lunes, 8 de agosto de 2022

¿A dónde van los gatos cuando mueren? Exposición retrospectiva de Patricia Avellaneda *

                                                                                            ¿De modo que pintas con estos dedos tan finos? 

                                                                                                                                            Yasunari Kawabata


Y la vida está ahí, en ese color al que llega Patricia Avellaneda o más bien, a ese movimiento de colores en que giran raíces, peces, hojas; el mar se vuelve cielo bajo el cual, el maguey campante y majestuoso hace circular peces, mientras las pencas muestran el vaivén del agua. 

 

Podría detenerme ante las raíces abiertas donde peces viajan vertiginosos en un pasar y pasar, para a mi vez, mantener la ilusión del mundo girando. La copa del árbol se convierte en mar y entonces ya no sabemos si estamos en el fondo o si desde el fondo nos desprendemos. Lo único circular es la vida de pequeños seres acuáticos que se deslizan en ese giro interminable donde se vive en las corrientes de agua, de viento, de matices.

 

Vemos el fondo, estamos en el frente, vemos el giro del agua. En estas obras, la pintora ha logrado dotar sus figuras del movimiento que imaginamos en el fondo de los ríos, de los océanos, donde pueden existir magueyes rodeados de peces, donde duermen las raíces de los mangles ante los giros incesantes de ballenatos.

 

Seguramente el cuadro del Gaucho no deja de ser una tentación del galopar incesante de caballos en sabanas argentinas.

 

La poética de Patricia Avellaneda nos muestra su sensibilidad ante las raíces. Quizá porque ella misma, apartada de sus propias raíces, las busca, las figura, las imagina. Quizá sea ella misma esos peces que dan vueltas al ritmo de la velocidad de las mareas ante la búsqueda de lo que arraiga, de la síntesis de lo femenino.

 

Las mujeres también se convierten en raíces, en fuentes de donde surge y a donde va la vida. Los cuadros de los personajes femeninos, dan cuenta de la centralidad de las mujeres en la vida acuática. Hacia ella convergen las olas y desde ella surge la vida en forma de pequeños y de grandes peces que saltan la alegría del agua.

 

Son las mujeres concretas y las mujeres agua; son las mujeres símbolo y las mujeres luna; marcan la búsqueda de la propia pintora como si el principio femenino fuese la luna, su lado luminoso y también el lado que nunca vemos; el lado que llamamos obscuro simplemente porque no tenemos acceso a él, pero existe.

 

Los tonos que recorren las telas nos permiten acercarnos a la vida cotidiana de las figuras familiares, a la caricaturización de colegas pintores, a la crítica de la vida política del país. Estos temas testimonian la conciencia de la pintora que, poseída de una imaginación abierta y una técnica singular, deja los cuadros como anécdotas de lo que puede ser plasmado en la obra pictórica, lo que le toca en su época.

 

En la pintura de Patricia Avellaneda los gatos se vuelven sujetos que piensan, que hablan, que cantan, que dan las gracias, que rumorean. En esa trasmutación se encuentra el pacto que hacemos con la autora cuando estamos ante los retablos porque son los gatos los agradecidos con San Francisco, por los veterinarios no avariciosos y por quienes los tratan como seres y no como juguetes. Nos adentramos en el juego de las suplantaciones para entender otra dimensión de convivir con los seres gatunos. ¿Quién, que ha convivido con gatos pasa delante de los retablos sin ser alcanzada por estas voces?

 

¿Y los gatos, van a algún lugar cuando mueren? Puede ser que si los humanos hemos construido cielos sucesivos para definir el lugar al que iremos, también los gatos tienen sus propios cielos. Para la pintora, todos los seres alternamos entre la vida que conocemos y otra vida posible; otro lugar que solo se muestra para aquel que es capaz de vislumbrarlo. De ahí que la luna, la mujer y los gatos se convierten en la síntesis de la sabiduría de la mujer que se pinta a ella misma para expresarnos a todas.

 

También, porque en la Noche/Mujer de Patricia Avellaneda, la colección de 28 pinturas del ciclo lunar, todas las vidas son expresiones de la Vida. A ella confluyen gatos/mujeres/peces/conejos; todas las formas de vida son parte de lo mismo, como decía el filósofo Baruch Spinoza. Por eso, en la obra de la pintora, la noche nos albergará: la Gran Noche es lo único cierto que nos espera, a nosotras y a los gatos en el mismo cielo.

 

*Exposición en el Centro de Artes Contemporáneo Emilia Ortiz, Tepic, Nayarit, julio-septiembre 2022.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 8 de agosto de 2022.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

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