viernes, 27 de septiembre de 2019

La salvación por el arte: Confluencia gráfica en el CAC

 Usas un espejo de cristal para ver tu cara; usas obras de arte para ver tu alma
George Bernard Shaw

Lo esencial del arte es herir, requiere conmoción porque interpela a quien ve, sacude a partir de la mirada. Eso es lo que ocurre con las exposiciones de la plástica en la “Semana de las Artes, Confluencia Gráfica” organizada por el Centro de Arte Contemporáneo Emilia Ortiz inauguradas el 9 de septiembre en Tepic, Nayarit y permanentes durante lo que resta de 2019.

El arte nos ubica fuera de nosotros mismos desde el interior porque trae la aparición de lo distinto. Vemos la exposición “Rojo Desierto” (Humberto Valdez, Zacatecas) para ver la rotundidad del mundo que está ahí, en esa extrañeza que nos empapa. En tanto, los grabados “Paloma de la paz” (Taller Peyote Azul) nos devuelve a la conciliación. El grabado nos revela a las palomas múltiples y con ello, convierte en inasible la idea de la única paloma.

La forma se quebranta en múltiples posibilidades en “Autorretrato cincuenta días” (Andrés Vázquez Gloria, Humberto Valdez) porque no admite lo igual. La belleza transparente se vuelve un imposible, el arte es aparición y desaparición, casi como un encubrimiento, así lo revelan los grabados de “Versiones y diversiones. Apuntes selectos de la gráfica nacional” (Coxala Gráfica, Ajijic). La armonía del arte consiste en ese aparente desorden en que las imágenes se muestran.

¿Qué sensaciones desata la pieza digital “La Virgen del Mar” (Miguel Pérez, Gráfica Chacala)? La plataforma digital constituye una novedosa aprehensión estética de la obra que muestra dimensiones instantáneas en las pantallas que se suceden, como si la fugacidad del instante afirmara lo que permanece.  

Para Kant quien mira, debe sentir una complacencia inquieta, que se genera en la distancia entre el arte y quien ve; quizá por ello,  la mirada estética no es consumidora, sino “inquietadora”. Es lo que nos ocurre con la exposición “Memorias Múltiples” (Peyote Azul) donde asistimos a los grabados de diversos artistas. Algunos los conocíamos pero cada vez que los vemos, vuelven a mostrar la profundidad atrapada en los trazos.

Debemos preguntarnos si el arte es una finalidad en sí mismo o es un medio. La discusión nos llevará a preguntarnos por la obra de arte como fin estético o como consumo en el mercado actual del mundo. Los grabados de “El Diablo en la Pared” y “Se va y se corre con la vieja del pozole” acercan nuevas versiones de la lotería mexicana en la resignificación de lo que hoy es ser valiente, ser una dama o un gallo solar. Reviven la memoria que estaba ahí para hacerla girar en círculos de nuevos significados.

Y el Triciclo Gráfico (Saúl Tortolero), que con su presencia, anuncia las líneas de lo futuro.
Sin duda, el arte es una forma de conciencia social, es la forma como cada generación se apropia del mundo a partir de la estética. Aún cuando son actividades realizadas por personas individuales, muestran el sentir de la comunidad artística en ese momento. No es casual que las obras nos traigan el ambiente de violencia, de incertidumbre, de desapariciones de los actuales tiempos. Sin embargo, la gráfica está muy lejos de ser una traducción de la realidad contemporánea; es más que ello porque abstrae aquello que necesita perdurar desde una mirada individual que nos rehace como colectivo.

El arte nos conduce a recordar, a traer lo olvidado al centro. Quien contempla y se inquieta es porque está vivo. Por ello, el arte nos salva del mero pasar en la vida.

