domingo, 7 de diciembre de 2025

Dolor

Once mujeres asesinadas

en México cada día.

 

De acuerdo a datos oficiales de la Secretaría Nacional de Seguridad Pública, los feminicidios en México aumentaron a 11 por día en 2025, una más que el año anterior. Eso significa que en 2024 se denunciaba un feminicidio cada siete días, pero en 2025 el tiempo se acortó a 5 días.

 

Noviembre se convierte en el mes del dolor de las mujeres porque recordamos a las mujeres muertas por la violencia patriarcal, por el machismo, por la misoginia. Cansadas de denunciar, de proponer, de dialogar, de esperar justicia, las mujeres marchamos por las calles de México para hacer visible el enojo, la capacidad de agruparnos.

 

El dolor es de una y es de todas. El dolor nos hace decir: “solo queremos una vida en paz”.

 

Las muchachas siguen en la noche larga mientras las ballenas grises regresan a la revelación primordial del apareamiento.

 

Ni todas las flores moradas  justifican los rostros del llanto, en tanto la paloma vuela lo universal del cielo.

 

Aunque el despertar de la música celebra el largo movimiento de los párpados siguiendo la historia de los girasoles de Van Gogh, las muchachas siguen en la noche larga.

 

La luz desciende suave, apaciguada, sobre abejas de valles olvidados, donde todo volverá a ser como antes de nosotras.

 

Una señora me contó que a los catorce años trabajó haciendo quehacer en una casa y ahí, la encerraron en una recámara para violarla.

 

No la alcanzó el amor, sino la tragedia en forma de abuso.

 

Arriba, seguían todos los soles del mundo; los dólares gastados antes de obtenerse; los vestidos estrenados al medio día; las promesas de amantes que se separan.

 

A una niña de una comunidad rural, el padre la golpeó contra la pared por desobedecerlo e ir a la escuela. La velamos mientras el padre huía al paraíso de la impunidad.

 

Nuestros rezos no la alcanzaron. Ninguna ley humana estuvo ahí para vestirla con derechos; ninguna ley divina le devolvió la vida. Solo ese odio que mata.

 

Los jueces no abren la puerta a los llantos de las muchachas, al cielo raso del otoño, a las madres que caminan. A las súplicas.

 

Los jueces no cuentan a las muertas.

Mis hijas tenían 17 años, cuando una chica de esa misma edad, fue violada y tirada en un cañaveral. Las cañas se volvieron amargas. El azúcar destilaba pesadumbre.

 

Suplicamos, exigimos, golpeamos.

 

Los indiferentes no prometen nada.

 

Los cínicos hablan de leyes.

 

Los insolentes se arropan en dioses.

 

Mientras, las muchachas siguen en la noche muda.

 

Yo estaba cantando una canción dulce, una melodía que entibia el silencio antes de dormir.

 

Sobre el limonero volaba un colibrí. Jamás se demora sobre la flor que lo contempla en su viaje.

 

Yo estaba entonando la canción para mis hijas; inflada como globo surqué los aires y empecé a golpear todos los muros.

 

Ninguna ventana se abrió, ningún postigo. Ningún juez abandonó sus lingotes.

 

Me devolví sin ningún cielo, como si mi oficio fuese la piedra.

 

Nada sabemos de la sombra intacta del olvido.

 

Las niñas pueden contar las melodías traídas por los arroyos, las semillas arrojadas a los surcos, las luciérnagas que tintinean; los saltos de la gata tras los relámpagos del mediodía.

 

Las muchachas, tiradas en basureros, siguen en la noche inmóvil.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 6 de diciembre de 2025.

sábado, 29 de noviembre de 2025

Feminicidios: el despojo de lo humano

Él era débil y yo era fuerte

después él dejó que yo le hiciera pasar

entonces yo era débil y él era fuerte,

dejé que él me guiara a casa.

