jueves, 16 de diciembre de 2021

Los Libros de Texto Gratuitos: estereotipos, no inclusividad y valores. Sobre el libro Mujer y Ciencia en los libros de texto gratuito de Lourdes Pacheco

 Eulalia Pérez Sedeño

Depto. Ciencia, Tecnología y Sociedad

IFS-CSIC

 

El libro que prologo constituye un análisis espléndido, desde la perspectiva de género, de las diferentes series de Libros de Texto Gratuitos (LTG) que se han ido sucediendo en México. Su análisis se centra en dos aspectos fundamentales: los estereotipos de género que aparecen en ellos, mostrando un “paradigma de debilidad”, como lo denomina la autora; y la imposibilidad de que esos libros animen a las niñas a estudiar ciencias, entre otros motivos, por la ausencia de figuras femeninas en papeles protagonistas.

Los LTG surgieron en 1960 a propuesta del secretario de Educación Jaime Torres Bodet durante la presidencia de Adolfo López Mateos (1958-1964). La idea que hay tras esta propuesta es que niñas y niños pasan mucho tiempo con sus madres, por lo que era importante que las madres en cierne también fueran a la escuela, de modo que en el futuro pudieran hacer lecturas religiosas a su progenie. Esta idea subyacente al interés de la Iglesia Católica por la educación de las mujeres no es nueva, pues ya el gran humanista, filósofo y pedagogo Juan Luis Vives (1492-1540) mantenía que sin educación, las mujeres no pueden ser buenas; o Fray Antonio de Guevara (1480-1545), obispo de Mondoñedo, que en su Reloj de príncipes (1575) aconseja enseñar todo lo que se pueda a las hijas "y no se deben engañar diciendo que por ser mujeres para las ciencias son inhábiles, pues no es regla general que todos los niños son de juicio claro y todas las niñas son de entendimiento obscuro; porque si ellos y ellas aprendiesen a la par, yo creo que habría tantas mujeres sabias como hay hombres necios" (citado en Vigil, 1986: 48).

             El humanismo en general abogó por una instrucción 'fuertemente ideologizada' que permitiera un mejor gobierno del hogar y la educación cristiana de los hijos. Tenemos un ejemplo manifiesto de esta afirmación en La instrucción de la mujer cristiana. Escrita por Vives a petición de Catalina de Aragón, es muy clara con respecto al sentido y finalidad de la educación de la mujer: la educación de los hijos, a la par que aumentar la bondad de la mujer. Por decirlo con sus propias palabras, los estudios de letras "dan forma a la crianza y costumbre; instruyen en la vida; enseñan a obrar conforme a virtud; encaminan a la razón; y finalmente muestran vivir sin perjuicio de nadie, ni de sí misma"(citado en Vigil, 1986: 46).

Así, algunos humanistas recomendaban el estudio del latín y el griego y la lectura de los Evangelios, Los hechos de los Apóstoles, Epístolas, El Viejo Testamento, San Agustín, San Jerónimo, San Ambrosio, San Gregorio, Boecio, Latancio, Tertuliano, Santa Catalina de Siena, Platón Séneca o Cicerón. Pero esa educación nunca puede estar orientada al magisterio, a conseguir un puesto profesional, pues "no es bien que ella enseñe ... porque habiéndose puesto en la cabeza alguna falsa opinión no la traspase a los auditores con la autoridad que tiene la maestra y traiga a los otros a su mismo error” (ibidem). La educación de la mujer es un complemento que no le serviría para escapar a las tareas del hogar ni las capacitaría para ejercer una profesión, algo que parece mantenerse, en diversos grados, a lo largo de las distintas ediciones y modificaciones de los LTG.

