El país está sumergido
en una inocultable
crisis humanitaria.
México está de luto
Colectivo de familiares buscadores de todo el país
Zócalo, CDMX, 15 marzo
No son Siervos de la Nación, son Sacrificados de la Nación.
Sacrificios humanos al dios de la política.
Sacrificios de jóvenes hombres y mujeres para que el Dios Poder siga engullendo dinero, patrimonio, petróleo, narrativas.
Palabras vacías, leyes viciadas, justicia negada.
Complicidades de los enriquecidos.
Son las propias buscadoras las que levantan la tierra para encontrar los huesos; son las madres, las hermanas, los padres, las esposas las que encuentran los mil vestigios.
400 pares de zapatos es la ignominia del genocidio mexicano.
Nada sabe el Estado; nada vio la justicia.
No es suficiente tener 75% en las cámaras para encontrar soluciones a los problemas del país.
Con el 75% se instala el monólogo; se habla al espejo.
Mientras, los criminales ensayan su lógica del exterminio, la desaparición masiva de cuerpos jóvenes.
¿Qué daño hacían los muchachos que buscaban trabajo? ¿Qué mal les podrían causar las jóvenes en busca de mejores niveles de vida?
Para los sacrificados por la Patria no hay estado ni iglesia ni partido. Ninguna política pudo incorporarlos a la educación superior; ningún programa los capacitó para el trabajo, ningún promocional les facilitó una vida. Ningún dios los proveyó.
Los políticos los contaron como votos, pero eran seres humanos;
Los criminales los engañaron con ofertas de trabajo.
Hoy los cuentan como faltantes.
No están desaparecidos, fueron asesinados.
El Estado de la impunidad y la corrupción rindió los territorios a los criminales.
La juventud dejó de ser el bono demográfico, la promesa del futuro. Fueron los desechables, los prescindibles.
Los campos de exterminio no tenían como destinatarios los enemigos de los grupos. Eran mexicanos eliminando mexicanos precarizados.
Aniquilan a la juventud ¿y a quién le importa?
No a los políticos voraces.
Les importan a las madres, a los padres, a las esposas. Es desde la vida privada que se buscan. Son las Antígonas modernas, las madres Ceres en busca de Proserpina que baja al Hades para rescatar a su hija. Es la Llorona mexicana en busca de sus hijos.
Buscan con varilla, con zozobra, con palas, con esperanza.
Buscan con las uñas y encuentran tesoros,
Un arete, una zapatilla, la camiseta conocida, los tenis que recuerdan.
Hoy los rostros de los muchachos y muchachas desaparecidos son las banderas.
Nos miran desde ese mirar oscuro, de campana lejana, de raíz.
No son carbones enterrados; son cristales traspasando la tierra.
Nos miran desde sus ojos puros.
¿Y, nosotras, cómo podremos verlos?
En 1982 vi las fotos de los prisioneros en el campo de concentración de Buchenwald de la Alemania nazi . Rostros de muchachos anónimos quedaron colgados de paredes mientras las huellas de su exterminio aparecían como puñado de ceniza.
Nos estremecimos con esos horrores. Era becaria de Conacyt terminando el doctorado y sabía que para mi generación, pugnar por la democratización en México era la manera de blindar la sociedad en contra de crímenes contra la humanidad.
Hoy el horror está en México, ninguna modernidad nos eximió del crimen.
Hoy el dolor individual se transforma en un dolor colectivo, porque nos duelen estos hijos de otras, estas hermanas de otras.
400 no regresarán.
Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 22 de marzo de 2025.
Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx
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