 

No era lejos, la puerta estaba cerca,

tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado,

no había ruido, él no dijo nada,

y eso era lo que yo más deseaba saber.

 

Emily Dickinson

 

Mi nieto está aprendiendo a leer. Llega a casa y deletrea los títulos de los periódicos. “Mujer asesinada por su marido dentro de su domicilio”. ¿Qué está aprendiendo cuando lee? Esa vida que se perdió tenía un valor, pero el niño aprende que hay vidas sin valor. Se la ha borrado de la existencia humana y las letras, esa tecnología del saber, lo dicen.

 

Cada vez que una mujer es asesinada el tiempo queda abolido y la conciencia se agota ante el muro. La petrificación universal inicia en la muchacha que no vuelve a casa, los recuerdos se anulan en ese instante absurdo.

 

La violencia contra las mujeres va más allá de quienes ejercen violencia contra las mujeres. No se trata solamente de Tomás que apuñaló a Eréndira delante de sus hijos, sino que se trata de un proceso social y político que va triturando tejidos sociales en un proceso de aniquilación del sentido de la vida cotidiana para establecer, en su lugar, nuevas formas de relaciones sociales con la violencia cercándonos. Las formas que se han ido arraigando en la sociedad a partir de la violencia contra las mujeres tienen que ver con despojar a las mujeres de humanidad, como primer paso para deshumanizar la vida.

 

Son las guerras las que despojan a los enemigos de su humanidad, pero en México no ha sido necesaria una guerra para convertir a las mujeres en desechos humanos ¿o sí? ¿es una guerra contra las mujeres? Las guerras convierten a los otros en enemigos y desde ese punto de vista, son liquidables, el objetivo militar es desaparecerlos. Pero en las democracias se reconoce a las demás como personas con proyectos propios, sueños, ilusiones; sin embargo, con cada mujer asesinada, se emite el mensaje de convertir a las mujeres en no humanas.

 

Las no humanas no tienen derecho al reconocimiento, a las exequias fúnebres, a las ceremonias familiares del duelo y del entierro. Lo que hacen los feminicidios es romper fronteras de humanidad porque los humanos reconocen a las personas tanto en la vida como en la muerte. Las ceremonias del nacimiento y de la muerte otorgan los rostros de lo humano. Al despojar a las mujeres de humanidad se envían señales no solamente a familiares de las víctimas directas sino a toda la población que ve la liquidación de las mujeres como algo posible.

 

Los feminicidios han sido el aprendizaje para despojar a otros de humanidad. La delincuencia que desaparece a jóvenes en fosas clandestinas, a migrantes en incendios de autobuses, a indígenas en matanzas colectivas, ha sido el resultado del aprendizaje de asesinar a las mujeres. Se ha feminizado a los migrantes, a los pobres, a los jóvenes, a todos aquellos que son desaparecidos sin dejar rastro. Se los ha vuelto inferiores, se les ha considerado sin valor alguno y entonces, se les puede liquidar. Ese proceso fue aprendido a partir de despreciar la vida de las mujeres, de convivir con el horror de la trata de personas; de habitar con la prostitución. Los feminicidios fueron la escuela cotidiana que permitió llegar a los procesos de deshumanización.

 

La diferencia de la guerra y la democracia es que en estas últimas se reconoce a los otros como personas. No basta, entonces, pensarnos como ciudadanas con derechos, sino que la pregunta es ¿cómo hacemos para humanizar a quienes están despojadas de humanidad? ya no peleamos sólo por derechos, sino para entrar en la categoría de humanas, que no nos maten.

 

¿Se resuelve la violencia contra las mujeres desde el poder? El Estado tiene la obligación de garantizar la seguridad de sus habitantes, pero también, cada quien tenemos posibilidades de intervenir diariamente para deshacer la violencia a fin de aportar a la convivencia pacífica. Las mujeres tenemos que pensar en los desafíos que nos plantea vivir en convivencia, no solamente para establecer mejores relaciones desde nosotras, sino ser capaces de intervenir contra los autoritarismos domésticos, las formas cotidianas de aprendizaje de la anulación de los otros.