Como ya he señalado, los primeros LTG ven la luz en 1960, cuando comenzó a estudiar la primera generación que utilizó los Libros de Texto Gratuitos otorgados por el gobierno mexicano, generación a la que pertenece la autora del trabajo que comento. Libros que se podían llevar a cualquier lugar, no solo manejarlos en la escuela. Y la primera modificación se realizó en 1973 durante el sexenio de Luis Echevarría (1970-1976), donde se cambiaron las materias por campos o áreas de conocimiento.  Posteriormente, aunque hubo cambios menores en algunos temas, la siguiente reforma se realizó durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) a partir del Acuerdo de la Modernización Educativa en 1993, cuyo eje era el desarrollo educativo por competencias. Posteriormente, con la Alianza para la Calidad de la Educación (2008-2009), impulsada durante el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), los libros fueron modificados para adaptar la educación a los cambios mundiales. Sin embargo, el lugar de las mujeres siguió siendo el de cuidadoras dentro de la casa, responsables de la reproducción y de los cuidados. Hay que tener en cuenta que, durante la educación primaria, es decir, durante seis años, las niñas y niños manejan estos textos escritos e ilustrados que transmiten estereotipos de género que refuerzan los papeles tradicionales de mujeres y hombres.

Los estereotipos son creencias ampliamente compartidas, simplistas y esencialista sobre un grupo concreto. Pueden ser positivos (los alemanes son muy trabajadores), neutros (las suecas son rubias), o negativos (las mujeres no sirven para las matemáticas). Cuando son negativos producen prejuicios y discriminación que puede ser directa (agresiones físicas, insultos…) o indirectas (discriminación en la legislación, en el acceso al trabajo, el salario…). Los estereotipos de género reflejan ideas normativas de feminidades y masculinidades, de mujeres y hombres, y presentan estas feminidades y masculinidades como dualismos u opuestos binarios. Además, representan de forma errónea los grupos que pretenden describir y persisten muchas veces incluso cuando la realidad estadística en la que se basaron en un principio (si es que fue así) ha cambiado. Y lo que es más importante, sirven para definir metas y expectativas diferentes para hombres y mujeres.

Se transmiten en la familia: los adultos tienen expectativas concretas y diferentes sobre el comportamiento que deben tener las niñas y niños. También entre los iguales, pues niñas y niños asumen y defienden los estereotipos que les han inculcado (nadie quiere ser el bicho raro). Los medios de comunicación son un medio de transmisión importante: programas, series y anuncios transmiten una imagen de cómo deben ser y comportarse mujeres y hombres.  Y, desde luego, la escuela es un vehículo importante, a través del currículo oficial o abierto y del oculto, ese proceso de “transmisión de normas implícitas, valores y creencias que subyacen en las formas culturales utilizadas por las escuelas, pero [que] se localizan, especialmente, en las relaciones sociales establecidas en los centros escolares y en las aulas” (Subirats y Brullet, 1988: 43). En el primero, aparecen de manera clara en los objetivos educativos a desarrollar en el centro escolar, al definir el enfoque y las estrategias pedagógicas, contenidos, metodología y criterios de evaluación. Viene estipulado en las diferentes leyes educativas que fija cada país. Y en el currículo oculto, que puede ser latente – es decir, ese conjunto de valores y pautas, que, sin ser explícito, contribuye a reforzar el mensaje estereotipado y discriminador, lo que se suele denominar “pedagogía invisible”; o en el currículo omitido: ese conjunto de problemas fundamentales de la sociedad actual que, directa o indirectamente, están excluidas de la cultura escolar dominante (aborto, drogas, abuso sexual, violación, violencia de género, incesto...). En el caso de la escuela, los libros de texto desempeñan un papel fundamental a la hora de transmitir estereotipos de género.

Los análisis que presenta esta obra muestran que las profesiones y ocupaciones que aparecen en estos libros no proporcionan modelos para transformar las percepciones de niñas y niños, ni contribuyen a construir relaciones de igualdad entre ellos. Además, aunque las que se muestran pretenden ser descriptivas, pues reflejan la sociedad de su época, en realidad también son prescriptivas dado que indican cómo deben ser las mujeres (y los hombres). Y también las ausencias, lo que no muestran, tienen un carácter descriptivo (si no se muestra, no existe) y prescriptivo (así debe ser).

