viernes, 6 de octubre de 2023

Juvenicidios: el 2 de octubre cotidiano

Nadie sabe el número exacto de los muertos

ni siquiera los asesinos

ni siquiera el criminal

 

Jaime Sabines. Tlatelolco 68.

 

El 2 de octubre de 1968 el Estado protagonizó una de las matanzas que ha provocado un cambio en la vida democrática del país. El ataque a estudiantes que protestaban pacíficamente por la apertura democrática, marcó un antes y después del sistema político mexicano.

 

Ese acontecimiento cada año se vuelve a rememorar con toda justicia. Actualmente tenemos que preguntarnos cuáles son nuestros dos de octubre porque todos los días nos enteramos de jóvenes desaparecidos en Tlaquepaque, en Lagos de Moreno, en Chiapas, en Zacatecas, Podemos decir que no se trata de una masacre puntual donde estén los jóvenes llevando a cabo una protesta, sino que se trata de una guerra de baja intensidad contra la juventud mexicana.

 

El juvenicidio a lo largo y ancho del país no cesa. Cercena las potencialidades de la generación juvenil y, con ello, elimina los talentos de la juventud.

 

El Estado es el responsable, como el 2 de octubre de 1968 porque debe garantizar la seguridad de la juventud.

 

¿Qué pasa en el país? ¿Por qué la democracia ha sido incapaz de construir una sociedad segura para la juventud, para las mujeres, para las infancias? El sistema democrático no alcanza para proteger a la población del horror de la inseguridad y de la muerte. ¿Por qué tienen que morir los jóvenes por el hecho de serlo?

 

Los juvenicidios se pueden considerar ofrenda a dioses sanguinarios que se nutren de la sangre juvenil. ¿Cuántos jóvenes más deben morir?

 

Qué banales son las palabras de los políticos, de las políticas cuando están enfrascados en sus propias carreras, cuando solamente ven su reflejo dorado en los espejos que les devuelven el brillo de sus oropeles.

 

Una clase política obnubilada con sus propios discursos, espejeando sus propias proezas, acechando la parte del botín que les tocará en las próximas elecciones. Por otra parte, un periodismo que contribuye a que conozcamos lo que ocurre en estas zonas de desastre y otro periodismo del espectáculo.

 

Una parte de la sociedad también es indiferente. Vemos las noticias y naturalizamos las desapariciones de jóvenes. Seguimos comiendo, cambiamos de canal, prendemos las plataformas para encontrar contenidos de diversión; mientras el horror nos cerca.

 

Somos una sociedad incapaz de protestar por los que no son nuestros familiares, por quienes no están en nuestro círculo cercano. Incapaces de ser solidarios con los jóvenes, así, en abstracto. Incapaces de hacer nuestros los muertos de las otras, de sentir el dolor de las madres, de los padres. Neuróticos contemplativos ante acontecimientos que consideramos inevitables, salvo las madres, los activistas que puntean las zonas de la muerte.

 

¿Cómo llegamos a este desastre de indiferencia, de pasividad?

 

Es claro que el país tiene un grave problema de desaparecidos que no puede resolver con los métodos que ha utilizado. El país necesita no solo tener el diagnóstico, sino encontrar otras soluciones que hoy no se visualizan. Por eso es necesario que se busquen nuevas soluciones

 

Tienen que detenerse los Dos de octubres cotidianos porque el Dos de octubre no ocurre un solo día sino que todos los días sigue siendo Dos de Octubre.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 5 de octubre de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

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