Socióloga de la Universidad Autónoma de Nayarit lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina el 24 de septiembre de 2019.


martes, 17 de septiembre de 2019

El país que celebra el grito

 Nadie es patria. Todos lo somos”
Jorge Luis Borges

Cuando viví en Alemania mis colegas de la Universidad Humboldt no comprendían que en México celebráramos “El Grito”. La expresión era inusitada porque no se celebraba algo en especial, sino que lo que quedaba en el imaginario de la tierra de Mozart, Kant, Brecht, era un país que celebraba un grito y por lo tanto, gritaba.

¿Por qué nos emociona el Grito? Porque la política hace uso del sentimentalismo para arraigar a la ciudadanía a algo intangible que se llama Patria. La emoción del grito es una articulación entre la comunidad nacional y la identidad individual. Por obra y gracia del grito desaparecen las clases sociales y la estructura de desigualdad. Todos estamos a la misma hora sintonizados en lo que ocurre en Palacio Nacional.

La política de la emocionalidad hace uso de las emociones básicas, señaladas por Baruch Spinoza: el miedo, la esperanza, la ira, la felicidad, para que sirvan de elementos cohesionadores en el ámbito de la política. El Grito se convierte en el instante simbólico donde las diversas concepciones del mundo se interconectan para construir un significado compartido: lo mismo los empresarios del aeropuerto de Santa Lucía que los jornaleros migrantes de los albergues de caña; el profesorado universitario que los tianguistas. En la noche del 15 de septiembre, todos estamos ahí, para celebrar el Grito que funda la Nación sentimental.

En El Grito se realizan transacciones emocionales, como dice Berlan (“El corazón de la nación”, FCE), ya que el discurso sentimental de pertenencia a la misma Patria hace compartir y coincidir en ese ente abstracto, para poner a salvo las diferencias territoriales, patrimoniales, epocales. Ente, por el que todos y todas habitamos lo elementalmente humano y sin lo cual ninguna de las actividades tendría sentido, ni la vida cotidiana, ni los actos privados, ni la presencia de lo público.

El Grito es un rito del sentimiento que impregna la escena pública de religiosidad laica y que, por lo tanto, evoca para pasar a la contrición, la aflicción y la sanación.  Si el periodo de AMLO no ha podido revertir la desigualdad social y mucho menos, acabar con la corrupción, la noche del 15 de septiembre se convierte en el rito de paso, el lugar de la iniciación, donde a la luz de las antorchas vuelve a encenderse la esperanza del futuro. Es la noche en que se rehace la comunidad, se comulga con los héroes, se siente la Patria.

El Grito se convierte en la cúspide de la promesa de la sociedad adulta gobernante a la juventud: ahí están los adultos orlando en los jóvenes el cumplimiento del cumplimiento en las becas del primer empleo, en la fantasmización heroica de los jóvenes de Ayotzinapan, en los viejitos vueltos becarios de la senectud. Se trata de soluciones a personas individuales ante la incapacidad de realizar cambios estructurales. Es mejor que cada quien se refugie en su propia mini comodidad, mini solución para que desde el fondo de su corazón, grite con fuerza, con autenticidad, con brío: “¡Viva México! mientras se tiene la tarjeta donde se realiza el depósito. Ahí palpita la Patria.

La Patria emocional de AMLO tiene cabida en el Grito mientras los salarios destrozados de quienes trabajamos nos devuelve a la realidad al día siguiente, mientras la miseria de las fosas clandestinas nos abarca con su cauda de espanto.  Esperaremos las proezas viriles de los deportistas, las efímeras victorias de algún equipo deportivo para volver a resignificar el ¡Viva México!, en tanto llega el siguiente 15 de septiembre y entonces los Vivas, ese verbo vuelto sustantivo, de nuevo se arroje como fuegos artificiales, como golpes en el corazón, a cada quien.

Socióloga de la Universidad Autónoma de Nayarit lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina el 17 de septiembre de 2019.


martes, 10 de septiembre de 2019

La democracia emocional

Hay mucha gente en el mundo,
pero todavía hay más rostros,
 pues cada uno tiene varios.

