lunes, 22 de febrero de 2021

Democracia: de la fratía a la manada

Cuando los que mandan pierden la vergüenza,

 los que obedecen pierden el respeto

 

Lichtenberg

Cuando estaba en la preparatoria, los compañeros se llamaban entre sí, “cuñados”. Era una expresión que marcaba el “pásame a tu hermana”, de los juegos juveniles con que los hombres establecían sus relaciones como machos del grupo. Las pocas estudiantes mujeres que íbamos a la Universidad en la década de los 70`s, nos sentíamos intimidades por este colectivo de hombres que, en su trato, marcaba la diferencia con nosotras, (jóvenes, todavía sin teoría feminista, solamente con el deseo de prepararnos para un futuro diferente al de nuestras madres y abuelas).

 

Mis compañeros de preparatoria se reconocían en las complicidades de la fraternidad masculina. La “fratía” representa al conjunto de los hermanos que instaura el contrato social, según Rousseau, para reconocerse entre ellos, todos los derechos. Los teóricos de la revolución social tuvieron que fundamentar que todos los seres nacen libres e iguales para oponerse al soberano y realizar la revolución de los iguales; es el pensamiento base de la democracia moderna,  del Estado, de la Justicia.

 

¿Y las hermanas? Si todos los seres nacen libres e iguales, principio que tuvo que ser fundamentado para oponerlo al poder del monarca, ¿por qué los hombres transitan de la igualdad natural a la igualdad cívica y a la participación política, mientras que las mujeres transitan de la igualdad natural a la sumisión y subordinación? La igualdad natural fue el argumento que se opuso a la sociedad medieval, pero no alcanzó para fundamentar la igualdad de las mujeres ni su participación política. 

 

Para hacer este retrúecano, Rousseau dice que en el estado de naturaleza existe el germen sobre lo que se fundamenta la dominación sobre las mujeres; argumenta que las mujeres se acostumbraron a estar en la cueva y que eso se les hizo costumbre: “las mujeres hiciéronse más sedentarias y se acostumbraron a guardar la cabaña y a cuidar de los hijos, mientras el hombre iba en busca de la subsistencia común. (Rousseau, 1999). Entonces, ¡la dominación sobre las mujeres se traslada al estado de naturaleza y de ahí a la sociedad que quieren fundar! Esto significa que los teóricos de la nueva sociedad igualitaria lo que hicieron fue conservar las estructuras de dominio sobre las mujeres, para lo cual hicieron coincidir el estado de naturaleza con el dominio al interior de la familia.

 

Realmente, lo que hace la fratía con las hermanas, es establecer un acuerdo previo al contrato social, denominado Contrato Sexual por Carole Pateman (1995). Los hombres pactan el acceso sexual y el dominio sobre las mujeres como un privilegio de ellos. Por eso, las hermanas son expulsadas del contrato social. 

 

Pero, Rousseau, contractualista como era, va más allá para decir que las mujeres sí están en el contrato, pero lo están a través de un contrato individual que cada una firma con un hombre específico para formar una familia. Las mujeres, vía el matrimonio, intercambian su libertad por protección: le otorgan al esposo el derecho de decidir por ellas y le dan también, su representatividad en el ámbito público. De esta manera, las mujeres están en el contrato social vía su subordinación al interior del matrimonio, acordada de manera voluntaria libre por ellas. Los hombres pactan colectivamente entre ellos en la fratía de los iguales; las mujeres pactan individualmente en la desigualdad respecto de los hombres, una vez que fueron subordinadas a ellos.

 

Las mujeres aceptan, vía el contrato matrimonial, tener a su monarca dentro de casa y que ello, anule sus derechos ¡voluntariamente aceptado! Ese es el lugar que le adjudicaron para que estuviera en el contrato social.

 

Hoy vemos que la fratía se convierte en manada. Se apropian sexualmente de todas las mujeres posibles; todas han sido subordinadas y convertidas en cuerpos apropiables, cuerpos violables, cuerpos desechables, dentro o fuera del contrato matrimonial. Por eso, los grandes jerarcas (y los pequeños, también), rehacen el pacto entre machos para monopoliza el acceso sexual a las mujeres. Entre más mujeres posean, tendrán más poder entre los mismos machos. Es el comportamiento típico de manada donde lo único que importa es la apropiación sexual de las mujeres. La bestialidad de los pactos de los hombres, para demostrarse entre ellos, su fuerza, la capacidad de subordinar a otras, como acto real y simbólico de apropiarse de todos los cuerpos, es el acto en que se reconocen superiores; a través de la posesión sexual violenta que anula, niega a las mujeres como persona. La violación es el acto de humillación practicado por los dictadores de todos los tiempos: doblegar, dominar con un cuerpo, otro cuerpo.

