jueves, 20 de abril de 2023

Don Pablo González Casanova

A todos les piden que se organicen 

en torno a una esperanza.

Y que logren por la paz, lo que ellos tal vez

no puedan lograr por la guerra

 

Pablo González Casanova.

Causas de la rebelión en Chiapas, 1995


Cuando, en 1994, los zapatistas llamaron a una concentración de la sociedad civil en las montañas del sureste mexicano, era aventurado pensar en participar. Apenas el primero de enero de ese año, los rebeldes zapatistas habían tomado San Cristóbal de las Casas dando muestra de una organización guerrillera que le declaró la guerra al Estado mexicano. Se corrían muchos rumores sobre las consecuencias de asistir al llamado desde la montaña, debido al aislamiento, el peligro que se corría en esa reunión por la falta de auxilio en caso de algún accidente, la incertidumbre de quienes integraban el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, etc. Los zapatistas habían puesto como condición que no hubiera ninguna comunicación con el exterior: ni los periodistas extranjeros ni los locales tendrían la posibilidad de comunicar nada, debido a lo aislado de la montaña.

 

Tampoco sabíamos la reacción del Estado mexicano, pero la memoria de la represión de 68 y 71 estaba presente en la mayoría de quienes valorábamos la posibilidad de asistir a la montaña, además del aplastamiento que se hizo de las guerrillas rurales y urbanas en las décadas 60`s y 80`s: las guerrillas campesinas de Lucio Cabañas, Genaro Vázquez y la guerrilla urbana de la Liga 23 de Septiembre.

 

Entonces vi en el periódico que Don Pablo había asegurado que iría a la montaña. No me quedó ninguna duda de que no correríamos ningún peligro o, más bien, que lo correríamos una gran parte de la población mexicana que, por ese entonces, empezábamos a identificarnos como sociedad civil. Don Pablo había sido mi maestro en la Maestría de Ciencia Política en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en el periodo 1976-1978 y después hice algunas ayudantías con él en torno al movimiento obrero de América Latina en la UNAM. Nos decía que el poder tenía dos estrategias para desarticular la oposición: la cooptación y la represión. Si no daba resultado la primera, se utilizaba la segunda, invariablemente.

 

Sus clases eran sobrias. Cada idea era sopesada dentro de reflexiones que venían de una larga tradición. Nos decía que el pensamiento de la izquierda en América Latina provenía de los curas rebeldes que huyeron de la inquisición y el cristianismo de Carlos V y Felipe II. Esos curas que desde el púlpito decían que los indios tenían alma y con ello, exigían respeto a la dignidad humana de quienes habitaban esta parte del mundo.

 

Ahí empezaba la historia de la izquierda para él. La historia de la emancipación de nuestros pueblos, del respeto a la dignidad, lo cual no podía explicarse fuera de las ideas de explotación, opresión y discriminación; desprecio y humillación a los indígenas.

 

Don Pablo nos enseñó a pensar. Su modo reflexivo de organizar las ideas junto con el atrevimiento a pensar de una manera auténtica lo conducía por rutas novedosas. Sabía dialogar con otros pensadores de América Latina como don Sergio Bagú, sociólogo argentino, a quien le organizó un homenaje, como legado por sus aportes a la historia de América Latina; con René Zavaleta, boliviano, autor de El poder dual en América Latina; con Aníbal Quijano, quien nos enseñó a pensarnos con la categoría de colonialidad y eurocentrismo.  Pensador de la emancipación, supo encontrar en su camino los movimientos sociales y éstos, encontraron en Don Pablo al teórico capaz de dar coherencia y sentido a las prácticas libertarias.

 

 Lejos de las modas académicas su pensamiento era original, pausado y mirando a los ojos de los pobladores urbanos, de los indígenas, de las mujeres. Tenía la reflexión precisa, quizá, porque la escucha atenta y el silencio antecedían a su palabra. Recuerdo los seminarios, donde, durante tres días cada quien exponía sus ideas sobre las realidades locales que nos tocaba investigar y él, como un pequeño ruiseñor tomaba notas en una libreta minúscula que guardaba en la bolsa delantera del saco. Letras como hormigas. Nos escuchaba a quienes acudíamos invitados de los estados de la república con nuestras historias de caciques locales, falta de democracia, insuficiencia de cultura política, anécdotas de la politiquería regional, etc. y él, pacientemente hilaba las ideas el cuarto día para devolvernos nuestras palabras en un nivel de reflexión donde las categorías simples no tenían cabida ni tampoco las disyuntivas maniqueas. Menos aún, las descalificaciones a los otros o las complacencias.

 

Su pensamiento fue de ruptura. Quiso unir el pensamiento y las luchas sociales por la dignidad humana. Al amparo de su cobijo, escribí uno de mis primeros libros Nayarit, sociedad economía, política y cultura (1990) publicado por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, (CEIICH) que Don Pablo fundó en la UNAM.  Ahí dirigió la primera Biblioteca de las Entidades Federativas, escrita desde académicos de mismas entidades y no por equipos centrales. Gracias a su generosidad, a su capacidad de gestionar recursos, de asistirnos con equipos especializados, pudimos publicar una obra de cada Estado de la república.

 

A los y las jóvenes que asistíamos a sus seminarios nos veía desde el futuro que podíamos ser.

 

Sí, nos cayó un aguacero en la montaña. Estuvimos incomunicados, sin comida ni agua. Salimos empapados, enlodados, pero también llevábamos con nosotros las miradas históricas de los indígenas, convertidos en subversivos zapatistas con sus rifles de palo, apelando por otra dimensión de la democracia, una que los incluyera. Traíamos con nosotras las pisadas históricas de quienes habitaban la montaña; las manos de las mujeres mayas que nos habían curado las torceduras. Éramos la muchedumbre urbana atrapada y estupefacta dentro de una tormenta tropical de agua, rayos y viento. Salimos de ahí revestidos de hojas verdes, lavados por la lluvia como si se tratara de un nuevo nacimiento. Salimos sin bolsas de dormir ni casas de campaña, pero portábamos las palabras de don Pablo: “Nuestra lucha ya no es solo por la libertad y la democracia, es por la vida”.

 

Gracias, Don Pablo.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 22 de abril de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

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