pintado de un solo color no habla de democracia, sino de obediencia y de control, de falta de opciones.

 

Porque la democracia mexicana parece estar presa de una cultura política basada en el autoritarismo, el seguimiento del líder máximo, el silencio de la prensa independiente. La fatalidad ha sido la democracia reducida al momento electoral; la carencia de relaciones interpersonales basadas en la confianza, la falta de interés masivo por los problemas públicos, la ausencia de organizaciones de la sociedad civil capaces de participar en los debates públicos. Además de la verticalidad, la impunidad, la fidelidad al jefe como signo de obediencia, la falta de información veraz; las complicidades al interior de los partidos políticos y entre partidos.

 

Es cierto, sufrimos el desgaste de los partidos políticos, pero ¿sería peor no tenerlos? Así que adiós a los partidos que conocimos y bienvenidos los nuevos partidos de la escena mexicana. Esperemos que sean partidos políticos (no franquicias para delinquir, no clubes de Toby) y que sean nuevos: a la altura de los tiempos que se anuncian.

 

Publicado en Meridiano de Nayarit, Tepic, Nayarit, 8 de junio de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

Apuntes para mis hijos

 El título Apuntes para mis hijos, me remontó al libro con ese mismo título escrito de manera manuscrita por Benito Juárez alrededor de 1866, ya casi al final de su vida. Así que dentro del espíritu de ese ilustre mexicano Benito Juárez emprendí la lectura de este libro escrito por Luz del Carmen Parra.

Luz del Carmen Parra da cuenta de una generación de mujeres que realiza la transición de la maternidad sacrificial a una práctica de nuevas maternidades. Para ello, realizó varias estrategias, entre ellas, retrasar la entrada a la maternidad, en comparación con mujeres de la generación anterior que lo hacían alrededor de los veinte años. Tener un primer hijo a los 30 años la ubicaba como una mujer añosa, pero le dio la posibilidad de realizar proyectos personales que, de otra manera, hubiese sido difícil, puesto que, en este país, los cuidados derivados de la maternidad se consideran una responsabilidad, prácticamente exclusivo de las mujeres.

 

Aquí tenemos uno de los temas fundamentales que atraviesan la identidad de las mujeres, porque por una parte, tenemos el mandato de la maternidad, romantizado, y por la otra, un proyecto de vida que requiere otras maneras de asumirlo, donde tanto el Estado como la sociedad tendrían que participar en lo que hoy se denomina crianza humana.

 

Es importante resaltar la toma de conciencia que la maternidad representa para las mujeres. Porque el nacimiento del primer hijo, significa cambiar los planos de significado de la vida propia. No ocurre lo mismo para los varones, para quienes el nacimiento de hijos, carece de esa dimensión. Luz María Parra dice: “Lo demás pasó a segundo plano”, sí, pero no a un plano donde ella desapareciera, porque si bien es cierto que la presencia de los hijos abre las posibilidades de crear seres en el afecto, educar el alma, formar cuerpos sanos y forjar el espíritu, también lo es que, como dice la autora, la madre debe estar satisfecha consigo mismo para, con esa seguridad, acompañar a los hijos.

 

En el presente libro asistimos al relato de la experiencia de maternidad ubicada en un contexto social y temporal específico, dentro de lo que podemos llamar la institución simbólica y legal de la maternidad. Se trata de una reflexión sobre la experiencia de ser madre dentro de un entramado de relaciones determinadas por la edad, el género, la educación. Para la autora, el hogar se convierte en un microcosmos donde el agradecimiento debe privar en los diferentes momentos, ya que “propicia un entorno de corresponsabilidad y armonía, estableciendo una relación entre iguales, dejando de lado la sumisión y el autoritarismo que reinó en las relaciones de antaño, ese ánimo de dominar y controlar”.

 

Los apuntes a los hijos es también la ocasión para preguntarse por sí misma “… ¿en qué momentos siendo adulta, cansada, he dejado de preguntar por qué o para qué y he asumido como herencia lo aprendido? ¿Por qué perdí alguna vez ese carácter decidido que me llevó hasta dónde estoy?