 

Sabemos que esta tarea no puede recaer de nuevo en las mujeres, ni es una cuestión meramente voluntarista porque la violencia social rompe las regulaciones de la vida cotidiana. Sin embargo, los seres humanos, lo somos porque tenemos capacidad de reflexión y de ser agentes en el mundo, de acuerdo con Hanna Arendt.

 

¿Qué leemos del mundo?

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 29 de noviembre de 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

sábado, 22 de noviembre de 2025

17 años

Volver a los 17

después de vivir un siglo

es como descifrar signos

sin ser sabio competente.

Volver a ser de repente

tan frágil como un segundo.

 

Violeta Parra

 

La primera vez que vi a un joven halconeando en un camino, me pareció un escándalo. Después se hizo frecuente verlos en diversos puntos. En una ocasión habíamos salido a ver el atardecer después de una tormenta en Nayarit, donde vivo, cuando ahí, en el puente desde donde se tiene la vista a la autopista a Guadalajara, dos jóvenes estaban al tanto de los vehículos que transitaban tanto por la autopista como por la carretera libre.

 

Eran halcones, halconcitos, reclutados por los grupos de la zona para que dieran aviso del paso de vehículos. Años antes, estos mismos muchachitos eran contratados por los campesinos para quitar maleza y hacer otras labores del campo, en los horarios que les dejaba libre la escuela.

 

¿Cómo llegamos a este país donde los jóvenes se reclutan para halconear, para asesinar? Un joven de 17 años disparó al presidente municipal de Uruapan y, a su vez, le dispararon.

 

17 años es la edad de estar en la escuela, descubrir las posibilidades de la ciencia, de la literatura, del arte, para optar por un camino para la vida adulta. Si la escuela secundaria es la escuela de la adolescencia, la escuela preparatoria debiera ser la escuela de la primera juventud.

 

No así para una gran cantidad de jóvenes en México que con 17 años su único destino es ser sicarios.  Estos jóvenes ya habían sido abandonados por el Estado mexicano, por la iglesia, por los partidos políticos. Son los jóvenes a los que las promesas de ascenso social no les hacen sentido porque no los abarcan, no son para ellos. La escuela es un camino demasiado largo para permanecer en ella. La pobreza de las familias no les permite seguir estudiando durante tanto tiempo ya que se considera tiempo improductivo.  

 

Son largas las horas del estudio cuando lo que se requiere es traer dinero a la mesa.

 

Por eso, son la generación desechable, jóvenes que ponen su cuerpo para las balas. Para dispararlas y, a su vez, para que les disparen.

 

Por otra parte, están los otros jóvenes de 17 años, los que llamaron a la marcha, jóvenes urbanos en su mayoría, escolarizados, digitalizados, con diversas indignaciones. Ellos salieron a la calle por malestares que, en conjunto, se encaminan hacia el gobierno.

 

Se trata de jóvenes en dos lugares muy diferentes. El primero, un lugar de la ignominia cuyo destino, es claramente, el desenlace fatal, la muerte; trampas sin salida, reclutados para morir. El segundo, un lugar de la indignación, de la movilización en formatos muy novedosas, dentro del espacio digital, con todas las sombras de manipuladores de todo tipo.

 

Desde esos diversos lugares, son los jóvenes de 17 años los que están moviendo al país. Como todos los movimientos juveniles, no sabemos en qué terminará. Lo único que sí sabemos es que son capaces de mover estructuras, aunque al principio parezca un movimiento de demandas genéricas; sin banderas políticas, ni ideología a las que estamos acostumbrados: o de izquierda o de derecha.

 

Ellos no lo son; somos desde fuera que los ubicamos en uno o en otro bando, como si la demanda por no cobrar impuestos a los videojuegos fuese de derecha o de izquierda.