 

Los hombres, como colectivo de varones, agrandan su poder. Los machos dominantes de la manada se otorgan los lugares de primacía del poder político, se protegen “ad infinitud”: presidentes-gobernadores-diputados-senadores-empresarios-intelectuales. No rompen el pacto porque uno es el espejo del otro. Lo que uno logra, el otro lo desea. En la manada de depredadores, se aplauden, se celebran, se envidian, se otorgan puestos jerárquicos.

 

Los hombres rehacen su condición de “cuñadidad” en el comportamiento de manada, como mis compañeros de preparatoria de la década de los 70´s. La diferencia consiste en que las mujeres no somos las mismas de hace 50 años: Hoy, exigimos derechos, tenemos voz, tenemos prácticas, tenemos teoría, tenemos la razón. 

 

#NingúnVioladorSeráGobernador

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 22 de febrero de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

lunes, 15 de febrero de 2021

Por qué nos enamoramos

Conservar algo que me ayude a recordarte

sería admitir que te puedo olvidar

 

William Shakespeare. Romeo y Julieta


Mi abuela nos contaba acerca de un enamorado que tuvo antes de casarse con mi abuelo. Sentía su mirada al cruzar la plaza donde recogía agua de la pileta colectiva. Las amigas le llevaban recados y tal vez, alguna carta. Después, viuda al recordarlo, se iluminaba su cara de más de ochenta años. Vivió casada con mi abuelo 55 años, pero el deslumbramiento del amor surgía al pensar en ese enamorado que quedó en el recuerdo.

 

A una de mis sobrinas nietas, en el preescolar le gusta un niño. Ahora, con la pandemia no lo ha visto, por lo que me pregunta si lo volverá a ver; ya terminó el preescolar y teme que sus padres lo inscriban a una primaria diferente a la que ella asiste en el mundo virtual. Hace dibujos, los dobla y los guarda en su rincón de materiales de lectura. No me atrevo a verlos.

 

Puedo pensar que nos enamoramos porque nos enseñan a enamorarnos. Es más, “tenemos obligación de enamorarnos”. El enamoramiento pasa como un sentimiento natural que todas y todos debemos experimentar, sin embargo, nada más alejado de ello. El enamoramiento erótico, como casi todos los comportamientos humanos, son construcciones sociales que pueden tener bases biológicas, químicas, físicas, pero que son canalizadas por cada sociedad hacia fines determinados. En este caso, el enamoramiento es la envoltura de la reproducción humana. Es el sentimiento que debemos experimentar alrededor de la sexualidad reproductiva y el placer sexual. 

 

Desde la bioquímica, se explica que el enamoramiento inicia en la corteza cerebral con la generación de dopamina, la cual nos hace sentir felices. Pero no es la química lo que explica el enamoramiento, porque, al fin y al cabo, la química lo que nos dice es qué ocurre cuando nos enamoramos, aunque no logra explicar por qué ocurre. 

 

Los enamoramientos son diferentes en cada cultura y época. Por ello, existen sociedades que aceptan la poligamia; otras donde la pareja es elegida por los padres; algunas, donde la elección es de quienes están involucrados y también, en diversos lugares, el enamoramiento puede ocurrir entre personas del mismo sexo o distinto. Actualmente, las agencias de internet prometen encontrar al “alma gemela”. Todo ello habla de diversos permisos sociales para el enamoramiento; esa necesidad de apego, de afecto con que nos definimos los humanos.

 

El enamoramiento tiene efectos diferentes para mujeres y hombres. Para las mujeres, en la sociedad occidental, el enamoramiento es casi sinónimo de esclavitud, puesto que la mujer deberá ceder su propia vida, personalidad y autonomía al hombre amado a fin de que este disponga de ella, su tiempo, energía, talento, etc. Se trata de un amor extractivo porque el hombre extrae de la mujer todo lo posible para que él llegue a realizar su propio proyecto de vida. Para los hombres significa la posibilidad de contar con una mujer para su servicio personal, privado, íntimo, que le garantice la reproducción humana, le otorgue el “mantenimiento” físico, sexual, sentimental y emocional necesario para vivir. 

