martes, 14 de febrero de 2017

No dudes jamás de que te amo


Duda que sean fuego las estrellas,
duda que el sol se mueva,
duda que la verdad sea mentira,
pero no dudes jamás de que te amo

Shakespeare, Hamlet, Acto II, escena VI

El que ama tiene la certeza del amor que siente, pero no tendrá la certeza de que el otro o la otra, tengan la misma certeza porque el amor es un sentimiento individual que no tiene retorno.

El amor, como todo en la sociedad, tiene fecha de inicio y fecha de caducidad: ni se ha amado de la misma manera en todas las épocas históricas, ni amar ha significado lo mismo.

Se idealiza el amor porque se convierte en la pequeña utopía de la que somos los héroes o las heroínas individuales. Alrededor de la mesa familiar o de la mesa de amigas, escuchamos las historias del primer encuentro, el proceso del amor y la unión de boca de abuelas, madres, tías, vecinas. En ocasiones, algún hombre participa de las narraciones sólo para asentir sobre el cúmulo de recuerdos que se vierten sobre los acontecimiento que entre más lejanos hayan sucedido, se edulcoran de acuerdo al momento presente o se amargan. Las  narraciones del amor pertenecen a las mujeres quienes conservan la memoria, en tanto que los varones se muestran ajenos al recuerdo, a la carga emocional que desatan. Sólo es algo que ocurrió.

Para las mujeres el amor es el opio que adormece la vida. O, debería decir, se supone que las mujeres deben vivir dentro de la vida erótica-amorosa convertida en el único sentido de la vida. En el matrimonio, el amor erótico deberá convertirse en un amor familiar vinculado al amor filial y así, de esta manera pasar a ser parte de los afectos con que se construye la gran estructura social.

Tampoco aman de la misma manera los hombres que las mujeres. Para las mujeres en general, el amor significa dependencia emocional, en cambio para los varones el amor significa dominio. La asimetría del amor tiene que ver con los lugares sociales en que nos encontramos los hombres y las mujeres reforzados por el conjunto de simbolismos derivado de la religión, la ley, la moral, los medios de comunicación y el sentido común. Porque el análisis de lo amoroso es un ámbito donde se puede mostrar el vínculo de la experiencia íntima con la sociabilidad y el poder.

El amor no ocurre fuera de la sociedad, por el contrario, se aprende a amar de acuerdo a los cánones que dicta cada sociedad y precisamente el amor reparte las jerarquías: las mujeres “deben dar todo por amor”; el sujeto del amor son los varones: ellos son los deseantes mientras que a las mujeres nos corresponde ser las deseadas. Convertidas en objeto del eros masculino dejamos de tener un cuerpo sintiente y un deseo propio para satisfacer el eros del varón.
No se ama en soledad ni se ama aislada o individualmente. El amor requiere una relación con el otro o con la otra ya se trate de una relación heterosexual u homosexual. En nuestra época, el amor es un ámbito de dominio: el hombre “conquista”, mientras la mujer es “conquistada”. A la mujer, como a los seres inferiores, sólo le corresponde, seducir, ese artilugio de quienes no tienen razón por lo que usan otros “poderes” para hacer sucumbir a la víctima.

Como se observa, el lenguaje mismo señala el amor como un campo de batalla.

Es cierto, somos seres de afectos, pero en la sociedad contemporánea el amor ha dado lugar a la “industria del amor”: la venta de flores, los ositos de peluche, los chocolates, las cenas “románticas”, los pasteles de fresa, etc. Desde luego que el comercio capitalista no podía dejar de mercantilizar los sentimientos, en particular éste que se convierte en la base de la cohesión familiar y social.

Mi prima vende flores, desde días antes se prepara con los arreglos para todos los gustos y precios, a algunos les agrega bombones o corazones; otros más portan pequeñas figuras de peluche. El amigo de mi sobrino tiene un hotel de paso y su experiencia es que el 14 de febrero tiene la más alta demanda: a las habitaciones les dan vuelta dos veces, dice el administrador. Amantes, amados, amadores, amasiados, amadas; es el día del eros, es el día de la libertad social para que el principio de la vida prive sobre nuestros cuerpos y vuelva a abrir la posibilidad de la imaginería amorosa.

Hamlet le dice a Ofelia que podrá dudar del movimiento del sol, pero de su amor, nunca podrá dudar. Pero Hamlet mata al padre de Ofelia accidentalmente y, ella enloquecida, se suicida. Sí, ella no debería haber dudado del amor de él.


Publicado en Nayarit Opina, el 14 de febrero, Tepic, Nayarit.

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