 

Su propio ser amorfo se convierte en su fortaleza, pero también, en su debilidad. Sin cabezas visibles, todos son el movimiento y por ello mismo, el movimiento puede desaparecer de la misma forma en que inició.

 

De cualquier manera, duelen estos jóvenes. Duele su desamparo ante el sicariato, sus maneras de agenciarse su futuro en el subsuelo de la sociedad. Duele su rabia ante el Estado. Unos y otros están en la resistencia, en el desamparo.

 

Gritan para sobrevivir.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 22 de noviembre de 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

sábado, 15 de noviembre de 2025

Así se gestó la autonomía en la Universidad de Nayarit

Y donde caes están los viejos sitios 

y a cada sitio les das tres gotas de sangre.

 

Ingeborg Bachmann

 

Hace cincuenta años, el domingo 9 de noviembre de 1975 se celebraron elecciones para renovar la gubernatura. Por una parte, estaba el candidato Alejandro Gascón Mercado, del Partido Popular Socialista que había ganado la presidencia municipal de Tepic en 1972 y, por otra parte, el coronel Rogelio Flores Curiel, candidato del PRI, cuyo mérito consistía en haber sido Jefe de la Policía del Departamento del Distrito Federal, (hoy Gobierno de la Ciudad de México) y señalado como uno de los responsables de la matanza de estudiantes del 10 de junio de 1971, puesto que a su amparo se había entrenado el grupo paramiliar “Los Halcones”, agresores de los estudiantes.

 

Esta elección fue cuidada por el ejército, esto significa que se gestó uno de los mayores fraudes en la historia política de Nayarit. Alejandro Gascón Mercado fue oficialmente declarado perdedor, por lo que el primero de enero de 1976 empezaría la gubernatura de Rogelio Flores Curiel.

 

Menciono esto no solamente como un hecho histórico de lo que sucedió en aquella época, sino porque ello tuvo consecuencias muy importantes para la Universidad de Nayarit. Recordemos que la universidad fue fundada como universidad de estado en 1979, por lo que el rector era designado por el gobernador. De ahí que a partir de los señalamientos realizados contra el coronel Rogelio Flores Curiel como responsable de la matanza de universitarios en 1971, quienes, en ese entonces, estábamos en la universidad, nos organizamos desde diversos frentes, para solicitar al Congreso del Estado la autonomía. Con ello se quería evitar que el coronel fuese la autoridad más alta de la UNI-NAY. El gobernador era Roberto Gómez Reyes.

 

Los universitarios habían impedido que el coronel entrara a la UNI-NAY a hacer campaña política. El argumento era que la universidad era no partidaria ni era un distrito electoral. Pero, se suponía que como la universidad era una dependencia del estado, podía entrar a ella; sin embargo, no se le permitió hacerlo. La postura de los universitarios contra el coronel ya se había manifestado cuando José López Portillo, candidato del PRI a la presidencia de la república, quiso entrar a la UNI-NAY a hacer campaña y con él, el candidato a la gubernatura Rogelio Flores Curiel. El rector, Ricardo Vidal Manzo, declaró que sí podía entrar López Portillo a la UNI-NAY, pero no, Flores Curiel (Diario del Pacífico, 23 de octubre de 1975), el argumento consistía en que, para evitar altercados, el encuentro entre candidato presidencial y universitarios se proponía que no se realizara dentro de los terrenos de la Ciudad de la Cultura.

 

Para evitar que ambos candidatos entraran a la UNI-NAY, los estudiantes bloquearon el boulevard Tepic-Xalisco durante el paso del candidato presidencial frente a las instalaciones universitarias.

 

Inició, entonces una lucha por la autonomía, una autonomía que fue otorgada el 24 de diciembre de 1975, justamente para evitar que el coronel Rogelio Flores Curiel fuera la autoridad máxima de la casa de estudios.

