viernes, 31 de julio de 2020

Nido

Josefa no podía ver una gallina clueca sin meter manos al asunto; como pensaba que los perros le robarían los huevos, subía la caja del nidal hasta una repisa que construyó para que no estuviese en el piso. En la altura, los zopilotes bajaban a robarlos, así que los tapaba con hojas de plátano durante la noche, mientras ella vigilaba en el día. Amanecía cuidando los empollos. Pensamos que ese arguende de gallina, huevos, pollos, terminaría cuando creciera, pero no fue así. Cada vez afinaba las trampas para perros y pájaros.

A veces se llevaba los pollitos recién nacidos a dormir con ella para darles calor, quizá por eso en una ocasión, amaneció abrazada a una Tzincóatl. Seguramente la serpiente se deslizó debajo de la cobija para comerse los pollos y después, llena, se quedó a reposar. Fue cuando Josefa despertó abrazando a la Tzincóatl. ¡El revuelo que se armó!¡las habladurías del pueblo!

Josefa se fue con su hermana a California y nunca más supimos de su cariño por los pollitos.

Publicado en El Vigía del Pacífico, 29 de julio de 2020.

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