jueves, 3 de agosto de 2017

Nayarit: 60 desaparecidos 60

Que mi dolor sea el tuyo

Me indigna este mundo, no algún otro. No me asusta el silencio de los panteones sino el silencio que arropa las ignominias. Diez jóvenes fueron desaparecidos en la ciudad de Tepic en las últimas cuatro semanas, pero familiares de 60 jóvenes los buscan como desaparecidos.

Las tesorerías de los municipios fueron saqueadas, los fondos de pensiones del sindicalismo oficial no existen; los hospitales públicos no tienen siquiera paracetamol genérico para parturientas, ni guantes de látex, ni vacunas para la niñez.

Caminamos por Tepic ¿o por campos minados? ¿Cuándo dejamos de ver el desastre en que está convertida la ciudad? El pavimento se convierte en bache, en sanja, en lodazal, en testimonio de la irresponsabilidad, la indiferencia, el saqueo. Las tormentas se vuelven maremotos en las colonias planeadas desde la corrupción, el malestar se queda en el subsuelo de la conciencia anunciando erupciones de rencor.

Hace veinte años la clase gobernante no celebraba con tanto glamor esta perversión de entrar a la democracia (como alternancia partidaria),  la descomposición de principios de los grupos de élite de gobierno y la vinculación con organizaciones paralelas de poder. Se despiden para vivir en residencias compradas con el dinero de todos, para disfrutar de ranchos y paisajes sustraídos a los bienes colectivos. Ahogan nuestras esperanzas de cambio.

Podemos cambiar los partidos que gobiernan ¿pero lograremos que cambie también el estilo de gobernar? ¿Cómo lograr que el voto no sea un cheque en blanco para quienes gobiernen?

Las autoridades soslayan la desgracia de la juventud desaparecida; la ciudadanía vemos con ojos impotentes la rutina de la injusticia. Las emociones aplanadas por un suceso tras otro, el asombro estéril de presenciar la tragedia colectiva.

Los padres y las madres recuerdan a los desaparecidos de sus hogares.  Los recuerdan en plantones efímeros frente al Palacio de Gobierno donde funcionarios de marca de agua les dan trámite para después, en ese después donde ellos no responderán por nada como no responden ahora.

La cifra negra de los jóvenes desaparecidos, de las muchachas asesinadas, de las personas levantadas son en vano minimizadas, tapadas con un dedo.


Los padres y las madres recuerdan a los muchachos que no regresan del trabajo, a las muchachas que no se ven en el espejo. Las lentas erosiones se van quedando a la espera, en el miedo, en el reverso, en la obstinación de denunciar, de comer el pan sin ellos. Los desaparecidos se prolongan en los padres, en las madres. No sabemos en qué silencio entraron.

Socióloga de la Universidad Autónoma de Nayarit: pacheco_1@yahoo.com

Enviado a Nayarit Opina el 23 de julio de 2017.

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