 

Parece que cincuenta años están muy lejos y puede parecer que la autonomía ocurrió sin problema, como un trámite administrativo, pero no fue así porque este movimiento abrió un compás de violencia contra la Universidad Autónoma de Nayarit que se prolongó hasta 1980. Recordemos que de 1976 a 1979 la UAN estuvo signada por la violencia desatada desde la gubernatura, la que al final de cuenta dio como resultado la muerte de tres trabajadores administrativos.

 

Quiero decir que las organizaciones universitarias de aquella época tuvieron actuaciones diferentes. La Federación de Catedráticos (FECUN) que agrupaba a los docentes de aquella época, eran abiertamente partidarios del PRI y, por lo tanto, del coronel Flores Curiel; los estudiantes organizados en la FEUN, liderada por Ramón Rosas Olvera, había manifestado “Doy mi cabeza si entra Flores Curiel a la Universidad”, ya que el intento de entrar a la UNI-NAY la consideraba una provocación (Diario del Pacífico, 25 de octubre de 1975). Por su parte, no existía un sindicato de trabajadores de la universidad puesto que quienes realizaban los trabajos manuales y administrativos eran trabajadores del Estado.

 

La lucha por la autonomía inició en 1975, pero los siguientes años pueden considerarse los años de la consolidación de la autonomía. A partir del 1º. de enero de 1976 se abrió un compás de violencia contra la universidad que al final de cuentas dio como resultado la muerte de tres trabajadores. Quiero decir que fueron trabajadores administrativos quienes pusieron sus cuerpos ante esta violencia.

 

La violencia que se impuso a la universidad le impedía trabajar cuando ni siquiera había cumplido diez años de su creación, de tal manera que se empezó a hablar de su cierre. Ante la violencia que no cesaba, tuvo que intervenir el gobierno federal en 1980 dados los hechos de sangre protagonizados el 20 de febrero de 1979, así como de las continuas acusaciones y amenazas a integrantes de la universidad.

 

Estudiantes, hombres y mujeres vieron retrasada su carrera profesional; diversos profesores se tuvieron que ausentar de la entidad. Todo ello, como parte del saldo de la violencia que se impuso en esa época.

 

Me parece que nuestro deber es recordar, porque los actos de memoria nos dicen qué otras personas estuvieron aquí, luchando por lo que ahora es la universidad; qué pasos recorrieron estos pasillos; qué voces se escucharon en estas aulas; qué proyectos fueron suspendidos. Sobre todo, el gran esfuerzo para construir una universidad como un lugar para pensar, para actuar, para hacer comunidad. Una universidad para reflexionar sobre todos los futuros posibles para todas las personas.  

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 15 de noviembre de 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

 

sábado, 8 de noviembre de 2025

¿Qué máscara sirve para morir?

¿Quién nos conformó así

que hagamos lo que hagamos,

tenemos siempre la actitud de quien se va?

Como el que sobre la última colina,

desde donde se divisa todo el valle,

una vez más, se vuelve, se detiene y rezaga,

Así vivimos,

despidiéndonos siempre.

 

Rainer María Rilke. Octava Elegía

 

¿Qué máscara sirve para morir? Todo el afán del conocimiento humano, de las especulaciones filosóficas, de la melodía poética, de la fe religiosa tienen como finalidad desentrañar la muerte.

 

Vamos hacia ella con los ojos abiertos, enceguecidos por el aquí y el ahora, por las luces de neón del presente que pasa. Entretenidas en el encaje del vestido, los caballos de raza, las galaxias remotas, las monedas de cuño y la casa.

 

Una minúscula criatura, la hormiga roja, tiene ante sí el paisaje sin muerte. Tal vez tampoco vea el paisaje, sólo el pequeño espacio en que camina nerviosa. La hormiga, el pájaro, el colibrí ven siempre el presente a salvo de dioses, de ángeles y de melancolía.