Reiner María Rilke

¿Se siente usted “amenazado” cuando se acerca una persona pordiosera a pedirle algo? ¿Se indigna ante la Casa Blanca de Peña Nieto? Bienvenido, está usted en la democracia emocional.

Nos dijeron que la democracia era el lugar de la razón, la conciliación, la negociación, pero resulta que en la parte más racional de la democracia se encuentran las emociones. Nadie gana ninguna campaña electoral exponiendo la fría exposición de razonamientos, por el contrario, las grandes campañas mediáticas a las que asistimos en el siglo XXI son las campañas donde se movilizan las emociones: el miedo en las campañas de Trump, la repulsión en la campaña de Andrés Manuel López Obrador.

El miedo ha sido el principal factor de movilización de la sociedad estadounidense: el miedo a la invasión de los bárbaros del sur que, sintetizados en los mexicanos traficantes y violadores han dado cobijo a la latinidad más abajo del río Bravo. Esa es la apuesta de Trump ante la carencia de razones para gobernar. Su miedo protege a un imaginario mundo blanco del arrasamiento de las hordas hablantes de español, supersticiosas y taqueras.

Andrés Manuel López Obrador ha puesto en el centro de su democracia el sentimiento de repulsión. En primer lugar, repulsión a la corrupción y en segundo lugar, repulsión hacia los ricos y según él, al séquito que los apoya: periodistas e intelectuales fifí, enemigos del pueblo.

Se pensaba que el camino hacia el progreso estaba pavimentado de razón, adhesión a ideales de libertad y a la construcción de una sociedad igualitaria. En ese camino no había lugar para la irracionalidad o la emoción, pero precisamente el uso de las emociones hizo triunfar al nazismo en Europa y los fascismos latinoamericanos.

Hoy, las democracias contemporáneas son totalmente emocionales sin que un principio de racionalidad pueda advertirse en ellas. O tal vez, el principio de racionalidad sea conservar lo que se pueda ante la crisis que apabulla al mundo. La democracia está pensada para momentos de estabilidad, pero el binomio crisis financiera más democracia se convierte en una bomba de tiempo que solo se puede superar aliviando las tensiones emocionales de la población.

¿Por qué la democracia de hoy plantea la repulsión a los ricos? Porque se asume la posición de ser no rico y de que toda riqueza, en el fondo, es mal habida, es una expropiación a los pobres.

En sentido inverso, Trump proclama una repulsión a los pobres bajo la figura de los inmigrantes porque él se asume en el lugar de los ricos. Tenemos así visiones contrapuestas y falsas.

El elogio de los ricos supone que portan la responsabilidad, el buen gusto, el logro de metas, la civilidad, el orden. El elogio de los pobres parte del supuesto que encarnan la vida sencilla, el esfuerzo, la autenticidad, la bondad. Sin embargo, ambas visiones son falsas porque son reducciones de conductas humanas que no derivan de la condición de ser rico o pobre.

El sentimentalismo político hace ganar elecciones. Lo que no sabemos es si logra transitar hacia acciones de gobierno que cambie la situación real de la población. La repulsión exacerbada hacia los ricos está generando un odio de clase que no sabemos en qué acciones concretas puede derivar. El odio hacia los pobres en EU se convierte en asesinatos hacia todos aquellos que sean mexicanos o lo parezcan.

Si bien, la democracia necesita reconocer el papel de las emociones en la ciudadanía, la emoción no surge aisladamente, no se dirige al pobre, al rico, al inmigrante, a los homosexuales por sí sólo. Es necesario que las fuerzas de la política las dirijan hacia aquellos que se quieren ver excluidos de la polis, para quedar solamente “nosotros”, los buenos, porque los buenos siempre somos nosotros, no los otros.


Socióloga de la Universidad Autónoma de Nayarit lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina el 9 de septiembre de 2019.

domingo, 8 de septiembre de 2019

El Informe

 Toma la elocuencia y tuércele el cuello.

