miércoles, 4 de enero de 2017

No fui a los XV de Rubí


Lourdes C. Pacheco Ladrón de Guevara[1]

La voluntad y el sino nuestro
corren tan encontrados
que toda estratagema nuestra
es derribada,
son nuestras las ideas nuestras,
pero ajenos sus fines.

William Shakespeare. El actor rey en Hamlet

Aunque me hubiera gustado haber ido porque los XV de Rubí marcan un hito en la comunicabilidad social. En las regiones rurales donde no había medios de comunicación, era común que se lanzara un cuete para señalar a las rancherías vecinas, la invitación a la fiesta.  Entonces llegaban los habitantes de los pueblos circunvecinos con colaboraciones para la fiesta, una gallina, un poco de azúcar, miel o calabaza.

Actualmente el cuete se lanzó en internet con el mismo significado. Sin embargo, si la luminosidad del cuete puede ser vista a la redonda de la localidad donde será el festejo, el video subido a internet se convirtió en un “cuete de cuetes”, de tal manera de replicarse en otro espacio: el cibernético. 

Los XV de Rubí asomaron al México moderno a la ruralidad. Los memes que hicieron burla del video de los padres lo que muestran es la ignorancia de los códigos de la ruralidad, incluido el video de Gael García. También muestran la profunda discriminación con que el México urbano y cosmopolita realiza hacia los habitantes del mundo rural. Las televisoras exhibieron a la familia de Rubí como los portadores de una ruralidad ingenua (cercana a lo tonto), incapaces de hacer un uso correcto de las redes sociales. ¿A quién se le ocurre hacer una invitación “abierta” a una fiesta?

Los XV años de Rubí apelaron a muchos y muchas. Desde los políticos que aprovecharon la multitud para hacer llegar los regalos costosos, hasta el Chapo que regaló lo que le sobra: dinero. Pero también  abrió un espacio para que Thalía recordara su propio pasado de quinceañera al verse reflejada en los ojos sinceros de Rubí. Es la Thalía de hoy la que intenta hablar a la Thalía de ayer.

¿Por qué los XV años de Rubí tuvieron tal convocatoria? Asistimos a uno de los acontecimientos que retan las explicaciones sociológicas, mediáticas, políticas, etc., porque nuestras teorías de la acción social, de la acción colectiva, no alcanza para explicar lo que ocurrió alrededor de Rubí. Tal vez podríamos pensar es que se trató de una espectacularización del ritual de los XV años llevada a escala internacional. Un rito que debió estar marcado por la intimidad de la familia y la cercanía de los allegados, se convirtió en un espectáculo donde podíamos participar, porque efectivamente, todos y todas estábamos convocados.

En la universidad donde laboro, mis colegas de la sección sindical del Área de Ciencias Sociales y Humanidades circularon una invitación “Si no te invitaron a los XV de Rubí, ven a la posada de ciencias sociales” o algo así. Era el tema del momento, hablábamos de lo que se habla, etc.

Salir de la infancia en México tiene un ritual de paso en las fiestas de quince años para las mujeres. Los orígenes se pueden rastrear en los consejos de las madres a las hijas en el mundo prehispánico, en la misa española durante la conquista o en los vestidos y vals de la corte imperial de Maximiliano y Carlota. Lo cierto es que los quince años para las mujeres marcan un ritual de paso de la niña-adolescente a la joven-mujer.

Quizá el millón de pesos que le regaló El Chapo, la casa que le regalaron los políticos o la beca del grupo Carso, puedan compensar la pérdida de la magia de la infancia en que vivió Rubí. Ahora entrará al mundo de las mujeres jóvenes que no quiero decir que son rechazadas de la educación superior, violentadas, golpeadas, desaparecidas y asesinadas. Sólo quiero decir que ese paso de niña a adulta no ocurre con los derechos que debieran tener las mujeres jóvenes en México. Puede ser que Rubí, a través de la brevedad de su celebración, consiga posicionarse en el mundo adulto con su propia propuesta de vida.

Rubí quería una fiesta de XV años, porque es el día donde ellas son las protagonistas, el centro de la atención, las festejadas.

No fueron estrellas de la farándula ni del deporte los que reunieron a 40 mil asistentes: ni concierto de Rock ni final de futbol. Fue la excepcionalidad del festejo de XV años en la ruralidad. Todos los que fueron querían tocar esa autenticidad de Rubí y su familia, saber que ese México aún existe y pervive. Fue la necesidad de tocar lo sagrado en lo profano de la fiesta. Por eso yo también quería ir.

Publicado en Nayarit Opina, el 5 de enero de 2015, Tepic, Nayarit, p. 5.




[1] Investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit Facebook: lpacheco_1@yahoo.com

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