domingo, 3 de abril de 2022

Inés Arredondo: crueldad y exquisitez de la vida vivida

Siempre cruje un paso único sobre 
las hojas secas, 
cae una fruta, chilla un pájaro extraño; 
pero por encima de eso está el silencio. 

Inés Arredondo.

Voy a hablar de lo otro, de lo que generalmente se calla, de lo que se piensa y lo que se siente cuando no se piensa. Quiero decir todo lo que se ha ido acumulando en un alma provinciana que lo pule, lo acaricia y perfecciona sin que lo sospechen los demás. Tú podrías pensar que soy muy ignorante para tratar de explicar esta historia que ya sabes pero que, estoy segura, sabes mal. Tu no tomas en cuenta el río y sus avenidas, el sonar de las campanas, ni los gritos. No has estado tratando, siempre, de saber qué significan, juntas en el mundo, las cosas inexplicables, las cosas terribles, las cosas dulces. No has tenido que renunciar a lo que se llama una vida normal para seguir el camino de lo que no comprendes, para serle fiel. No luchaste de día y de noche, para aclararte una palabra: tener destino. Yo tengo destino, pero no es el mío. Tengo que vivir la vida conforme a los destinos de los demás. Soy guardiana de lo prohibido, de lo que no se explica, de lo que da vergüenza, y tengo que quedarme aquí para guardarlo, para que no salga, pero también para que exista. Para que exista y el equilibrio se haga. Para que no salga a dañar a los demás (Inés Arredondo, Río Subterráneo).

Inés Arredondo (Culiacán, 1928-CDMX, 1989) marcó la literatura mexicana porque siendo una mujer, en la segunda década del siglo XX, escribió sobre temas complejos como la perversión, el incesto, la locura, la ignominia la infidelidad, el envilecimiento y la traición, entre otros. En el cuento que da origen a la colección Río Subterráneo, se nombra a sí misma como Guardiana de lo prohibido. Basta con acercarnos a la obra de esta escritora para entender el desciframiento de lo obscuro de la naturaleza humana, narrada desde el punto de vista de las mujeres. 

La mayor parte de su obra se ambienta en provincia, específicamente en los paisajes de Sinaloa. Ahí se pueden ver los mangos exuberantes, el calor y su sofoco, la brisa de la tarde. Es en esos ambientes donde coloca los personajes de sus historias que se enmarcan en vidas cotidianas que poco a poco transitan hacia un tipo de envilecimiento o de locura.

Inés Arredondo, se convirtió en una mujer libre a partir de su decisión de criar sola a sus dos hijos, pero, sobre todo, por la singularidad de su voz dentro de las letras mexicanas. Alejada de los nacionalismos, de las corrientes que pudieran otorgarle canonjías dentro de la élite intelectual, prefirió la soledad para la creación literaria.

Editó el Diccionario de Literatura Latinoamericana, publicado por la Unesco y colaboró en la “Revista Mexicana de Literatura”. Escribió tres libros de cuentos: La señal (1965), Río subterráneo (1979) y Los espejos (1988). Además, publicó la novela Opus 123 (1983) y un libro de cuentos para niños Historia verdadera de una princesa. Las reseñas de diversos autores y guiones para radio y televisión fueron publicadas en el libro Ensayos (2012)

Se le considera la más grande cuentista mexicana del siglo XX tanto por el tratamiento de las temáticas como por la prosa. Se asomó al desciframiento del amor y nos entregó las resonancias de la locura. Sus cuentos atrapan las pasiones humanas en las cuales somos envueltas a la hora de leer los textos. Entramos a las emociones, a los sentimientos de los personajes, de la mano de Inés Arredondo, quien nos teje una tela de araña entre la espiritualidad, la culpa, la renuncia, la purificación y el placer.

De su cuento, Estío, es el siguiente párrafo:

El calor se metía al cuerpo por cada poro; la humedad era un vapor quemante que envolvía y aprisionaba, uniendo y aislando a la vez cada objeto sobre la tierra, una tierra que no se podía pisar con el pie desnudo. Aun las baldosas entre el baño y mi recámara estaban tibias. Llegué a mi cuarto y dejé caer la toalla; frente al espejo me desaté los cabellos y dejé que se deslizaran libres sobre los hombros, húmedos por la espalda húmeda. Me sonreí en la imagen. Luego me tendí boca abajo sobre el cemento helado y me apreté contra él: la sien, la mejilla, los pechos, el vientre, los muslos. Me estiré con un suspiro y me quedé adormilada, oyendo como fondo a mi entresueño el bordoneo vibrante y perezoso de los insectos en la huerta.

Leamos a esta singular escritora de lo sagrado/prohibido: una comunicación íntima dentro de su narrativa.

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 4 de abril de 2022.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

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