domingo, 20 de agosto de 2017

La Universidad construye sociedad: 48 años de la Universidad Autónoma de Nayarit

In memorian Arquitecto Renato Caballero

La universidad construye sociedad, no sólo forma profesionistas, realiza investigación y difunde la cultura. La universidad construye sociedad porque la docencia es el espacio donde el contacto del profesorado con el alumnado se convierte en el diálogo intergeneracional y no en la sociedad adulta que enseña a la generación siguiente. La creación de conocimiento es una práctica que conduce al descubrimiento de conocimiento pertinente a los fines socio-regionales y no a la elaboración de patentes para la ganancia individual. La difusión de la cultura está encaminada a ser el eje articulador con la sociedad más amplia para ofrecer distintas soluciones de integración a la problemática social. La extensión universitaria es la ventana a los beneficios de la ciencia y la cultura a amplios públicos que han sido marginados de ella. Por eso pensamos la universidad más allá de las aulas, de los laboratorios, de los muros.

La universidad pública es un lugar donde convergen distintas clases sociales provenientes de espacios rurales, indígenas y urbanos con capitales sociales y culturales diversos. Desde ese lugar, la universidad puede convertirse en un espacio de construcción de alianzas en torno a la formulación del proyecto de país, de región y de sociedad que merecemos. Proyectos sociales capaces de establecer compromisos con las mayorías, con los excluidos para construir la sociedad donde todos caben en condiciones de igualdad.

La universidad construye sociedad porque la difusión y creación de conocimiento y de cultura influye profundamente en la concepción que de sí misma tiene la sociedad. El modo de pensar epocal, la literatura, las valoraciones éticas, la filosofía, las técnicas, la política, las leyes, el ocio, son afectados por lo que ocurre y deja de ocurrir en la universidad.

En la universidad se construyen trincheras de ideas (José Martí) ante la masificación mimetizante de la sociedad de consumo; la universidad provoca la identidad cultural específica ante las identidades globalizadas; la universidad valora lo universal ante los particularismos extremos. Por eso nos amparamos en el lema Por lo nuestro a lo universal.

En Nayarit, la universidad pública, desde el 19 de agosto de 1969, ha sido crucial para formar sociedad, no solo para el crecimiento económico. A 48 años de su fundación, debe ser  la base para caminar hacia la igualdad social y transformar la democracia en participación política. Llevar la Universidad a la calle, a los caminos que conducen a los pueblos rurales, ver y tocar los horizontes de sentido de los pescadores, de las ancianas esperando el atardecer, de los migrantes en sus rutas de la vida.

 Los y las universitarias (estudiantes, egresados/a; profesorado y personal administrativo), debemos ser capaces de construir comunidad y renovar las formas de convivencia social. Portar conocimientos, prácticas, relaciones sociales y saberes capaces de convertirnos en los actores de la reconstrucción del tejido social tanto desde el ámbito del trabajo como desde la vida familiar y cotidiana, el arte y la reflexión. Aliados de la igualdad, portadores de la paz, informados y responsables de nuestras acciones podemos dejar de ser las víctimas del Estado fallido; de la burocracia saqueadora, sus corporaciones e impunidades; de la sociedad del espectáculo, para convertirnos en actores éticos de la transformación social.

Universitarios permanentes, capaces de ser distinguidos en la vida diaria por las ideas, la praxis y compromisos, en la convicción común de construir sociedad para la igualdad y la paz. Universitarios veinticuatro horas, universitarios siempre.


Enviado a Nayarit Opina, el 19 de agosto de 2017.

jueves, 3 de agosto de 2017

Nayarit: 60 desaparecidos 60

Que mi dolor sea el tuyo

Me indigna este mundo, no algún otro. No me asusta el silencio de los panteones sino el silencio que arropa las ignominias. Diez jóvenes fueron desaparecidos en la ciudad de Tepic en las últimas cuatro semanas, pero familiares de 60 jóvenes los buscan como desaparecidos.

Las tesorerías de los municipios fueron saqueadas, los fondos de pensiones del sindicalismo oficial no existen; los hospitales públicos no tienen siquiera paracetamol genérico para parturientas, ni guantes de látex, ni vacunas para la niñez.

Caminamos por Tepic ¿o por campos minados? ¿Cuándo dejamos de ver el desastre en que está convertida la ciudad? El pavimento se convierte en bache, en sanja, en lodazal, en testimonio de la irresponsabilidad, la indiferencia, el saqueo. Las tormentas se vuelven maremotos en las colonias planeadas desde la corrupción, el malestar se queda en el subsuelo de la conciencia anunciando erupciones de rencor.

Hace veinte años la clase gobernante no celebraba con tanto glamor esta perversión de entrar a la democracia (como alternancia partidaria),  la descomposición de principios de los grupos de élite de gobierno y la vinculación con organizaciones paralelas de poder. Se despiden para vivir en residencias compradas con el dinero de todos, para disfrutar de ranchos y paisajes sustraídos a los bienes colectivos. Ahogan nuestras esperanzas de cambio.

Podemos cambiar los partidos que gobiernan ¿pero lograremos que cambie también el estilo de gobernar? ¿Cómo lograr que el voto no sea un cheque en blanco para quienes gobiernen?

Las autoridades soslayan la desgracia de la juventud desaparecida; la ciudadanía vemos con ojos impotentes la rutina de la injusticia. Las emociones aplanadas por un suceso tras otro, el asombro estéril de presenciar la tragedia colectiva.

Los padres y las madres recuerdan a los desaparecidos de sus hogares.  Los recuerdan en plantones efímeros frente al Palacio de Gobierno donde funcionarios de marca de agua les dan trámite para después, en ese después donde ellos no responderán por nada como no responden ahora.

La cifra negra de los jóvenes desaparecidos, de las muchachas asesinadas, de las personas levantadas son en vano minimizadas, tapadas con un dedo.


Los padres y las madres recuerdan a los muchachos que no regresan del trabajo, a las muchachas que no se ven en el espejo. Las lentas erosiones se van quedando a la espera, en el miedo, en el reverso, en la obstinación de denunciar, de comer el pan sin ellos. Los desaparecidos se prolongan en los padres, en las madres. No sabemos en qué silencio entraron.

Socióloga de la Universidad Autónoma de Nayarit: pacheco_1@yahoo.com

Enviado a Nayarit Opina el 23 de julio de 2017.