lunes, 30 de mayo de 2022

Escafandra: mi vida por un vocho

Nunca queremos ver las cosas como son.

Andamos como esos caballos con parches en los ojos

 para no ver hacia los lados.

 

César Gándara. Escafandra

 

Cuando leí que Palomo asistía al gimnasio de Goyo Cárdenas donde entrenaba a boxeadores, pensé que la novela daría un giro relacionado con el asesino múltiple, conocido como el Estrangulador de Tacuba. Pero no, César Gándara, el autor de la novela, solo utilizó el nombre “por la sonoridad”, sin que tuviera alusión al personaje real, multihomicida, habitante del Palacio de Lecumberri.

 

Escafandra es una novela de César Gándara sobre la nostalgia. Sí, sobre la nostalgia de los vochos (el nombre mexicanizado con que se reconocía al Volkswagen sedan) y el ambiente alrededor de ese vehículo: el rock, la vida universitaria, el ambiente de las drogas y el trabajo como posibilidad de escala social.

 

A través de los ojos de Palomo, se recrea el ambiente de la década de los noventa. Es un muchacho deshabitado de relaciones familiares, por lo que los afectos que se le van ofreciendo a lo largo de la vida, los atesora como piedras que le sirven para allanar el camino; los afectos son las huellas que le quedan como historia. Natalio le ofrece refugio en su casa, pero realmente es doña Amelia, quien lo acepta “como parte de la familia” en una relación de afecto/conveniencia alrededor del mercado de la fayuca. Afecto/conveniencia porque lo convierte en su trabajador, pero también se puede leer como una oportunidad de ganarse un lugar en la familia, y en general, en la sociedad.

 

La fayuca es un negocio informal de gran importancia para la economía puesto que, de acuerdo al INEGI, el 55.8% de los trabajadores en 2021 fueron informales. El negocio de la fayuca, muestra las distintas fortunas que se amasan al amparo de la informalidad y las fidelidades. Porque Palomo tiene que ser fiel a doña Amelia a pesar de que descubre el margen de ganancia que obtiene a sus expensas.

 

La novela narra también la construcción de masculinidades en el ambiente juvenil alterno a la universidad: masculinidades duras, como la de El Muerto (rockero, admirado por mujeres y hombres, galán de la novela y narcomenudista); masculinidades más reflexivas como la de Palomo o el propio Natalio y las masculinidades absolutas como la de Goyo Cárdenas o Sigfrido, el aspirante a boxeador con quien se mide, boxísticamente, el Palomo.

 

Escafandra, el vocho dorado que compra a Doña Amelia, se convierte en el símbolo de alcanzar lo que se propone si acepta las reglas del juego y las aplica hábilmente. Se convierte en un observador: de las relaciones ocultas en la casa de Natalio; de la conducta de los compradores en el mercado de fayuca; del juego de las soberbias en el gimnasio; de las violencias entre los jóvenes entre sí; de la seducción y engaño ante las mujeres. Toma distancia del ambiente de las drogas en que poco a poco se mete El Muerto. Aún, toma distancia de sus propios afectos hacia Telma, quien es el prototipo de la joven enamorada de otro que marca un triángulo amoroso.

 

La novela relata la defensa del honor por la familia. ““Qué serías capaz de hacer por tus seres queridos?” Paso a paso, asistimos a la toma de venganza por las afrentas dentro de códigos de honor/fidelidad, hasta el punto de cometer asesinatos. Puede ser que la novela nos revele el lugar común de la violencia entre pobres, en ambientes sórdidos, pero más allá de eso, es un escenario de motivaciones reales de personajes literarios que están en todas partes.

 

Por cierto, la novela ocurre en una ciudad que tiene muy cerca la playa y toman Bacanora.

 

César Gándara es originario de Guaymas, Sonora, actualmente es guionista de cine y conversador generoso. Escafandra es la novela ganadora de la Mención Honorífica del Premio Nacional de Novela Breve “Amado Nervo” del año 2020 de la Universidad Autónoma de Nayarit, editada por Ediciones Del Lirio y la Editorial Alí Chumacero de la propia Universidad. ¡Disfrutable!

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 30 de mayo de 2022.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

domingo, 22 de mayo de 2022

Carta a Ana Cecilia, la Amada Inmóvil

 Mi muerta, mi muerta adorada que acaso revolotea en torno mío. 

