viernes, 4 de noviembre de 2022

No son solo huesos

No están muertas, no están muertos,

por eso vestimos de blanco,

en la esperanza de encontrarlos.

No es posible que sus cuerpos sean encontrados

 en lotes baldíos, en basureros.

 

Madres buscadoras en Nayarit

Marcha del 12 de mayo de 2022

 

No son solo huesos los que buscan las madres que han perdido a sus hijas e hijos, ellas van en busca de justicia, de saldar el dolor, de ir más allá de ellas mismas venciendo el infortunio.

 

Las que les dieron la vida, ahora les buscan para darles sepultura; realizar sobre ellos los signos que les permitirán estar en un lugar cierto por la eternidad.

 

El enterramiento con sentido de trascendencia y respeto al cuerpo es parte de la tribu humana a la que pertenecemos. Las madres, ignorando la erudición antropológica, saben que el cuerpo salido de ellas mismas debe tener un sitio en la tierra para dejar la señal. El alma de las madres tiene momentos huidizos por eso violenta todas las puertas hasta tocar el delirio de encontrarlos.

 

Todo yacimiento homo sapiens es una tumba. Toda huella humana se puede reducir a la memoria que dedicamos a quienes han muerto. Los entierros nos hablan de la vida y del amor de las familias, de la necesidad del recuerdo ante la inmensidad del olvido. Son puertas hacia otros mundos, hacia otras dimensiones donde se piensa que se dirigirán.

 

La idea de la muerte genera angustia ante la seguridad de la vida finita. Siempre es alguien diferente a mí, quien muere. La conciencia se detiene, demasiado consternada para moverse, siente un espectral terror aunque no se detenga para mirarla. Aprisionamos la vida y el mundo en que vivimos aunque sepamos que el coágulo avanza lento hacia el corazón o los tumores puedan volver a surgir en alguna parte de nuestro cuerpo.

 

Una sociedad completa se retrata ante la muerte propia y ajena. Levantamos altares a nuestras muertas alojadas en panteones familiares; a personas destacadas, a poetas y héroes. Indiferentes a la incertidumbre de las madres buscadoras celebramos con las costumbres de nuestra época, comemos los panes festivos, cantamos las tonadas precisas.

 

Los pasos de las madres prefiguran el regreso. Caminan fuera de sus casas para traerlos de vuelta porque no solo perdieron a sus hijas, sino que tampoco tienen la certidumbre de su muerte: no tienen el cuerpo Por eso, llevan en su corazón el dulce peso que las hace sobrevivir a las arrugas, a las veleidades, a las confrontaciones.

 

Las madres buscadoras son hoy el rostro de la sociedad que busca justicia, que busca a sus muertos. Ni las amenazas ni las inclemencias del clima ni la falta de recursos detiene el rastreo de tumbas, la formulación de preguntas, las caminatas por pantanos y playas, por montes y abismos. Ellas vencen las resistencias autoritarias, la indiferencia social para traer los huesos que no solo son huesos, sino la resurrección de las hijas e hijos.

 

Permanece en ellas la fe que sobrepasa la esperanza porque ellas han sido endurecidas por el infortunio e iluminadas por la aurora.   

 

Publicado en Nayarit Opina, Tepic, Nayarit, 31 de octubre de 2022.

Socióloga, Universidad Autónoma de Nayarit, correo: lpacheco@uan.edu.mx

 

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