jueves, 12 de agosto de 2021

¿Cómo preparar el corazón para el duelo?

Para

José Trinidad Ponce Palafox y,

colegas, trabajadores y estudiantes de la

UAN que han fallecido por covid.

In memoria

Les extrañamos como parte de la comunidad.

 

No sé cómo se prepara el corazón para el duelo. Tal vez no exista una preparación cuando el dolor se asoma en todas las ventanas cibernéticas a las que nos asomamos. El mundo entero está ceñido por este duelo ocasionado por el covid, por el cáncer, por la violencia, por las desapariciones.

 

Nos duelen las muertes de covid porque irrumpen la vida de quienes todavía tenían que estar en la vida. 

 

Las preparaciones para el duelo se refieren a las pérdidas individuales: aceptar los sentimientos que cada quien experimenta ante la pérdida de un familiar, hablar sobre la persona que ha muerto y otros procesos. Pero ¿cómo nos preparamos para las muertes de quienes no son nuestra familia pero que han estado en nuestra vida de alguna manera, han sido parte del contexto, de nuestra generación, de nuestro entorno? Colegas de trabajo, compañeras con quienes hemos compartido caminos; escritoras, vecinas con quienes nos cruzábamos en la tienda o el señor que lavaba los coches en el estacionamiento y del cual sólo sabíamos el nombre. 

 

No tienen que tener nuestra sangre para que su muerte nos aflija.

 

En las redes sociales circulan las esquelas, las despedidas, las noticias del deceso de la madre, del hijo, de la amiga, del padre. ¿Cuánto dolor circula en el mundo? ¡Cuánto dolor en nuestra proximidad!

 

¿Por qué nos macera el dolor? Porque la tiranía del dolor de quienes sobrevivimos nos arroja a ese reducto de humanidad en que nos reconocemos como colectividad, como tribu. La vida es el escenario donde los seres humanos nos desarrollamos, mas, ¿qué significa hoy la vida? Incertidumbre, desazón; hoy estamos ante un sufrimiento prolongado donde el presente significa riesgo. Vivimos en un sin saber que oculta tras de sí posibles desgracias; sucesos que no nos dan tregua porque nuestra preparación científica avanza detrás de lo que se desconoce. La vida es un sin saber del porvenir. 

 

Ya no luchamos contra esfinges cuya maldición acarrea pestes, pero sí con la incertidumbre de la realidad misma. Ya no clamamos a dioses para que apacigüen su ira, pero vivimos en la perplejidad de lo incierto. 

 

Son las muertes inesperadas las que nos hacen entrar a esta zona de irrealidad. Es como si estuviéramos en una ruleta rusa y no sepamos quién será la siguiente víctima. A pesar de estar vacunadas, de cuidarnos, de no asumir riesgos, la muerte está ahí, acechando cualquier descuido, cualquier respiro. 

 

Familias enteras están resguardadas ante la sospecha de contagio de algún integrante. Hoy más que nunca estamos atentas al menor resfriado, a cualquier síntoma que pueda traslucir la presencia del virus. Es cierto, las vacunas son una solución; los cuidados nos ayudan a prevenir; conocemos historias de quienes han vencido la enfermedad. Pero, agazapada, nos espera en el contacto humano.

 

El dolor llega y rompe el equilibrio emocional personal y comunitario. Solo entonces podemos acercarnos a la tragedia humana, atisbar un poco el dolor causado por otras calamidades a otras generaciones; el sufrimiento derivado de las guerras; las lamentaciones de quienes murieron en las revoluciones; la laceración ante los desastres, terremotos, inundaciones. Apenas hoy nos asomamos a los abismos narrados en la literatura escrita o visual, porque el dolor colectivo ha rozado nuestra generación. 

 

La muerte nos cubre como un manto umbrío. La esperanza ha sido vencida con cada muerte que hubiera sido evitada. La angustia es absoluta, el razonamiento es breve. Duelen estas muertes que no debieron haber sido. El tiempo pasa más lento mientras las muertes se acumulan en un tiempo incierto en nuestro horizonte; en nuestros corazones, que no terminan de estar preparados para el dolor del mundo. 

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 12 de agosto de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

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