Amado Nervo. La Amada Inmóvil

 

Y mira, Ana Cecilia, yo no sé tú, pero nadie quiere vivir con un plumero en la mano, estornudando todo el tiempo. Me pregunto ¿qué hacías todo el día encerrada en un piso? ¿Esperabas que llegara Amado Nervo para abrir la ventana o tal vez leías los libros que él dejaba y de esa manera podía ocurrir que te salvaras de ti misma, de tu sombra?

 

Hay muchas clases de personas, cada quien tiene sus motivos para ser como es. Podías buscar un empleo donde pedían “joven culta y educada”. Podías tomar un tranvía y presentarte ahí. Hacer una vida vivible en una tienda de novedades o vendiendo boletos en la taquilla de algún teatro. Podrías haber visto un parque y dentro del parque, los árboles y en los árboles, las hojas que caen sobre las hierbas.

 

Cualquier cosa, Ana Cecilia, cualquier cosa que te desanclara de estar en el bolsillo de un traficante de versos.

 

¿Dónde pudiste crecer con tantas ausencias para que te refugiaras en la tuya sola? ¿Tu hija aprendió a decir tu nombre? Algún día que no fuera jueves, podías llamar al portero para que abriera por fuera, salir del silencio obscuro, de tu propio silencio para ir al encuentro de la palabra pájaro, de la palabra madre.

 

Despojada de tu hija. Creen que saben por qué, apartas la vista de prisa de la ventana. Las madres no te ven mirar a sus hijos, los serafines vestidos de pana, lejos allá, en el parque que apenas divisas. No las envidias, quizá acaso, esa palabra -hija-se esfumó, se dispersó en el viento hasta el día presentido de tu muerte cuando le dijiste que se hiciera cargo de ella. Él lo prometió como los lobos hambrientos ante los primeros pasos, cuando la cría se incorpora mientras la luz hiere esa perfección.

 

Las mil y una cosas que te hacían mujer todos los días, el corazón tan grande sin saber dónde quedó la piel, dónde las garras. Extraviaste a las diosas del norte, en tanto, aquí en esta tierra, bajo el techo de una casa, apenas lamías tus cicatrices del encierro sin diosas, sin hermanas, sin raíces.

 

Inadvertida de ti misma seguiste el instante, el punto crucial, el tiempo enmudecido. Moriste o más bien, te alejaste de tus sentidos, perdiste vértebras y piernas. Entonces te convirtieron en palabras, en símbolo de amor enaltecido. Fuiste la musa y la dolorosa; la pasión y el calvario. El marketin del sufrimiento ganó puntos en todos los rincones del planeta donde fuiste llorada. Te convirtieron en mártir, en expiación de culpa, en vergüenza y sin embargo, ni el calvario ni las lágrimas escritas ni el alboroto mundial, ni tu alma que se fue al cielo ni los homenajes pueden resarcir la margarita que eras cuando te arrancó.

 

Te tapió en el desdén de las paredes; borró tus huellas de la calle. Te negó al día. Después, muerta, te exhibió como gacela perdida para provocar el amor/compasión de quien oía.


Escucho con atención los versos en los que existes. Trato de encontrar las baratijas, las migajas, los desechos. Algún trasto que te muestre, una cinta perdida en lugar del lloriqueo del Gran Poeta Manipulador.


Es incomparable el arte de no dejar huellas del vituperio. Así hoy, con los nuevos encerradores.

 

Recojo de la playa un guijarro para recuperar rastros de estrellas perdidas. De la tuya, Ana Cecilia Luisa Dailliez.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 24 de mayo de 2022.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

 

miércoles, 18 de mayo de 2022

¿Adquieres alimentos avalados científicamente?

                                                                                                             Como en este país solo hay tres gatos que estudian a fondo la ciencia, pues les corresponde a ellos ser dictaminadores y ser también agraciados con los fondos correspondientes.  

 Hugo Aboites Aguilar “Ciencia por México”.

 

Mi abuela se persignaba antes de empezar a desayunar, a comer a cenar. También lo hacía al inicio de otras actividades durante el transcurso del día, porque para esa mujer nacida en el año de 1900, la explicación de sus acciones se daba en el seno de la religiosidad.