 

Pero los seres humanos vemos como peces sonámbulos desde el lugar de adentro donde se fragua la muerte. Caminamos hacia ella sin que nadie se detenga, sin que nada nos lo impida. Irreversible en su mandato, todas las razones se encuentran de su lado y todos los miedos y todos los instintos y las rabias.

 

Las máscaras que hemos construido para vivir no sirven para morir. Debemos entrar con el rostro profundo de lo que somos, sin nombre ni bandera; ni padres ni madres; ni hijas ni amantes. Ni voz ni aullido.

 

La muerte es lo desconocido sin falsos atractivos. Todas las palabras del después, toda la imaginación y el deseo inagotable de la promesa, toda la fantasía de reinos luminosos, de infiernos de hierro, de jardines majestuosos, de estrellas y de abismos, detienen la salida, oxidan la cordura.

 

La muerte, incendia los instintos. Los rebela en su límite de soplo, de viento que pasa, petrificada cabellera del espanto.

 

Nos habita el silencio y el vacío. Cesa el canto y el beso; cesa la danza y el llanto. Cesa mi semejante.

 

Termino con este poema de mi autoría en un libro que se llama No hay puertas para la huída:

Corazón obscuro

 

Una no se levanta todos los días con el corazón obscuro

buscando palabras para mover los árboles, la hierba trepadora del infortunio.

Una no avizora el alimento de los buitres hasta que duerme el rayo

se quiebran las ramas del cielo, la risa en los jardines.

 

¿Tiene el mundo alguna ley de lo que hemos sido?

Al nacer no traemos ningún vestido, ningún adorno o anuncio

La más pequeña criatura alada de las obscuridades

sobreviviente en las altas montañas o en los campos abiertos

llama a los cielos de arriba y a la tierra.

Y ese canto vale más que el llanto de nosotras, las hijas de la tierra

Porque esa pequeña criatura sobrevive en la siguiente y ella en la siguiente

y así hasta el fin de los tiempos cuando el tiempo se cierre.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 8 de noviembre de 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

domingo, 2 de noviembre de 2025

Las horribles y asquerosas escritoras

Soy mujer

un entrañable calor me abriga

cuando el mundo me golpea.

Es el calor de otras mujeres,

de aquellas que hicieron de la vida

este rincón sensible, luchador,

e piel suave y tierno corazón guerrero.

 

Alejandra Pizarnik

 

¡Qué pronto nos convertimos en horribles escritoras cuando narramos las experiencias de las mujeres como experiencias humanas! O quizá la propia experiencia de ser mujeres sea horrible y esa horribilidad se extienda a lo que escriben.

 

Tan horribles deben ser que lanzan mensajes encriptados “Hombres necios que acusáis/a la mujer sin razón/sin ver que sois la ocasión/de lo mismo que culpáis” Porque es horrible ser acusados de algo, sobre todo si esa acusación es realizada por mujeres. ¿Quién se atreve a acusar a los hombres de necios si ellos son la cúspide de la razón, los portadores de la universalidad humana? ¡Ah, las mujeres, esos seres casi inferiores que sienten en lugar de pensar, seres emocionales incapaces del sentido sublime!

 

Las mujeres han imaginado ser hombres. Juana de Ibarbourou (Montevideo 1892-1979) dice: Si yo fuera hombre/qué hartazgo de luna, de sombra y silencio me había de dar!  ¡qué extraño, que loco, /tenaz vagabundo que había de ser! Porque es pavoroso estar anclada a una casa, a la maternidad y a la conyugalidad. Entonces inventan pensando que si fueran hombres… podrían estar solas (lo que es negado a las mujeres), en silencio y más aún, vagabundear por el mundo. ¡Qué horribles! ¡mujeres solas andando en el mundo! ¿qué querrán?

