martes, 28 de febrero de 2023

Multitud y democracia

Nadie es dueño de la multitud,

aunque crea tenerla dominada

 

Eugene Ionesco

 

La historia democrática del país ha estado marcada por el ideal de construir una democracia representativa que permita direccionalizar la agenda de gobierno, de las políticas, de las asambleas legislativas y de la impartición de justicia con la mirada múltiple. Porque venimos de un Estado donde el gobierno se ha caracterizado por concentrar el poder, ocurrió una crisis del sistema partidista donde se cuestionó la capacidad de los partidos políticos de ser la instancia de representación. El rasgo más sobresaliente de esa crisis fue la abstención electoral y la desafiliación masiva.

 

Recordemos que tuvimos una elección presidencial con un candidato único. Ahí tocó fondo el sistema del partido único.

 

Es cierto, la larga predominancia de un solo partido en México dio por resultado un camino sinuoso donde avanzar suponía también, ceder. Así, el inicio de la alternancia se dio en pequeños municipios por lo que el triunfo de la oposición estaba lejos de significar la pérdida de poder. Para el caso de las asambleas legislativas, se tuvo que inventar la figura de “diputados de minoría” para que irrumpieran nuevas voces, dejando intacto el poder del partido mayoritario.

 

El largo camino del partido único estaba sostenido por el México rural y el México empobrecido urbano.  

 

Ahora, el panorama ha cambiado, la mayor parte de la población mexicana vive en lugares urbanizados. En 1950, solo el 43% vivía en localidades urbanas; ese porcentaje fue de 71% en 1990 y de 80% en 2020. El avance de la escolaridad también es necesario relevar puesto que para 1970, el 26% de la población era analfabeta, en tanto que para 2020 ese porcentaje bajó a 4.7%. En ese mismo año, el grado promedio de escolaridad es de 9.7, lo que equivale casi a tercer año de secundaria.

 

Una multitud sale a la calle a defender al órgano electoral que desde 2000 ha sido el árbitro de las elecciones a partir de su formación como órgano autónomo e independiente.  ¿Quién conforma esa multitud? Sin duda, las clases medias urbanizadas e informadas. Ese sector de la población que va en declive puesto, que, de acuerdo al INEGI, entre 2018 y 2020 la clase media disminuyó en alrededor de 6.2 millones de integrantes, todos de base urbana.

 

Lo interesante de la multitud es que un derecho como el electoral, mueva a las masas. Ello es algo inusitado puesto que los grandes ideales como libertad, justicia o igualdad, dejaron de constituir grandes pasiones capaces de mover contingentes: se convirtieron en ideales de próceres o ideas encerradas en libros teóricos. Las multitudes del siglo XXI se movilizan por un mejor internet o por la legalización de autos de procedencia extranjera, pero no por la eliminación de la pobreza. Se mueven por acciones útiles para su mundo inmediato, por cuestiones que afectan el confort individual.

 

Por ello, resalta la movilización por la democracia, un bien común con poco capital de circulación pero que, a la postre, se encuentra asentada en el imaginario social como una reserva de derechos. Lo que puede significar su pérdida, se asocia a una indefensión creciente.

 

Lejos estamos de que la movilización por la democracia esté generada por un líder. Hoy pasamos del liderazgo individual a la influencia colectiva, ese movimiento que desde la biología se ha identificado en el vuelo de las aves, donde cada una copia su dirección de los seis o siete individuos que tiene más cerca, sin rosarse. Ese efecto parvada que nos causa tanta expectación en la naturaleza, hoy podemos denominarlo influencia colectiva donde todos interactuamos con todos para caminar en un rumbo determinado.

 

La lucha por la democracia puede parecer algo abstracto, sin embargo, si se ve más de cerca, se verá que se trata de pequeños movimientos con su bandera propia que se articulan dentro de un discurso común que los engloba. Se trata, entonces, de un movimiento que marca un nuevo activismo alternativo frente a un poder que inmoviliza o que solo moviliza para sus propias políticas.

 

Lo que es incuestionable es que este movimiento de las multitudes marca un nuevo protagonista que tendrá que ser tomado en cuenta en la relación de lo político y cultural. Será capaz de modificar la agenda política y mediática de los estrategas del poder porque la multitud se ha hecho visible, ha logrado una autolegitimación ante amplios sectores de la opinión pública y, sobre todo, defiende la democracia como parte de la defensa de lo común y con ello, construye un meta-relato cercano a utopías reivindicadoras.

 

La movilización por la democracia, protagonizada por la clase media, puede tomar el relevo del viejo movimiento obrero cuyo papel antagónico ha perdido su centralidad en el siglo XXI.

 

Sujeto social tenemos. Volátil, ha mostrado su rostro. Tiene pies y se dirige a alguna parte. Camina.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 1 de marzo de 2023.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

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