 

Actualmente, el discurso religioso ha caído en desuso para justificar los actos cotidianos que realizamos, pero su lugar ha sido cubierto por la ciencia. Efectivamente, el discurso científico se ha convertido en el nuevo discurso legitimador que nos permite elegir alimentos, cosméticos, elaborar rutinas para nuestra vida, etc.

 

En el libro “Alimentarnos con dudas disfrazadas de ciencia: Nutriendo conflictos de interés en México” de los autores Martha Elena García y Guillermo Bermúdez, periodistas y divulgadores de la ciencia, se narra la complicidad entre el dinero de las empresas productoras de alimentos, el poder político y la ciencia. En particular, se documentan las estrategias que han seguido empresas como British American Tobbacco y Philip Morris, Kellogg`s para influir de diversas maneras en las decisiones del gobierno a fin de permitir la expansión de productos que se hacen pasar por sanos, sabiendo que no lo son.

 

¿Quién otorga hoy la legitimidad de que un alimento es saludable? Adivinó usted: la ciencia o más bien dicho, sus hacedores: los científicos y científicas. Por ello, encontrar las complicidades entre las industrias alimenticias, el poder político y la ciencia, es como develar la complicidad entre el Estado, las monarquías y la iglesia para mantener a los pueblos indígenas en el sometimiento.

 

Quiero referirme a otro aspecto de la producción de alimentos y también de cigarros, dentro de estas complicidades aludidas, que muy pocas veces se reflexionan. En el caso de Nestlé o de las tabacaleras ha sido evidenciado el uso de trabajo infantil en alguna parte de la cadena productiva, lo cual ha llevado a ambas empresas a tomar medidas cuando la sociedad civil organizada lo demanda o los medios de comunicación lo visibilizan. En estos casos, las compañías destinan fondos, denominados “altruistas” para establecer comedores o albergues para niñas y niños. En ocasiones, ello ocurre incluso, con fondos públicos, como el caso de inicios de los albergues Florece que conocemos en Nayarit.

 

Si bien en el libro se señala la compra de resultados científicos como una de las estrategias fundamentales para lograr la legitimidad de los productos para la venta, (en lo cual se incluyen grupos prestigiados de investigación de la UNAM, el Colmex, etc.) muy poco se habla de la presión desde el propio CONACYT, hacia quienes concursamos por fondos para investigar. Nos han exigido que los proyectos tengan destinatarios que puedan pagar por los resultados. Es claro que una comunidad indígena no puede invertir en una ciencia que le beneficie, entonces, la comunidad científica se ha vuelto cazadora de fondos para llevar a cabo sus investigaciones. Se trata de un espejismo donde quien consiga más fondos es más brillante y entonces, se le puede dar más.

 

Entre más te vincules con la empresa, mejor investigadora serás. Puedes, darte un sobresueldo, equipar un laboratorio, adquirir vehículos: ser exitosa.

 

Durante mucho tiempo, CONACYT nos rechazó proyectos para investigar las condiciones laborales de los jornaleros agrícolas, diciéndonos que esos estudios los tenían que financiar las tabacaleras. Tuvimos que demostrar que las empresas no van a financiar investigaciones que no les favorezcan. En ese tiempo, estábamos investigando la explotación de jornaleros indígenas, la utilización de niñas y niños en el corte del tabaco y la exposición a agroquímicos tanto de la población vinculada directamente en alguna fase del cultivo como de los habitantes de las poblaciones cercanas.

 

Como se observa, quienes queremos investigar, a favor de las comunidades, no accedemos fácilmente a fondos. Es más redituable, contar con investigadores que sepan obtener fondos públicos para estudios que favorezcan a la empresa privada, tal y como se documenta en el libro en cuestión.

 

Los alimentos ultraprocesados, altamente dañinos, son los que han abierto los caminos para llegar a la montaña. Cuando se tenían que repartir los libros de Texto Gratuito a comunidades de la Sierra del Nayar, se seguían las rutas de la Coca Cola y las papas fritas. Estos productos llegaron primero a los estómagos de niñas y niños para acentuar su desnutrición, antes que las letras a su entendimiento.

 

¿A las empresas les importa la salud de la población? claro que no, prioritaria es la obtención de ganancias. ¿Al gobierno le importa la salud de la población? claro que no, prioritariamente es la obtención de votos. Entonces, se puede derivar muy claramente el TabacoGate en Nayarit durante mucho tiempo: el otorgamiento de fondos para campañas políticas a cambio de concesiones.

