jueves, 4 de mayo de 2023

¿A quien pertenecen los niños y niñas?

                                                                                                        Quien te ama, no te golpea

La semana pasada en la estación de autobuses de la ciudad donde vivo, una señora le pegó a su hija de dos años porque estaba llorando. Le gritaba que le pegaría más si seguía llorando. Todo ello ocurrió en el baño de mujeres, pero escuchamos quienes estábamos en la sala de espera. Posteriormente, la volvió a amenazar con volver a meterla al baño a golpearla. Desde luego, algunas personas, como yo, intervenimos para detener a la señora. Volteó a vernos, estupefacta y furiosa nos gritó: “es mi hija”, con lo que quería decir que podría hacer con ella lo que quisiera. Inmediatamente saqué mi celular, le dije que la grabaría y posteriormente iniciaría una demanda en su contra. La señora tomó a la niña violentamente en sus brazos y se alejó a toda prisa.

 

¿A quién pertenecen los niños y las niñas?

 

En la sociedad actual pertenecen a sus padres y madres. Los adultos creen que pueden hacer con ellos lo que sea a partir del “derecho de corrección” que piensan tener en un esquema donde los infantes no tienen derechos.

 

Pero no siempre ha sido así. A partir de que los niños completaban sus capacidades psicomotoras eran integrados a diversas tareas de la familia y la comunidad en aras del destino de convertirse en hombres trabajadores. También las niñas eran incorporadas a las actividades a partir del destino de ser madre y esposa. No se pensaba que podía haber diferencia entre niñas/niños y adultos. Vivían mezclados realizando prácticamente todos los trabajos de acuerdo a sus capacidades.

 

Es en la Edad Moderna cuando se realiza un desdoblamiento de la niñez en lo que ahora conocemos: un grupo humano que tiene total dependencia y subordinación respecto de los adultos de su grupo familiar, quienes los socializan en un ámbito privado. Esto es una novedad en la historia de los grupos humanos ya que durante los siglos anteriores la socialización ocurría grupalmente.

 

Todo ello es posible porque la Edad Moderna conformó el tipo de familia nuclear constituida por una pareja monogámica independizada de los ancianos de su propio grupo. Son las nuevas parejas las que son arrojadas a constituir una nueva unidad definida por el padre, la madre y los hijos de ambos. Aunque estamos hablando de un modelo que no siempre corresponde a la realidad, durante el siglo XX se conformaron las ideas que sostuvieron este modelo. Se pasó, entonces, de familias extensas productoras y consumidoras a familias consumidoras a partir del padre proveedor y la madre reproductora.

 

La niñez quedó atrapada en la asimetría adultocéntrica que señala al adulto como la meta de la trayectoria humana, mientras que la infancia (y la juventud) fueron señaladas como etapas de transición a la adultez. En esta concepción lo niño o lo juvenil no tenían sentido en sí mismos, sino en cuanto etapas de tránsito para llegar a la edad adulta como señal de desarrollo pleno. Además, la ideología productivista creó los principales slogans: “no pierdas el tiempo”, “si no estudias, te pondré a trabajar”, te vas a arrepentir de no estudiar”, etc.

 

La escuela se convirtió, entonces, en la principal institución de socialización a partir de considerar a los infantes como inmaduros, incompetentes, carentes. La falta de derechos los hacía vulnerable ante la furia de los adultos quienes se abrogaban todos los derechos y capacidades de corrección, tanto en el hogar como en la escuela. Son atroces los recuerdos de la mayor parte de la generación adulta actual en torno a los castigos infringidos como correctivos: “la letra con sangre entra”, golpear con cinturones, ramas de árboles, látigos con que domaban caballos, etc. En todos los casos, se trataba de doblegar a niños y niñas en aras de la domesticación del cuerpo y el disciplinamiento de la mente.

 

Actualmente se cuenta con una normatividad internacional y nacional relativa a los derechos de la infancia, pero la población escasamente lo sabe. Quienes tienen poder, en este caso los adultos, padres o madres, abuelos, tíos o profesores, pueden seguir golpeando a las criaturas, burlándose de ellos, discriminándolos. ¿No empieza ahí la sociedad violenta? ¿Por qué no se realizan campañas masivas para evitar este tipo de comportamientos?

 

La familia debe ser la comunidad de afectos, pero no en el envoltorio de los golpes. Quien te ama, no te debe golpear.

 

Publicado en Meridiano de Nayarit, Tepic, Nayarit, 26 de abril de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

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