A pesar de los cambios que hay a lo largo del recorrido que hace Lourdes Pacheco (como paso de materias a áreas de conocimiento…) apenas sí cambia la representación de las mujeres en estos libros. Siempre las mujeres hacen tareas del hogar y se representan con delantales, aun cuando no estén realizando tareas del hogar. Y eso se extiende a otros campos y otras edades: los niños son representados jugando al aire libre y las niñas ayudando a la mamá en el hogar, como si jugaran a ser madres en miniatura. Además de la socialización estereotípica que esto supone, quienes lideran los grupos siempre son varones.

Sucede igual con los LTG que pretenden modernizar la educación, desarrollando competencias. Por ejemplo, la explicación del ciclo del agua, fundamental para la industria, la agricultura, la navegación o el clima, se inicia con la ilustración de una niña feliz lavando cacharros de cocina y termina con una mujer adulta lavando ropa. Como señala la autora, según esta visión, las mujeres “están vinculadas al agua desde la posición de reproductoras de la vida, cuidadoras de familia y realizadoras del trabajo doméstico.” Lo mismo sucede con otras ilustraciones del ciclo del agua donde los hombres utilizan el agua de manera productiva, mientras las mujeres hacen un uso doméstico.

Los libros de la generación posterior muestran algunos ejemplos de algunas actividades que realizan las mujeres, como bibliotecarias, médicas y maestras, pero siguen apareciendo mayoritariamente ilustraciones que las muestran en tareas del hogar y del cuidado. Lo mismo sucede en los LTG posteriores, aunque incorporan figuras de mujeres utilizando computadoras o manejando automóviles, pero siempre en una menor proporción que los varones.  También incorporan aspectos de las nuevas relaciones entre mujeres y hombres, aunque siguen mostrando a las mujeres en sus roles de madres, cuidadoras y en profesiones “femeninas”. 

Los nuevos LTG se publicaron en 2014 y han continuado hasta el curso 2020-2021. Aquí aparecen mujeres que trabajan fuera de casa, pero en trabajos feminizados de cuidado o ayuda: maestras, enfermeras, secretarias. Hay un cambio del rol que ocupan las mujeres o, mejor, un aumento de ellos: si antes eran solo madres de familia, responsables de la reproducción y de los cuidados ahora, además, trabajan fuera del hogar. Pero como el lugar de los hombres no ha cambiado en los LTG, las ilustraciones no contribuyen a la construcción de relaciones igualitarias entre mujeres y hombres. 

Otro de los aspectos que señala Lourdes Pacheco en su análisis es el uso de lenguaje no inclusivo, pues la dedicatoria es “al niño mexicano” en unos casos o al padre de familia, en otros o a “mi querido amigo”, o el genérico “Una invitación a los niños”. Según el Observatorio Del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey “El lenguaje inclusivo en cuanto al género, lenguaje incluyente o lenguaje no sexista se refiere a la creación y uso de términos que visibilicen a los grupos demográficos con identidad de género y orientación sexual diferente” (https://observatorio.tec.mx/edu-news/lenguaje-accesibilidad-inclusivo; último acceso 2 de septiembre de 2021). El fundamento que hay detrás de esta propuesta es que la lengua forja y refuerza la realidad de quienes la usan y conscientemente destituye, minimiza, desvaloriza e invisibiliza a las mujeres y otros grupos minoritarios. El lenguaje inclusivo sirve para visibilizar a las mujeres, para que accedan al espacio público, para mostrar la menor presencia de mujeres en ciertas profesiones y en puestos de toma de decisiones o para solicitar igualdad salarial de las trabajadoras frente a los trabajadores. Aunque los libros de la generación 2008 y de la generación 2011, contienen desdoblamiento en algunos casos, en los libros de la generación 2014, el lenguaje no es inclusivo.