 

La palabra de la ciencia ha tomado el lugar de la palabra de Dios para aceptar productos que nos dañan. Tal vez hoy no rezamos antes de tomar los alimentos, en su lugar, leemos las etiquetas para enterarnos de los ingredientes. Basta con que diga “probado científicamente”, para aceptarlos como palabra de Dios.

 

Las empresas se valen de la actitud religiosa de los seres humanos, de las creencias profundas, para incitar a creer en la ciencia porque el fetichismo de la ciencia ha alcanzado la producción alimenticia. La comunidad científica debe tener como centro de sus actividades la responsabilidad de la sobrevivencia de lo humano y del mundo vivo.


*Intervención en la presentación del libro Alimentarnos con dudas disfrazadas de ciencia: Nutriendo conflictos de interés en México” de los autores Martha Elena García y Guillermo Bermúdez, el 18 de mayo, organizado por el CENITT de la UAN, en Tepic, Nayarit.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 19 de mayo de 2022.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

lunes, 9 de mayo de 2022

Porque las madres para sí, no existen

Quiero sentirme en tus ojos,

le haces falta a mis días, le haces falta a mis sueños,

Le haces falta a mis días largos y cansados.

 

María del Pilar Ramos. Madre buscadora

 

Las madres no existen para sí. Las mujeres acarrean siglos de dedicar sus vientres a los otros. Así sean las fuertes madres romanas: Agripina o la astuta Livia empeñada en que su hijo Tiberio fuese emperador, todas las fuerzas todas, están encaminadas al logro del otro, del hijo. Alumbran y consienten vivir para las crías.

 

A la vuelta de la casa, una perra de la calle dio a luz siete cachorros. Le arrimamos comida y agua hasta el límite que marcan sus gruñidos. Defiende la vida incipiente aunque no sepa si va a madurar entre las calles.

 

Nosotras concebimos las hijas y los hijos bajo el manto del amor, la manera sublime con que se disfraza la imposición de la maternidad. Aceptamos para el hijo el destino de ”un soldado en cada hijo te dio” o brazos para el capitalismo o Abeles y Caínes para la guerra. Mientras, las hijas, tendrán el futuro de madres biológicas y sociales o las juzgarán desadaptadas y antinaturales por negarse a fecundar e ir del júbilo a la lágrima.

 

Las mujeres están empezando a decir ¡basta! a esta maternidad sacrificial de negarles la propia vida y a que la vida de los hijos no valga más que un kilo de litio. El gobierno invierte en buscar petróleo, litio, oro, pero no personas. La sangre de los hijos, cuesta menos que un litro de petróleo o de limones en tiempo de escasez. Las hijas son vendidas y compradas en el mercado del sexo, de la droga. Secuestradas en países de pobres para el placer de los ricos del planeta.

 

Por eso, un día las madres dirán ¡basta! Las mujeres pondrán un dique a la reproducción de esta manera de ser madres. Entretanto, tejemos y destejemos la vida antes del golpe anticipado de la ira.

 

Nosotras, funámbulas, caminamos en la cuerda tensa de construir maternidades diferentes mientras todo un mundo, desde los cuatro puntos cardinales nos constriñe al mugido de la vaca, a la suerte de la perra de la calle. Avanzamos en cada generación hacia otro horizonte de la maternidad mientras muchas siguen en el laboreo dócil de los siglos, en la paciencia de las madonas, en la sonrisa de las mansas.

 

¿Has visto que las vírgenes/madres de la divinidad siempre miran hacia abajo? Cuando ven hacia arriba, son las suplicantes de lágrimas en los ojos, de peticionarias de favores, de tener al hijo en el nombre del padre.

 

Hoy las madres paren a las hijas y a los hijos para que el mercadeo del narcotráfico los desaparezca; para que la voracidad sexual las aniquile; para que la misoginia las convierta en lodo, en cañaveral, en desierto.

 

Por el dolor de las madres a las que les han arrebatado a sus hijas e hijos marcharemos el doce de mayo por las calles de Tepic. Iremos con ropa blanca y en silencio. Cansadas de llorar, de reclamar, de pedir justicia, las madres se asoman a los tiraderos de cuerpos donde esperan encontrar la huella de sus hijas e hijos. La herida está abierta.