 

Si Sor Juana escogió “necios” como el calificativo exacto para los hombres, Alfonsina Storni (Argentina 1832-1938) los llama pequeñitos. Veamos: Hombre pequeñito, hombre pequeñito/Estuve en tu jaula, hombre pequeñito, hombre pequeñito que jaula me das. / Digo pequeñito porque no me entiendes, / ni me entenderás. Y miren, el siguiente verso lo horrible que es: “hombre pequeñito, te amé media hora, no me pidas más”. Se puede entender que este rechazo vaya directo al orgullo masculino ya que las mujeres han sido pensadas como las adoradoras de los hombres; mujeres contemplativas destinadas al culto al marido. Como religiosas casadas, apartadas del mundo en adoración perpetua a su pequeño Dios del hogar.

 

Gabriela Mistral (Chile 1889-1957)) lanzó un manifiesto contra el destino de princesas de las niñas materializado por Walt Disney: “Yo no quiero que a mi niña/ la vayan a hacer princesa. / Con zapatitos de oro/ ¿cómo juega en las praderas? /” Piensen en los dineros que dejaría de ganar la industria de las niñas princesas ya que dejarían de comprar los cosméticos, las diademas, las zapatillas de aguja de ocho centímetros ¡Eso sí es un verdadero horror!

 

La poeta uruguaya Ida Vitale (Montevideo 1923) dice: “No ser casada en un negocio, / medido en cabras, / sufrir gobierno de parientes/ o legal lapidación/. Y no admitir palabras/ que pongan en la sangre/ limaduras de hierro. / Descubrir por ti misma/ otro ser no previsto/ en el puente de la mirada. / Ser humano y mujer, ni más ni menos. Aquí el horror consiste en que la poeta por sí sola se descubre un ser humano, sin la mediación de ningún hombre, sin que a ella le expliquen qué es, desde fuera de ella misma.

 

A mitad del siglo XX las mujeres se hicieron cada vez más horrorosas. Veamos este poema de Gioconda Belli (Nicaragua 1948) “¿Cómo decirte/ hombre/ que no te necesito? /” Este manifiesto la coloca en la tesitura de otra libertad para las mujeres. No la libertad de los hombres, pensada en relación al amo, al estado. Sino en relación a los hombres, lo que han marcado sus vidas.

 

En México, entre otras, Rosario Castellanos (México 1925-) duda de la cordura de los hombres “Hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza? ¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo? / ¿Castrar al potro Dios?” Aquí, la poeta se coloca como la otra sujeta para interpelar al dueño de la razón, al creador de la ilustración, al vencedor de las expediciones, para llamarlo, de frente: loco. ¡Qué atrevimiento horroroso!

 

Rosa María Roffiel (México. 1945) Somos locas rebeldes/locas de estar vivas, / locas maravillosas, estrafalarias, floridas/ Ovejas negras/descarriadas sin remedio, /vergüenza de la familia/piezas de seda fina, /amazonas del asfalto,/,guerrilleras de la vida.

 

Pienso que son horrorosas porque, nada más y nada menos, descolocan a los hombres del centro de la vida de las mujeres. Ellas son su propio centro. Lo cantan, lo poetizan, lo narran, lo viven.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 1 de noviembre de 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

domingo, 26 de octubre de 2025

La pequeña flor del cáncer

Para mis amigas 

que han sido iluminadas

 con el cáncer de mama.

 

Yo no sabía del miedo de vencer a la muerte. No sabía del miedo, porque ese vencer a la muerte, es el miedo. Un punto, me dijeron, tienes un punto que debe ser analizado. Entonces, me reconocí humana, frágil, sin la suficiente entereza para que el cuerpo no se golpeara en cualquier piso. Derrumbada en la mente, en la imaginación, te preguntas qué es esto, cuándo ocurrió, cuándo ese punto se apropió de tus glándulas para expandirse como sed, como alboroto.

 

La vida de fuera es otra vida. Nada ni nadie es lo que era antes. Algún mundo se ha ido cuando pronuncian la palabra cáncer. Vienen las palabras de consuelo, las de valentía, las del coraje. Por un minuto ves las flores pequeñas que van abriéndose paso dentro de tu cuerpo; desconocen el feroz destino que trazan. Estrellas que surcan la noche en que navegará tu cuerpo.

 

Desfalleces, te derrumbas.

 

Dejas de seguir las horas de los días donde está el desayuno, la hora del trabajo, el baño de las niñas, la lectura antes de dormir. Como los toros que matan en la plaza, sientes la arena en la boca, la sangre y la saliva. O como las gallinas que no son responsables de su propia muerte; alguien llega y las mata; las convierte en trozos que después tienen vida propia. Los demás aplauden. Creen en tu valentía mientras tus huesos aspiran a ser pulverizados por el viento. Que esto acabe, que de una vez acabe.

 

Ahora quiero un rincón del mundo, una hora inocente para seguir en la paciencia de la cocina, en el deambular de los pasos guardados, en las cartas que debí escribir. La flor pequeña se abre al cansancio profundo, al desgaste espiritual; a ese desgaste donde solo quiero dormir y dormir. Un desgaste o tristeza, un desgaste o polvo en los ojos, un desgaste de lo que no se oye. Quiero amanecer en el silencio de las cosas, en el umbral de la ventana donde el pájaro sigue cantando con su palpitar misterioso.

 

La palabra que no digo, la palabra que no pronuncian después de decir cáncer, es la más estrujada. Los rostros voltean a otro lado para no despertar a la mujer de seda en que me han convertido.

 

Desde esta luz arrojada por la incertidumbre, se ve claramente el engaño de la prepotencia de lo fatuo, la ilusión de los merecimientos, la sinrazón de caminar todos los días en horarios establecidos. Quieres tomar tu costura para bordar hasta que los dedos se pulvericen; tejer hasta que se hilen todas las puntadas en el silencio de las miradas.

 

Ya no puedo más. Este dolor que me toca apuñala el centro de la carne. Quiero sumirme en la almohada sin rostro, sin recuerdos para no despertar. Las demás te ven, pero tú ya no tienes a dónde mirar. Un desierto azul se apodera de tu mente cuando alguien se acerca y dice telarañas de ti.

 

Tratas de abrir los ojos, de ajustarte los lentes que no tienes. Entonces surge el ángel harapiento con la cara desdoblada y la sombra de la aureola. Camino en un bosque de figuras moradas que caen detrás de mí, se deshacen antes de tocar la arena. Al fondo, una alberca de blancos mecidos se abre a mi deseo, pero la lluvia me ha borrado y no podré llegar. Más allá, la luz se vuelve intensa y hacia ella voy. Es una luz solar, atómica; el centro mismo del fuego. Tengo un vestido blanco largo, largo; vuelo sobre mí misma. Mi madre muerta me toma de la mano y me veo debajo de mí, recostada sobre baldosas. Volamos las dos como si fuéramos una sola. Ella me contiene igual que antes de que ninguna de las dos naciera. Y la madre de la madre, todas contenidas hasta perderse en la lluvia que nos sigue. Volamos dulce y largamente, como quien dice adiós en alabanza.

 

De alguna distancia viene la esperanza. Es apenas un color pequeñísimo, un aroma olvidado por alguien que sueña en un ir y venir. ¿Quién detuvo el camino a la luz? ¿quién me devolvió a este muro? Por un momento has estado en el otro lado; caminando los pasos de luces puras. Recoges tus fragmentos para no saberte trozo de silencio. Devuelves el vestido blanco a la brisa que se adelanta. La madre, la madre abuela desaparecieron.

 

Abro los ojos. Las cosas se delatan en su disfraz de cosas. Es la vida, me dicen, sobreviviste al cáncer. Amanece. Reconozco las caras de mis hijas, de mis hermanas; escucho al perro en su ladrido al cielo. Sonámbula, estoy de nuevo a la intemperie.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 25 de octubre de 2025.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx