martes, 17 de octubre de 2017

Derechos políticos de las mujeres: 64 años del voto femenino



“Me llevó mucho tiempo
desarrollar una voz y,
ahora que la tengo, no me voy a
quedar callada

Madeleine Albright,
Primera mujer Secretaria de Estado en EU

¿Cómo se construyó en México la condición de ciudadanía de las mujeres? Estamos en el segundo decenio del siglo XXI, a cien años de la promulgación de la Constitución Mexicana que sentó las bases para la exclusión/participación de las mujeres en la política como uno de los pilares del Estado Mexicano.

El país entró a la etapa de modernización a partir de la exclusión de las mujeres de la participación directa del poder, exclusión que fue remontada primero, como reconocimiento del voto en elecciones municipales y después federales y segundo a través del reconocimiento del derecho a ser electas: a través de un sistema de cuotas para cargos legislativos establecido en el país de manera progresiva y heterogénea y finalmente con el establecimiento de la paridad para cargos legislativos a nivel federal, estatal y municipal.

Por ello, la teoría política debiera ser considerada como una síntesis de los supuestos del pensamiento teórico y valores básicos de la sociedad liberal masculina ya que al teorizar sobre el ser humano, sus relaciones sociales, sus relaciones con la naturaleza, asume, la cosmovisión de una sociedad política de varones.

Las mujeres estuvieron en la Revolución Mexicana como conspiradoras, enfermeras, periodistas, escritoras, patrocinadoras del movimiento y no sólo como “adelitas”, pero al término de la revolución mexicana se les negaron derechos políticos y participación en el poder. A los campesinos, trabajadores y militares se les vinculó al poder. Sin embargo, a las mujeres se les devolvió al hogar.

La Ley de Relaciones Familiares emitida por Venustiano Carranza en mayo de 1917 establecía la primacía del marido sobre la esposa pues le correspondía establecer el domicilio conyugal y dar permiso a la mujer para trabajar, ejercer una profesión o comercio. Además, la esposa tenía “la obligación de atender los asuntos domésticos” y era la encargada de “la dirección de los hijos” (artículo 44). Las mujeres no solamente eran excluidas del ejercicio del poder, sino que eran apartadas y confinadas al ámbito privado. Definidas desde la necesidad de resolver la intimidad del varón, las mujeres eran tratadas como seres sin ciudadanía.  

En esa exclusión inició la lucha de las mujeres por tener derechos plenos y no permanecer circunscritas al ámbito del hogar ni bajo la tutela del marido. Exigieron el derecho ciudadano a tomar parte activa en el movimiento político tan solo por ser integrantes de la Patria. Fundaron clubes y asociaciones desde las cuales tomaban la tribuna pública; organizaron Congresos Nacionales; acudieron a Congresos Internacionales de las Mujeres; salieron a la calle a protestar, a pedir, a exigir; negociaron con diversos personajes políticos hasta que el derecho a votar y ser electas fue reconocido por el poder en 1953, ¡más de 30 años después de la terminación de la Revolución Mexicana!

La lucha por el derecho al voto fue un ejemplo de unión de las mujeres: tanto mujeres de izquierda como de derecha, liberales, católicas, cardenistas, callistas y socialistas se unieron para posicionar una sola demanda: el amplio derecho a la ciudadanía plena a través del voto a las mujeres.

64 años después tenemos una sociedad donde se incluye a las mujeres en el ejercicio del poder a partir de reformas jurídicas como las cuotas y la paridad para integrar las Asambleas legislativas y las sentencias como la 12624 del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, pero al mismo tiempo tenemos una realidad que insiste con su carga de negación de esas posibilidades.

Los feminicidios niegan la ciudadanía de las mujeres porque instala la violencia como reguladora de las relaciones entre mujeres y hombres. La simbología sobre la mujer, la valoración negativa del cuerpo femenino, la degradación de la sexualidad femenina, todo ello es parte del subsuelo, de lo oculto a partir de lo cual se valora a las mujeres. De ahí que la política no logra orientar y dirigir los procesos necesarios para, por una parte aumentar la participación de las mujeres en el plano político y por otra, disminuir la infravaloración que se tiene sobre las mujeres en el plano de la vida cotidiana. El marco normativo que ha obligado a la incorporación de las mujeres a la participación política ha sido la principal línea de política utilizada por el Estado, sin embargo, la normatividad deja intacta la infravaloración de las mujeres como sujetos de la sociedad y de la política.

Así no se construye democracia ignorando el subsuelo de la degradación simbólica y real contra las mujeres. Con violencia feminicida no hay valores de la democracia.

Publicado en Nayarit Opina el 17 de octubre de 2017.


No hay comentarios:

Publicar un comentario