jueves, 6 de febrero de 2020

¡Yo sí quiero el avión presidencial!

El lujo es una necesidad que empieza cuando acaba la necesidad

Coco Chanel

Me encontré a Yadira en una conferencia que impartí en la Escuela de Derecho. El semestre pasado Yadira había sido alumna de la Escuela de Economía. Le pregunté por qué había cambiado de carrera. Más o menos dijo lo siguiente: “me fijé que los maestros de economía, iban vestidos de mezclilla, tenían carros viejos; en cambio los de derecho, siempre visten bien y sus coches son nuevos. Mire, maestra, yo quiero ser como los de derecho”.

Ello me llevó a reflexionar: ¿cuál es el papel del lujo en nuestras vidas? El lujo tiene un papel preponderante en las expectativas de los seres humanos porque nos habla no solo de satisfacer las necesidades elementales sino de avizorar un tipo de vida donde el disfrute se materialice. El lujo no es un accesorio de la vida de ricos, sino que es parte fundamental de la organización de la vida humana. Porque, aunque el Diccionario de la Lengua Española defina lujo como “demasía en el adorno, en la pompa y en el regalo”, lo cierto es que el lujo está más cerca de la sensación a través de los sentidos. Por algo, el vocablo está tomado de “luxus”, de donde también viene “lujuria”, en su acepción de goce.

Todos los grupos humanos tienen sus momentos de lujo: las ceremonias de los pueblos comunitarios donde la comida se reparte sin cesar; las fiestas de 15 años de los barrios pobres, de las vecindades donde, literalmente, “avientan la casa por la venta”, los excesos de cualquier baby shower. En todos estos casos, se derrocha comida, bebida, postres, música, sin preocuparse de qué va a ocurrir al día siguiente. Aquí ya tenemos el ethosdel lujo. Por eso el lujo no es patrimonio de la clase adinerada, sino que tiene que ver con mostrar el dispendio, más allá de lo que es necesario. 

Es cierto, las catedrales se convirtieron en las concentradoras del lujo, un lujo sagrado vinculado a las divinidades, independientemente de si la religión en ciernes proclamara humildad porque para ser humildes y generosos se requería tener capacidad de dádiva, de derroche. Los grandes museos albergaron obras de arte, objetos de lujo de épocas pasadas para mostrar el esplendor de los que dispendiaban. Los reyes, emperadores, jefes, establecían sus parámetros de lujo entre ellos mismos: los adornos de las vestimentas, la arquitectura, la belleza de sus mujeres y su número; los castillos, los jardines, quedaron como símbolos del lujo de cada dinastía, familia o clan gobernante. 

Recordemos que también consumimos símbolos, por eso quien preside el país requiere de cierta fastuosidad con la que se separa de las masas, pero al mismo tiempo, lo acerca a ellas. Eva Perón lo tenía muy claro cuando visitaba los barrios pobres de Buenos Aires ataviada con pieles y joyas. El pueblo no necesita un igual como gobernante, necesita un símbolo de triunfo, de quien pueda darse el lujo de prodigar; algo un tanto intangible, esa aura de disposición de los fondos.

El avión presidencial es el espejo de una clase política que se pensó faraónica. Hoy es un escándalo por la desmesura, no porque en sí sea descalificado. Los presidentes requieren medios de transportación ejecutivos que los puedan movilizar en condiciones de seguridad y comodidad; en ello, lo que se critica es el despropósito, el exceso.

Por eso, ¡yo si quiero el avión presidencial!  Lo dejaré en la plaza de Tepic, el lugar donde vivo para inaugurar el programa “Viaja como presidente(a) por un día”, daremos un paseo virtual por distintos lugares: en la ODCE firmaremos un convenio para instalar la felicidad mundial; en China les enseñaremos a hacer hospitales con el doble del presupuesto; haremos túneles en cada frontera para burlar las garitas; derribaremos uno que otro muro, y cobraremos la entrada. Todos y todas tendrán a su alcance la experiencia de qué se siente ser presidente “de lujo”, con guardia presidencial, trajes de corte inglés y cónyuge super star. El avión, en la plaza de mi ciudad, se convertirá en un atractivo turístico y con ello iniciaremos una cadena empresarial para la universidad pública en la que trabajo. Puede ser que así, nos paguen a tiempo los salarios y podamos, entonces, darnos algún que otro lujo. 

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 4 de febrero de 2020.

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