Paul Verlaine

La élite política, la élite económica sentados en primeras filas ante el primer informe del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Fue en Palacio Nacional y no en el recinto del Congreso de la Unión. Es el primer informe simplemente porque así está estipulado en la Constitución de la República, así que cada quien puede hacer las cuentas de cuántos informes lleva. Eso es lo de menos.

¿Para qué sirve rendir informes? En una república con división de poderes se supone que el Poder Ejecutivo le informa al Legislativo lo que se realizó en un año de mandato, con pruebas de lo que se afirma. En la época gloriosa del PRI, ese día se convertía en el Día del Presidente, puesto que era el momento en que todas las élites: empresariales, políticas, económicas, religiosas, burocráticas, sindicalistas, acompañaban al presidente en su largo discurso sobre las carreteras que se habían pavimentado, las vacunas que se habían aplicado, los niños que se matricularon en la escuela.

En 2019, el primer informe no es esperado con expectación por la mayoría de la población, pero sí capta la atención de una sociedad esperanzada por el cambio anunciado por AMLO. La mayoría no espera el informe porque de alguna manera, los informes son parte del ritual de la clase política con valor y sentido para la misma clase política. Los códigos en  que ocurre el primer informe está muy lejano de la manera en que las mayorías ven transcurrir su vida.

¿Qué vimos en el primer informe? Gobernar no es fácil, mucho menos cuando se carece de la técnica para hacerlo. Disminuir la inseguridad se convierte en el talón de Aquiles de un gobierno que pensó que la mera voluntad presidencial bastaría para que todas las autoridades se alinearan a ello. Es claro que no basta declarar la guerra a la corrupción, sino que se tienen que tener mecanismos claros para que la corrupción sea un delito que se persiga de oficio. Hasta ahora hemos tenido mucho ruido y pocas nueces al respecto, porque ¿cuáles son las medidas reales para impedir la corrupción realmente existente? De Cartillas Morales está pavimentado el camino a la jubilación. Los intrincados laberintos de la unión gobierno-delincuencia (de todo tipo) no pueden desaparecer por la mera voluntad, puesto que se convirtió en la manera de operar del gobierno, recuérdense las asignaciones de obra sin licitaciones, etc.

La austeridad como forma de vida de quienes gobiernan se ha confundido con los presupuestos justos para las políticas económicas y sociales. Que los gobernantes vivan con austeridad en su vida privada y no hagan uso de los recursos públicos es muy diferente a recortar recursos a los presupuestos de ciencia y tecnología, salud, educación, asistencia social. Sin embargo, en la confusión del concepto de austeridad, pareciera que los burócratas de a pie, roban al país porque conectan una cafetera dentro de la oficina y con ello son los causantes del empobrecimiento público.

Es difícil gobernar. No basta con tomar el poder con la mejor buena voluntad. Ahí están los huachicoleros, el crimen del secuestro, las autodefensas, los feminicidios. La pobreza sigue galopante en el país aunque las medidas como construyendo futuros y los diez millones de becas a estudiantes puedan paliar una parte del desastre. Es cierto, un año es muy poco tiempo para ver los resultados, sin embargo, lo que queremos son políticas certeras, asertivas, que vayan al centro de los problemas con datos fidedignos, posibles de ser comprobados para entender que esto que hoy inicia, dará resultados a mediano plazo.

México levantó una esperanza con el giro a la izquierda al elegir a AMLO, lo que queremos ahora es la posibilidad de que la esperanza se convierta en una forma de gobernar para disminuir la desigualdad, no sólo la pobreza, para que la clase media que llevó a AMLO al poder, no se convierta en clase pobre.

 No basta el asalto al poder, es necesario saberlo conducir hacia las metas posibles.

Socióloga de la Universidad Autónoma de Nayarit lpacheco_1@yahoo.com

Publicado en Nayarit Opina el 2 de septiembre de 2019.