En la segunda parte de su obra, Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara indaga en si estos LTG promueven las vocaciones científicas en las niñas. Uno de los factores que influyen a la hora de elegir una carrera es disponer de modelos de referencia (rol models). Un modelo de referencia es alguien que vive de forma que nos hace sentirnos orgullosos de formar parte del mismo grupo. Los modelos de referencia son importantes, especialmente para las mujeres y otros grupos que se enfrentan a una serie de retos y obstáculos sociales, pues nos muestran lo que es posible y nos muestran las posibles formas de superar los obstáculos y retos.

Sin embargo, en los LTG apenas hay referencia a científicas, y, aunque aparecen unas pocas figuras conocidas (como Marie Curie), no se profundiza en sus aportaciones y son los hombres los protagonistas: “La lección presenta a los hombres prehistóricos como los protagonistas de la domesticación de animales y en el descubrimiento de la agricultura, así como los inventores y constructores de herramientas, los manejadores del fuego, la elaboración de estrategias de cacería, etc. En cambio, las mujeres para llevar a cabo la única función que realizaban, amamantar, no requerían nada más que su propio cuerpo.” Un planteamiento muy alejado de lo que la teoría de la evolución y la antropología nos dice de las sociedades cazadoras-recolectoras

De igual modo, las niñas están menos representadas en la elaboración de experimentos y cuando se incluye en ellos a mujeres o niñas, los hombres y niños son quienes tienen una participación activa y ellas pasiva, en todo caso, tomando notas. Como señala Lourdes Pacheco, eso “convierte a las mujeres en ayudantes de los científicos.”

Por último, este libro muestra también la imagen muy estereotipada que los LTG dan de la ciencia, como algo plenamente acabado, verdadero y objetivo, sin que se presente en absoluto su proceso interno, su contexto o los posibles conflictos que puede originar. Pues, como bien sabemos, la ciencia es una actividad social, como cualquier otra actividad desarrollada por los seres humanos, que no se puede entender fuera de su contexto sociocultural. Es un proceso y una actividad de comunidades científicas insertas en contextos sociohistóricos concretos en cuyo seno encontramos valores personales, sociales y culturales, preferencias de grupo o individuales, etc. que inciden o pueden incidir de diversas maneras y en diferentes grados sobre la práctica científica. El estudio de las dimensiones sociales de la ciencia abarca los efectos de la investigación científica sobre la vida humana y las relaciones sociales; los efectos de las relaciones sociales y los valores sobre la investigación; y, además, los aspectos sociales de la propia investigación, por ejemplo el efecto Mateo, por el que ante descubrimientos simultáneos de dos científicos, se le atribuye al de mayor prestigio – según el Evangelio, “a quien más tiene más se le dará” - o el efecto Matilda, cuando ante el descubrimiento simultáneo por un hombre y una mujer, se le atribuye al varón – según el mismo Evangelio, “a quien menos tiene, se le quitará incluso lo poco que posee” (García Dauder  y Pérez Sedeño, 2017: 70-74).

Esperamos que este excelente estudio realizado por Lourdes Consuelo Pacheco Ladrón de Guevara servirá para mejorar los próximos libros de modo que sean menos estereotipados, usen un lenguaje más inclusivo y den una idea más cabal y ajustada de la ciencia.

 

Referencias

 

García Dauder, Dau y Pérez Sedeño, Eulalia (2017). Las `mentiras` científicas sobre las mujeres. Los libros de La Catarata.

 

Subirats Martori, Marina y Brullet Tenas, Cristina (1988). Rosa y Azul: la transmisión de los géneros en la escuela mixta. Instituto de la Mujer.

 

Vigil, Mariló (1986).  La vida de las mujeres en los siglos     XVI y XVII. Siglo XXI ed.

 

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