 

Ni siquiera saben en qué parcela, en qué arroyo encontrarán un hueso, la órbita de un ojo, la pulsera.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 11 de mayo de 2022.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

jueves, 5 de mayo de 2022

Cuando la democracia no alcanza

 Una época completamente nueva precisa de una ciencia política nueva

 Alexis de Tocqueville

 Si bien Alexis de Tocqueville (1805-1859) se planteó la tensión entre libertad y solidaridad social en la primera mitad del siglo XIX, esa tensión aparece con mayor complejidad en la época contemporánea. Para este pensador, no son las leyes las que pueden fundamentar el apoyo entre las personas, sino que antes que las leyes, están los sentimientos. “Estoy convencido que las sociedades no son producto de sus leyes, sino que están determinadas desde el principio por los sentimientos, las creencias, las ideas y la constitución espiritual y sentimental de los seres humanos que en ellas viven, y que todo esto puede configurarse de modo natural a través de la educación” (Carta, 1853).

 Quizá porque la igualdad y la libertad han estado en el centro del planteamiento de la democracia occidental, la idea de la solidaridad puede parecer ajena a los postulados tradicionales con que ha sido construida: la libertad como meta; la igualdad como condición.

Sin embargo, la solidaridad hoy se presenta como un punto nodal para las democracias; véanse tan solo los tres problemas más acuciantes de nuestra época donde predominan los gobiernos democráticos: la pobreza en que vive la mayor parte de la población; las migraciones como éxodo masivo a zonas de seguridad; la violencia; la trata de personas a través de la prostitución y nuevas formas de esclavitud laboral.

 La democracia mexicana, por ejemplo, que llevó al poder a un partido de izquierda, no ha sido capaz de rescatar territorios enteros de la influencia del narcotráfico ni de detener la guerra permanente contra las mujeres ni de disminuir la desaparición de personas día y noche. Para ello no alcanza la democracia.

 Por cierto, en los países donde no predominan gobiernos democráticos, también existen expresiones de los tres problemas enunciados. Entonces, ¿defendemos la democracia porque es capaz de resolver los problemas de las mayorías? No, no los resuelve. Lo que las democracias resuelven es llevar a cabo los relevos entre gobierno y gobierno para que esas etapas de transición ocurran dentro de normas sin que den lugar a conflictos permanentes. No desaparecen los conflictos por la sucesión, solo se resuelven dentro de cauces establecidos y aceptados.

 La democracia es una forma de nombrar autoridades y de renovarlas. Pensamos que es mejor vivir en un sistema democrático que en otro que no lo sea, puesto que la democracia representativa y, las posibilidades de una democracia participativa, se ubican como forma superior de otras formas de gobierno: desde los consejos de ancianos, las oligarquías, dictaduras, gobierno de la nobleza, etc.

Sin embargo, la democracia no garantiza la justicia, ni la solidaridad humana, quizá porque el sujeto de la democracia es el individuo despojado de lazos de todo tipo, el cual se presenta frente al Estado a reclamar sus derechos. El individualismo, llevado al extremo por los imperativos del interés personal, el consumismo capitalista y la premisa de que el individuo es el centro de todo; el beneficio personal que acompaña toda acción, produce seres de alta productividad para obtener beneficios para sí mismo en una espiral interminable donde adquirir lo nuevo es símbolo de triunfo: los teléfonos deben ser reemplazados por los de última versión, los coches deben renovarse, y aún, el propio cuerpo, debe ser retocado sistemáticamente.

No solamente una nueva época requiere una nueva ciencia política como pensaba Tocqueville, sino que una nueva época también requiere nuevos sujetos para la democracia: personas empáticas capaces de dejar de estar centradas en sí mismas, en sus méritos y posesiones para involucrarse en el dolor de las y los otros a partir de la cercanía y la proximidad. Personas para quienes las y los demás sean tan importantes como sí mismas. Entonces, la democracia tendría otro sustento, la lente con que veríamos los sucesos serían lentes de “lo otro, yo misma”, un nuevo sentir humanitario. Por ejemplo, sería obvio, necesario, impostergable, amparar a la niñez mexicana contra abusos sexuales, que ser cómplices de paraísos turísticos donde niñas, niños y adolescentes son mercancía de cambio.

Nuevos sujetos para una nueva democracia, capaces de sentir las heridas de las dolidas de mundo.

 Si no, ¿para qué defendemos la democracia?

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 5 de mayo de 2022. 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx