miércoles, 7 de octubre de 2020

Un tiempo propio

  

El problema es que crees que tienes tiempo

Buda. 

 

La pandemia ha acabado con el tiempo propio. Se puede decir que ha acabado con el tiempo del afuera puesto que el confinamiento impide la realización de las actividades consideradas normales hasta antes de marzo. En esa normalidad se encontraba salir de casa para trabajar, realizar compras, visitar familiares y amistades, participar en actividades comunitarias de religión, política o arte. 

 

En todo ello, distinguíamos un tiempo propio que era destinado a nosotras mismas, independiente del tiempo del trabajo y del de casa. Más allá de las actividades de aseo personal, se encontraban fragmentos de tiempo que podíamos dedicar a otras actividades claramente reconocidas como actividades de ocio, de meditación o de descanso. El confinamiento provocó un colapso del tiempo en nuestras vidas y en nuestros cuerpos. Sin contar con el tiempo del afuera, tuvimos que aprender a vivir en otra dimensión del tiempo.

 

Una vez que establecimos las rutinas para despertar, trabajar, descansar al interior de la casa, nos encontramos con que el tiempo nos falta. Esa es una característica de los habitantes contemporáneos, la de saturarnos de actividades, ya sea que tengamos  la posibilidad de salir de casa o de permanecer en ella. En cualquiera de los dos casos, llenamos los días de actividades de tal manera que la rutina vuelve a encadenarnos en tareas, una detrás de otras. A seis meses del confinamiento, deseamos un cambio para contar con más tiempo, paradójicamente. 

 

Vivimos el tiempo, vivimos en el tiempo o el tiempo vive a través de nosotras. Si la humanidad no existiera, no habría ninguna conciencia que percibiera el tiempo, por lo que, de alguna manera, es una de las dimensiones de la existencia humana. Ello no quiere decir que no exista independientemente de una conciencia que la piense. Si levantamos la mirada para ver el cielo, veremos la luna esplendorosa de octubre y si, tenemos suerte, un poco más allá, veremos Marte iluminado, sobre todo en estas noches de principio del mes. Los astros, en el cielo, evocan la imagen de una eternidad, de lo que permanece, de lo aparentemente inmóvil, de lo que transcurre, pero al mismo tiempo, acude al ojo humano y se ancla en la experiencia del devenir. 

 

¿Existe el tiempo de ayer que ya pasó? ¿Existe en el futuro que todavía no es? Lo  efímero del presente en cuanto es evocado desaparece, por lo que la conciencia que piensa al tiempo, nos arroja tan solo a la mera posibilidad de vivirlo. La memoria aloja el pasado fragmentado de cada quien, mientras que la historia contiene el pasado de los colectivos, necesariamente parciales e incompletos. Del pasado, solo quedan fragmentos porque existe una imposibilidad de recordarlo todo, de rememorarlo todo, de guardarlo todo. Por ello, estamos destinadas a vivir con las fracciones de pasado que recordamos o que los demás nos recuerdan. Sólo en la literatura se crean ficciones de quien todo lo recuerda, es el caso del cuento Funes, el memorioso de Jorge Luis Borges. 

 

Ver las fotografías de nosotras mismas es una experiencia sobre el paso del tiempo. Sé que esa niña con el vestido perla frente al pastel de un año soy yo y sé que soy ésta, que dará una charla la próxima semana, vestida con un huipil. El tiempo entre un año y los 66 que tengo ahora, ha transcurrido sobre mi cuerpo para dejar las huellas en la piel, en los ojos, en el pelo. También en la conciencia. 

 

El tiempo es una experiencia de la vida articulada a la muerte. Aunque esto último, muy poco se nombra, se puede afirmar que lo único que nos separa de la muerte es el tiempo, pues es una verdad a gritos decir que tarde o temprano, llegará. Como se ve, estamos hablando con medidas referidas al tiempo. 

 

El confinamiento nos hizo ver la necesidad de contar con una habitación propia, ya que, de acuerdo a Virginia Woolf, es la posibilidad de habitar un espacio para nosotras mismas. Ahora sabemos que también requerimos un tiempo para nosotras. El confinamiento nos introdujo de un solo golpe, al adentro, donde el horizonte abierto del futuro se difumina sobre sí mismo, se estrecha cada día. Por eso, pedimos un tiempo propio para nosotras en la ilusión de que tenemos tiempo. 

 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, octubre 5 de 2020.

 

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