lunes, 24 de febrero de 2020

La revolución de las mujeres

Por un mundo donde seamos 
socialmente iguales, 
humanamente diferentes 
y totalmente libres 


Rosa Luxemburgo (1870-1919)


Claro que alguna vez llegué tarde por mis hijas. A lo más, esperaba una mala cara de la profesora, comprar un helado a las niñas. A nadie se le ocurriría tener que buscarlas en bolsas de basura. El problema no somos las madres impuntuales. De hecho, tampoco es el problema del horario de las escuelas. Es la instalación del horror asesinando lo más tierno, la inocencia de la vida que empieza es alguna de nuestras Fátimas.

No es por la vía de la razón como se van a resolver los problemas de la desigualdad de las mujeres. No lo es porque los hombres han monopolizado la razón, han establecido sus reglas y su lógica. ¿Podemos triunfar en su terreno? Lo más probable es que no. El pensamiento masculino tiene más de dos mil años de estructurar las mentalidades religiosas, jurídicas, literarias, morales, sin las mujeres. 

Las mujeres queremos otro orden, otra relación entre mujeres y hombres y por lo tanto,  una nueva forma de organización de arreglos sociales, políticos y culturales. El descontento que va desde los cristales rotos, las marchas, las manifestaciones violentas tienen detrás una larga historia de reflexiones teóricas, de reivindicaciones, feministas, que simplemente han sido incomprendidas por el Poder, el Estado, las iglesias, las instituciones. Tenemos bibliotecas sobre estudios de género, diagnósticos situacionales que simplemente son ignorados por los dueños del poder. Hemos sido pacíficas y disciplinadas, buenas y dulces, nos hemos defendido con las leyes que han elaborado para ellos, que no alcanzan para nosotras. Hemos tenido que ganar de nuevo cada derecho porque no estábamos incluidas. Hemos estado en sus tribunas, pero lo que hablamos, ellos no lo oyen ni entienden. Ahora somos malas y transgresoras porque queremos otro orden.

No queremos ser incluidas en el mercado laboral; lo que queremos es otra estructura del mercado laboral. No queremos sólo ser paridad en la política sino que queremos la paridad en la política para transformar el poder. 

Queremos una revolución desde las mujeres y eso es lo que significan las intensas manifestaciones en México y en todo el mundo. Somos un movimiento revolucionario porque subvierte el orden existente. El poder responde con lo mismo: estadísticas, promesas, informes, amenazas porque no comprende el alcance de la rebelión de las mujeres. Sus acciones se muestran ineficaces y tardías. ¿Cómo llegamos a un país donde se mata a diez mujeres diarias; donde las niñas y jóvenes son desaparecidas en la mayor impunidad; donde el tráfico de doncellas y violación de infantes ha sido una práctica común de la clase privilegiada política y religiosa; donde la pederastia se premia con licencias laborales y paraísos en este y otros mundos? 

Esto no puede ser la democracia para las mujeres. 

La violencia misógina asesina a las mujeres, pero se cultiva desde la sociedad que impone una inferiorización y malignidad de lo femenino. Esa inferiorización, desacreditación y negatividad de lo femenino se encuentra desde los discursos religiosos hasta los educativos, pasando por toda moral, sentido común, vida cotidiana, en que somos socializadas. Se nos construye como presas y a los hombres, como depredadores. Las violentas imágenes con que se promocionan los feminicidios como el de Ingridmuestran no solamente el hecho, sino la necesidad de vanagloriarse desde un fondo profundo donde se reconocen como bestias, como manada y eso, los hermana.

No queremos comprensión a la rebelión de las mujeres. Lo que queremos es el reconocimiento de la igualdad ontológica y a partir de ello, construir otro orden social.

El movimiento feminista Un día sin mujeres, ha logrado imponerle una agenda al gobierno, romper el monólogo del presidente sobre las mujeres para convertirse en un movimiento de las calles. Es incontrolable porque actúa como actuamos las mujeres, sin liderazgos visibles que cooptar, encarcelar o corromper: preciso y claro en las demandas; político sin estructuras partidarias, ajeno a burocracias militantes. Es un movimiento inorgánico que corre por las redes sociales, pero también se comenta en las mesas de las familias, en la tienda de la esquina, en los pasillos de oficinas y universidades.

Aquí estamos: de los cristalazos a las diamantinas; del morado reivindicador al anaranjado de ¡basta!; del verde de derechos humanos, del derecho a nuestro cuerpo, al blanco de la paz. Aquí estamos: ¡ni más Fátimas, ni más Ingrid! ¡Queremos otra vida vivible!

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco_1@yahoo.com
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 24 de febrero de 2020.

5 comentarios:

  1. Muy de acuerdo Doctora Pacheco, esta lucha es nuestra!

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  2. Excelente punto de vista, compartiré su opinión Sra Lourdes, es un placer haberla conocido y principalmente que me haya impartido un seminario bellísimo.

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  3. Buena tarde amiga. Me queda la imagen de la enajenación de algunas mujeres que reproducen la ideología dominante, de ese patriarcado que viene de culturas milenarias pero que las matriarcas refuerzan en la crianza de hijas e hijos. Sus adversarias pueden ser aquellas empoderadas desde un comisariado ejidal, pasando por todo el abanico de puestos de elección y de nombramientos como funcionarias. ¿Para qué incorporarse a las jerarquías religiosas si son ellas esclavizantes? Pero así como esta estructura, mi pregunta es ¿cómo transformarlas?

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  4. Excelente. La admiro mucho por la claridad que aborda el tema.

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