 

Luz María Parra, se convierte en una heredera de genealogía de las mujeres de su familia y a su vez, en transmisora “De mi madre aprendí su espíritu emprendedor y su instinto de superación. De niña siempre la recuerdo sumamente atareada. Comprometida con su familia. La vi planear y apoyar el surgimiento de un taller de carpintería que dio trabajo a más de 30 familias; llevar a cabo la construcción y administración de un almacén de víveres que se convirtió en el más grande y surtido del barrio y finalmente, poco antes de emigrar a la ciudad de México a estudiar mi carrera, promover la compra de una papelería. Le gustaba hacer negocios”.

 

Aquí encontramos la genealogía de las mujeres, donde la siguiente generación recuerda a la anterior con sus luces y sus sombras. De esa genealogía de mujeres viene Luz María, no de mujeres vencidas.

 

Quiero resaltar la educación en emociones que narra la autora a lo largo de los textos de los que está compuesto el libro. Aquí recordé al filósofo Baruch Espinoza para quien las emociones son lo fundamental de los seres humanos, aun cuando Descartes haya afamado la razón como la principal cualidad de la humanidad. La autora se afana por educar a sus hijos en emociones positivas, lidiar con las negativas y aprender a conocerse para que se conviertan en adultos equilibrados.

 

A su vez, poner en claro sus propias emociones es una de las riquezas del libro porque a cada momento, si se abre el libro en cualquier de sus páginas, lo que leemos es el asalto de las emociones. Lejos de ser un texto de la racionalidad, se trata de un testimonio donde la autora reconoce los diferentes estados de ánimo, las vicisitudes para llegar a una resolución y la manera de realizar consensos consigo misma. Todo ello atravesado por la lógica del sentido común, el menos común de los sentidos que se forja a través de la experiencia,

 

Luz María preparó a sus hijos en nuevas masculinidades. Al dejar de considerar las labores del hogar como labores de las mujeres y redistribuirlas entre sus hijos varones, estaba construyendo personas autosuficientes capaces de asumir nuevos lugares en los hogares de destino. Por ello, sin duda, como dije al principio, se trata de una generación de mujeres puente entre las maternidades tradicionales, signadas por el sacrificio que educan a los hijos para que sean atendidos, y las mujeres que toman la maternidad en sus manos y construyen otra manera de ser madres, de enseñar nuevos compromisos a los hijos; sin la queja, con la mirada puesta en el adelante, para saber que tanto su proyecto de vida personal, como el de los hijos y pareja, se deben considerar en planos de jerarquía, donde cada quien tenga su lugar. Sin que uno ignore al otro.

 

En la última parte del libro, Luz María nos entrega sus reflexiones sobre la pandemia. Se trata de una toma de conciencia de lo que ocurre a toda la humanidad, vertida en la voz de una mujer que ve los estragos de la pandemia en el mundo, pero decide vivirla de la manera más optimista posible. La autora dice: “Sin apenas darme cuenta, de repente, me he visto en medio de una vorágine sin sentido, como si de pronto, me hubiera atrapado una enorme ola y no pudiera encontrar la forma de tocar el fondo para lograr salir a tomar el aire que me permita volver a la vida. Me siento en medio de un enorme remolino que me jala al abismo de la nostalgia y la represión”.

 

Sí, la pandemia también la cercó y se metió a su círculo más íntimo. Vemos su pesar sobre el padre muerto, pero con ese pesar cubre el duelo de los 19 millones que perecieron en la pandemia. Su dolor fue el dolor de todos quienes perdimos a seres queridos y a quienes, siendo solo nombres, solo número, eran padres, hermanas, hijos, madres, sobrinas.

 

Buscar el aire para respirar, encontrar las palabras para decirnos nuestras tristezas, es lo que hace Luz María: tomar las palabras como salvación; tejer la escritura como un gran manto donde nos protegemos. Ese es el testimonio de Luz del Carmen Parra, quien se convierte, a partir de este libro es una de las testigas de la gran catástrofe que representó el COVID, pero cuyas palabras nos alientan a construirnos a partir de la esperanza, del trabajo diario y, sobre todo, dentro de lazos de convivencia que es lo que da sentido a nuestras vidas. Muchas gracias.

 

Palabras en la presentación del libro Apuntes para mis hijos, el 29 de mayo de 2023

Publicado en Meridiano de Nayarit, Tepic, Nayarit, 31 de mayo de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx