sábado, 4 de febrero de 2017

Cien años del Nayarit en que vivimos

¿Cómo irse y dejar este festejo de abandono y olvido
que el canto marino transforma en otras voces?
Siempre pasa así en el Mar; quiero irme sin saber adónde.

Miguel González Lomelí Pleamar, 2006

Mi abuela no fue nayarita sino tepiqueña puesto que nació en 1898 cuando Tepic era Territorio Federal. De entonces a la fecha se han sucedido cinco generaciones: la de mi abuela, la de mi madre, la mía y mis hermanas, la de mis hijas y la de mis nietas. Cinco generaciones familiares han poblado Nayarit durante los primeros cien años de 1917, cuando el Territorio Federal de Tepic se transformó en Entidad Federativa, a 2017.

Una mirada a los cien años de Nayarit nos revela los movimientos que han estructurado el Nayarit actual: el movimiento de los pobladores campesinos a las ciudades, sobre todo a Tepic e Ixtlán del Río en la década de los ochenta que transformó el paisaje de las ciudades: las localidades urbanas pasaron de pequeños centros históricos a núcleos urbanos con colonias de cartón, hoy de tabique, en una ciudad siempre construyéndose. Tepic se convirtió en una ciudad Estado que concentra alrededor del 30% de la población total de la Entidad. Aún así, sigue siendo una de las capitales de Estado más pequeñas del país con un poco más de 300 mil habitantes.

El movimiento por la democratización de la entidad de los años setenta del siglo XX protagonizada por Alejandro Gascón Mercado marcó un hito en el sistema político local y nacional. La posibilidad de que el socialismo, a través del Partido Popular Socialista, anclara en estas regiones tuvo su sepultura en 1973 con el golpe de estado de Chile. Alejandro Gascón Mercado, presidente socialista de Tepic de 1972 a 1975 no pudo convertirse en el primer gobernador socialista de estas tierras tropicales ubicadas a escasos kilómetros de la frontera con Estados Unidos. Pero su lucha marcó el rumbo de la izquierda del país al mostrar los límites establecidos por la cercanía con los EU.

El mundo agrario campesino y el de los pescadores ribereños fueron abandonados por las políticas gubernamentales quienes dejaron ejidos y comunidades al vaivén de lo que demandaban los negocios del capital. La agricultura y la pesquería se han convertido en negocio para las empresas sin que los esfuerzos de las colectividades tengan respaldos en las acciones estatales. Por eso hemos visto a frijoleros tirar las cosechas por las calles de Tepic en protesta por la no existencia de precio de venta. Por eso hemos visto las cosechas de chile, de tomate, de maíz, destinarse a pastura para el ganado ante el bajo precio que tiene en el mercado.  Por eso hemos visto la desbandada de los habitantes rurales en el éxodo migratorio a la frontera norte del país.

Las playas pasaron de paisajes naturales a desarrollos exclusivos para el descanso de magnates, políticos y luminarias del mundo de la farándula. Los poseedores originarios fueron expropiados a precios irrisorios en nombre de un bien nacional el cual acabó siendo apropiado por franquicias hoteleras que recorren el mundo sin rostro, con la única bandera de las utilidades

Fueron necesarios cien años para que Nayarit tuviera un millón de habitantes y el primer Sanbors. Las plazas comerciales llegaron en la década de los ochenta cuando todavía era la venta al mostrador lo que privaba en la ciudad.

Fueron necesarios cien años para que las mujeres contáramos con una base mínima de derechos humanos, leyes de igualdad y cuotas de género como medidas correctivas ante una democracia masculina que impide el acceso de las mujeres a la participación política. La violencia contra las mujeres, la persecusión de los feminicidios, la falta de acceso a la justicia es una asignatura pendiente en una cultura donde no denunciar se considera fidelidad al Estado.

Arribamos a los primeros cien años del Estado de Nayarit, un Estado que tiene su origen en la Constitución de 1917.  ¿Vemos el vaso medio lleno? Sólo el 38% de la juventud tiene acceso a un lugar en la educación superior; el municipio de El Nayar, donde habitan los nayerij (coras) se considera el municipio más pobre de todo el país; la Universidad Autónoma de Nayarit está atravesada por corrupciones propiciadas por complicidades institucionales; la cultura se entiende como espectáculo para los gobernantes en turno; la clase política tiene su propio espejo donde se refleja cada tres y seis años en luces de neón; los noventa y dos años de la Escuela de Leyes no han logrado establecer un Estado de Derecho ni que se imparta justicia.

En cien años, ninguna mujer gobernadora, ni secretaria de Estado, ni presidenta del Congreso, ni del Poder Judicial, ni rectora.

Aquí vivimos en el Nayarit de cien años donde los días transcurren celebrando el silencio, el gozo, la bienvenida. En el Nayarit que vivimos, las abuelas sostienen la vida; las amigas nos devuelven los trozos de los naufragios; los maestros y maestras se empeñan en las aulas para que estudiantes persigan sueños aunque el mundo les diga ¡fuera!; Bety sigue creando; Pedro Casant persigue la línea luminosa de las aves; el señor de los churros invade los dedos de mis nietos con la delicia de azúcar y canela; mi hermana nos regala plantas;  una mujer en Jala, convoca ángeles azules; Fabiola cura a mis hijas; unos niños cantan seducidos por la batuta de Mayo; Tere defiende lo viviente en la dimensión animal; Eduardo imagina el nombre del hijo que viene; los jóvenes de Aticama bajan a la profundidad del océano a sacar los ostiones con su pura respiración; una madre da seguridad a los pasos de su hijo extraviado; las camionetas pasan inudando el viento del aroma de las piñas, de las sandías, de los plátanos; en la montaña, las niñas indias miran sorprendidas el amanecer que se sorprende en su mirada. Mi madre cumple 91 años y mi nieto, tres.

Cien años del Nayarit en que vivimos y soñamos y exigimos derechos.


Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 4 de febrero.

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