 

¿Se puede amar de otra manera que no sea desde la idea del amor sacrificial para las mujeres? La incorporación de las mujeres a la vida laboral y la vida pública, ha abierto nuevas discusiones sobre ello. A diferencia de hace cien años, cuando las mujeres eran apenas el 6% de la población ocupada (Inegi, Estadísticas Históricas), en el censo del 2020, el 49% de las mujeres trabaja fuera de casa y constituyen el 50% de los cargos de elección popular. Puede ser que las parejas se sigan definiendo en el marco de las narrativas amorosas anteriores, pero poco a poco se dota de nuevos significados al enamoramiento y a la pareja. No es ninguna casualidad que el 30% de los hogares en México sea jefaturado por mujeres; esto es, mujeres solas lidereando familias. Este acontecimiento, requiere de nuevas narrativas de cómo nos vinculamos en el amor, cuál es el sentido para nuestras vidas, etc. Además, la crítica al amor romántico desde el feminismo ha contribuido a nuevas explicaciones sobre este dispositivo cultural que nos atraviesa.

 

Mi abuela, nacida en el siglo 19, no pudo conservar nada del enamorado del pueblo; quizá por eso no lo olvidó, puesto que llevaba en su memoria los pájaros jocosos de la plaza, el sol bañando el sombrero con que lo recordaba. Y eso le bastó para que su rostro se iluminara de júbilo en la vejez. 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 15 de febrero de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

martes, 9 de febrero de 2021

Vivimos en una sala de velación

El corazón es centro porque es lo

 único de nuestro ser que da sonido

 

María Zambrano

 Nos instalamos en una sala permanente de velación; tanto en la cercanía como en la lejanía lo que aparece, es el dolor. Las amigas hablamos de quien ha muerto a nuestro alrededor; en la familia hablamos del primo que falleció, la doctora, la vecina, la hermana del cuñado. Basta abrir las redes sociales para encontrar esquelas de quienes conocíamos y, de quienes no conocíamos, para sentirnos tocadas por esta muerte cercana y que nos cerca.

 

La pandemia no solo ha cambiado la vida, también ha cambiado la muerte. Si pensábamos que todos los seres vivos estábamos a un paso de la muerte, hoy la probabilidad de morir ha cambiado de una incertidumbre sin fecha, a una posibilidad próxima. El covid-19, un pedazo de nada que no alcanza a tener vida por sí solo, ha convertido el mundo en un inmenso velorio. 

 

Sabíamos que la muerte llegará tarde o temprano a integrantes de nuestra familia y a nosotras mismas, pero esta muerte repentina y solitaria a que nos arroja el covid es otro tipo de muerte. Es la muerte del desarraigo repentino, del dolor intenso, del dolor en aislamiento. Sí, es cierto, la pandemia es un evento dramático que amplifica los sentimientos de dolor, de culpa, de tristeza. ¿Podemos ser compasivas con nosotras mismas mientras al lado, vemos el sufrimiento por la pérdida? Ha cambiado nuestra manera de despedir a quienes mueren de covid y a quienes mueren de muerte natural. La dimensión social de las despedidas se ha convertido en mensajes de texto, en abrazos virtuales, en saludo con una carita triste. 

 

El apoyo emocional que necesitamos recibir ante la pérdida, no existe. No están aquí las personas que pueden sostenerme emocionalmente, ni las hermanas, sobrinas, familia extensa, amigas. Los abrazos nos conducen al orden simbólico para los acontecimientos vitales y nos llevan a sentir el significado del acompañamiento; a reconstruirnos en la pérdida.

 

La normalización del duelo que posibilita un dolor compartido hoy se dificulta, por lo que el proceso de duelo ocurre de maneras ocultas, personales, íntimas. ¿A dónde va el sobrante de dolor? ¿Qué hacemos como grupo humano con este exceso de sufrimiento?

 

Arreglamos nuestros papeles para que las hijas sepan dónde está tal documento y tal otro; adelantamos los gastos funerarios porque nos sentimos en esta ruleta de la muerte. La fragilidad en la que vivimos nos muestra el desamparo.

 

¿Alguien tiene que pagar por esto? ¿Por qué recurrimos a este pensamiento de la deuda y de la paga? ¿del castigo y de la penitencia? Quizá, porque estamos atrapadas en el pensamiento judeo-cristiano para el que los actos humanos requieren de penitencia. En el pensamiento laico, el Estado tendría que ser responsable, pues a él se le confío la seguridad de los habitantes, pero ¿qué Estado? Tal vez no salgamos a la calle a protestar contra el Estado negligente, pero en algún lugar de la conciencia ciudadana tendremos este saldo pendiente ante una democracia incapaz de resolver los problemas humanos, deslumbrado por sus propios procesos de renovación para volver a ser ineficientes.

 

No necesitamos más dolor en nuestro corazón. 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 9 de febrero de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

martes, 2 de febrero de 2021

Tratemos de dormir, Freud

Estamos aprisionados en el reino de la vida, 

como un marinero en su pequeño bote, 

en un océano infinito

 

Anna Freud

Trato de dormir. El perro ladra. Le contesta otro en la distancia. La voz de mi tía dice mi nombre. Más bien, me llama como cuando era niña. Despierto. Tomo agua. Trato de dormir. 160 mil muertos en mi país. Enciendo la luz. Tomo un libro. Leo “...en un cielo de pronto descosido. / Un desierto de nubes perforado. /Golpe en la nada”. Cierro el libro de poemas de Wislawa Szymborska. Pienso “un desierto de nubes perforado”. Voy en avión, veo las nubes debajo de la ventana. Tal vez ese sea el desierto de nubes. Si pasamos por una cumbre, estará perforado. La niña de Mariana acaba de nacer. Trato de dormir. Eva me avisó la muerte de su madre. No pude abrazarla. Ni siquiera le envié flores. Nada, ninguna ceremonia. Recuerdo la ventana con cortinas bordadas donde pasaba su vejez. La noche todavía no se aleja. Respiro lentamente, me concentro en la respiración. Los muertos tirados en las calles de Ecuador. Trato de dormir. ¿Cuándo vi a Juan por última vez? En la posada del otro año. No supimos que sería la última. Lo veo como maestro de ceremonia de la posada. Su camisa roja deslumbraba. Ahora me aterra su sonrisa. Cadáveres en bolsas de basura en Brasil. Detrás de él hay un paisaje de corolas azules, juncos, ramas verdes trituradas por un huracán. Damos vueltas en una carretera que termina en el mar. No lo veo, pero allá, al final, está el mar. Paula, la enfermera, de las primeras contagiadas. La sepultaron inmediatamente. Juan fuma mientras maneja. De nuevo, la camisa roja. Las fosas comunes en Nueva York. Cambio de posición para intentar dormir. Las ramas trituradas todavía están ahí. Se meten a una casa donde Ana baila frenéticamente. Me invita cuando todavía no llego, la veo muy lejos. Sigue bailando sin dar importancia a la vegetación. Da vuelta, vuelta y vuelta. Los entierran de noche, cuando nadie se da cuenta. Deseaba que las ramas se apresuraran, me alcanzaran, me cubrieran. Tenemos vestidos blancos, seguimos dando vueltas en el aire. Ana y yo bailamos en el aire. Abajo también estamos nosotras con otros vestidos. Féretros acumulados en Madrid. No tengo frío ni calor. Un viento amarillo nos atraviesa. En algún lugar, la música sigue. Se desvanece. Cadáveres acumulados en las calles ¿Guayaquil o la India? Tal vez ya estoy dormida. Deseaba que las abejas se alejaran con sus irreflexivos tamboriles. Temía sus pechitos a rayas. Escapo a una laguna helada. Rodeo para llegar. No supe cuándo murió Carmen. Solo vi la esquela en las redes. Ni cuenta nos damos de quienes mueren. Apenas de las personas más cercanas. Cuerpos arrojados a la calle. No nos da tiempo de llorar a una cuando ya otra más está en la esquela. Me digo a mí misma: ¡ten valor! recuerda la generación de la guerra. Cavan zanjas para cuerpos anónimos. La abuela con sus historias de sobrevivencia en la revolución. Vuelvo a cambiar de posición. Estiro la sábana. Despidieron a su hija desde la pantalla; no pudieron abrazarla. Trato de dormir. La abuela y sus historias dando a luz en el piso de barro de una cocina. La veo cobijada en sus enaguas largas. Niñas enterradas debajo de algún árbol. Cuerpos en camiones refrigerados esperando que los incineren. Las abejas con plumas vienen detrás de mí. Sostengo una niña en los brazos, salgo por la puerta del árbol. Murió el padre y el hijo de coronavirus; eran médicos. Una ventana se cierra. Aún no me he dormido. No supimos el nombre de la niña. El viento se cuela. Me levanto a correr las cortinas. Trato de dormir. Ángeles no ha salido de su casa. No recibe a nadie. Todo pide por teléfono. Diez meses sin ver a nadie. Solo en pantalla. Algo perdemos cuando dejamos de vernos. No se ha pintado el pelo. Lo hará cuando salga. Tal vez entonces. Veo su casa blanca. Por dentro blanca; por fuera, blanca. Ella también está blanca. ¿Qué color tendrá para mí? Se le murió el abuelo en el coche, rumbo al hospital. Las flores saludan al aire cuando paso. Veo la claridad sobre las cortinas de mi ventana. Ya no hay tanques de oxígeno. Un gato maúlla. Llegará la hora de peinarme, de preparar la sonrisa, de preguntar por qué me aterraba la noche. Trato de dormir. ¿Las abejas heredaron el zumbido? ¿siempre zumbaron igual en todas las eras de la tierra? Las nubes blancas, el desierto de nubes perforado. Trato de dormir. 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 2 de febrero de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx