miércoles, 1 de julio de 2020

La viruela negra

Yo tenía dos años cuando llegaron los de la revolución y le dijero a mi mamá “órale, vámonos” y todos se tenían que ir. Todos se subían al ferrocarril, adentro iban las armas. Yo tenía dos años cuando perdí mi ojo porque me contagié de viruela negra, de la que no había vacuna en ese tiempo. Teníamos que huir porque llegaban los contrarios. Mi mamá luego me dejó con mi tía porque ella se fue a Estados Unidos. Los trastres los tenía que lavar con jabón de pasta y ¡cuidado olieran a huevo! porque en el pueblo se usaba pura torta de huevo y me decía “huele, muchachita, huélelos”. Ya sabía que me iba a dar, ya me había cansado porque me pegaba mucho.

Luego comencé a trabajar cuidando un niñito. Iban los ricos del pueblo a ver quién les podía cuidar al niñito. Yo dije que sí con tal de irme de con mi tía y con saber que eran ricos, allí no me iba a faltar nada, principalmente los alimentos, aunque tuviera huarachitos no me importaba. 

Un día llegó una foto de mi mamá. Andaba muy elegante, se ponía un abrigo de cuello de piel que le decían el sobre todo. Yo la miré con el único ojo que tengo porque el otro me lo había quitado la viruela negra. 

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