miércoles, 6 de enero de 2021

Sabrán que hemos llorado

  

La filosofía es un éxtasis fracasado por un desgarramiento. 

¿Qué fuerza es esa que la desgarra?


María Zambrano. Filosofía y Poesía

 

Mi nieta y mi nieto van de una casa a otra. Por la ventana del auto pasa el parque, la feria, la escuela cerrada, el río. Las nubes se vuelven rosas sobre la montaña que oculta el mar.  Ya no preguntan cuándo vamos a la playa ni cuándo pueden ver a sus amigas. Se dejan conducir entre las familias que hacemos cuarentena.  

 

Ven nuestra conciencia conmovida ante esta luz intensa que es el coronavirus. Su revelación nos muestra el dilema de la civilización como ninguna crisis la había mostrado: estamos aproximando nuestra especie al límite de la extinción por la soberbia de colocarnos en la cúspide. El modelo cultural europatriarcal derivado de la Ilustración, muestra la fisura que sostiene la pared. Nunca como ahora estamos viendo las orillas de las democracias entregadas a los extremismos corruptos, sanguinarios, nacionalistas; la excrecencia en que ha sido convertida la mayor parte de los siete mil millones de habitantes del planeta para quienes el progreso es una palabra vacía; la ciencia es un negocio; la ética, un traje para la sobrevivencia de los poderosos.

 

El progreso nos prometió bienestar y creímos que era sin límite. La comodidad inimaginada en siglos anteriores ha saqueado los ríos del futuro. Ha saqueado, también, la conciencia individualista con que se conformó el pensamiento de los últimos tres siglos. Solo existimos en sociedad, en comunidades, en interacciones. El coronavirus se pega a nuestro hálito para recordarnos la fragilidad. Si lo respiramos nos deja sin respiración; si lo inhalamos, nos absorbe la vida. Ahí, como un demonio minúsculo o un dios iracundo, empuja nuestro modo cultural, nuestros hábitos, nuestras ideas al abismo del basurero histórico.

 

El país más poderoso de la tierra se desfonda. Vemos a sus pobres en la calle sin asistencia médica; a su ideología de la grandeza, aflorar de las alcantarillas; a sus gobernantes, aferrarse a la violencia como el mejor argumento de la democracia. 

 

En el mundo entero nadie clama a dioses. Esperamos la solución desde nuestros rincones porque la amenaza no es a una república o a una tribu, sino al tipo de civilización que somos. No basta una vacuna para inmunizarnos, sino que necesitamos arribar a otras ideas de lo que somos, a nuevas éticas para abrirnos caminos que nos permitan salir de lo que éramos y llegar a lo que podremos ser como colectivo humano. Nada quedará intacto ya que la magnitud del desastre es directa al centro de lo que llamamos civilización. 

 

No hay esperanza desde fuera. Las soluciones provienen de nuestra capacidad de mirar desde una nueva vinculación entre la medicina, la tecnología, los mapas sentimentales, las solidaridades planetarias.

 

Hemos llorado a casi dos millones de muertos en el mundo. Sus nombres, sus caras arrebatadas al presente, se multiplican en quienes han enfermado, en quienes les han cuidado, en quienes les han enterrado. Hemos llorado a la hermana de alguien, al abuelo de alguien, a la esposa.

 

En la infancia de mis nietos entró el coronavirus para abrir una oquedad. ¿Cómo se crearán las subjetividades futuras a partir del abismo? En la tecnología se tendrá que crear una ética para lo existente que permita caminar a una generación marcada por el pasmo ante la muerte colectiva; por la espera de la solución proveniente de esta amalgama de ciencia-sentido humano. Puede ser que el viejo humanismo ilustrado sea la base para pensarnos y, como dice María Zambrano, la filosofía, ese éxtasis fracasado por un desgarramiento, junto con la poesía, nos alumbren a quienes caminamos casi a ciegas.

 

Ellas y ellos abrirán la grieta para encontrar otro lugar desde el cual dar sentido a la existencia de la tribu planetaria que somos porque sabrán que hemos llorado por todas nuestras muertas, por todos nuestros muertos, por las ideas que debemos saber abandonar.

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 5 de enero de 2021.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

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